Capitulo Uno

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"Nacimiento"

  Todo empezó ahí, cuando yo nací... Bueno, podría decirse que fue antes de eso.

  Fui un accidente, eso era obvio ya que mi madre era sólo una adolescente al darme a luz; desde el inicio nunca fui deseada por nadie, ni por mi propia progenitora, ni la suya, ni mi padre...

  Oh, mi "padre", ese sujeto... Nunca veló por mí tampoco, me abandonó apenas nací, nunca lo conocí... Y aunque en mi niñez lo ví una vez, quedó en claro cuando dejó a mi mamá sola, con diez y seis años y una pequeña recién nacida que nunca se interesó por conocerme hasta mis ocho.

  Así que desde el inicio todo fue mal, mi madre, hermana de cuatro, comenzó a trabajar y dejó los estudios a sus dulces quince años con el fin de mantenerme y darme pequeños lujos que se permitía, estando de pie horas bajo el desbordante sol junto a mi abuela, quien trabajaba en la calle para darle de comer a sus cinco hijos y ahora, a su nieta.

  Algunos dirán que, por lo dicho recién, ella si me amaba con toda devoción pero... No sabría qué decirle a esas personas; si, ella trabajo día y noche por mi y si, me preparaba la comida que yo quería... Y si, hacía lo que podía.

  Mi madre es un ser inexplicable para mí, lo fue en mi niñez, en mi adolescencia y lo es ahora, en mi etapa de "adulto joven".

  Como casi todas, ella fue amaestrada con la creencia apática, tóxica y nauseabunda de:


  "Las mujeres deben hacer la labor de ama de casa".


  Mi madre, a temprana edad, aseaba toda la casa de arriba a abajo y de un lado al otro; ella cocinaba, planchaba, ordenaba y todas esas cosas que tienen que ver con la limpieza, ninguno de sus hermanos o hermana le ayudó, ni consultó.

 
  Ella se acostumbró a hacer todo por sí sola...

  Mi madre intentaba darme lo mejor, mis tíos y tías me cuidaban mientras ella trabajaba y ella me "cuidaba" mientras hacía demás cosas de la casa.

  Si, se podría decir que me amaba, ella decía que yo era su motivación en la vida desde que nací, ella decía que era lo más precioso que le pudo haber pasado, ella... Ella aseguraba que no podía existir un futuro en el que yo no esté a su lado, afirmaba que yo era su luz, que nunca me abandonaría, miraba al cielo y reía cada vez que estaba conmigo.

  Ella me compraba los más hermosos vestidos, ella me llevaba a los más hermosos lugares, ella me daba la más deliciosa comida, ella siempre me ponía delante a mi y mi comodidad, ella...


  Era hermosa...


Junto con mi mamá, siempre se encontraba mi abuela, su madre; mi mamá era a veces estricta con la comida, mamá no quería que juegue en el barro, mamá formaba horarios específicos para las comidas, siestas y la hora de dormir, mamá me vestía de rosa y con faldas; mi mamá, a mis cortos cuatro años, no me entendía.

  Pero su mamá, con ella podía vestir un saco de papas y me diría "Jajaja ¡Qué linda!" con su gran sonrisa arrugada, su cabello rojizo y ojos verdes siempre me recordaban a la Navidad y su calidez, que hoy en mi cuarto me roba unas lágrimas al recordar.

  Su madre era graciosa conmigo, a veces me ponía su ropa oscura y andaba así por la casa, su madre me hacía pizzas y papas fritas, su madre me dejaba acostarme después de las ocho, su madre me dejaba jugar bajo la lluvia, su madre no me despertaba temprano aún en fin de semana.

  Mi mamá podía llamarme "su luz", pero la mía, era su madre.

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