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Lampedusa, Mar Mediterráneo

Era un día hermoso, cálido y tranquilo, las olas del mar se mecian en un baile lento pero sensual a la orilla de la pequeña parte de la isla, compuesta por rocas de diversos tamaños, que recibian el golpe del mar con fuerte resistencia, todo esto acompañado de una agradable brisa que le daba el toque perfecto de relajación y calma al lugar.

En ese pequeño pedazo de paraíso, se podía ver una edificación similar a lo que podía ser una fortaleza, era  antigua pero bien conservada y lo mejor es que se encontraba a los pies del hermoso Mar Mediterráneo. Cerca de la entrada de ese lugar se podían observar un par de camionetas de un elegante color negro, mostrando qué está no estaba sola. En ella, más específicamente en su despejado techo, se encontraban varios hombres, cuya vestimenta dejaba ver la connotación tan importante que estos poseían.

En el centro del lugar, sentados en una mesa, se encontraban tres hombres, dos jóvenes, de ropas de cuero de negro y miradas llenas con determinación y respeto, y delante de ellos un hombre mayor de aspecto serio e intimidante, cabellos rojos cuál fuego que era tapado levemente por las canas que mostraban los vestigios de su edad, además de algunas arrugas que adornaban su rostro y más las que rodeaban aquellos ojos oscuros, que mostraban una gran sabiduría y calma ante cualquier situación. Su apariencia mayor podía ser perfectamente disimulada, por el bien trabajado cuerpo que el hombre escondía debajo de una elegante camisa blanca, ocultando también algo de lo que sería su ligeramente bronceada piel.

Alrededor de ellos había una cantidad mínima pero necesaria de agentes de seguridad resguardando el perímetro, después de todo no se trataba de empresarios cualquiera, esa era una reunión para concretar asuntos de la mafia. Y en este caso el mayor en cuestión no solo era un miembro cualquiera, sino que era el jefe y fundador de una de las familias de la mafia más poderosas e importantes de Italia, así que esto no era ningún juego, sino querías morir, era mejor no provocar al patriarca de la familia Eustass.

-En el primer grupo llegarán alrededor de 20 refugiadas, todas son jóvenes y usted podrá quedarse con una-dijo uno de los jovenes, que tenía el cabello negro y rizado amarrado en una coleta baja

-Me temo que eso no me interesa-contesto el mayor sentado frente a el, mostrando una voz grave, que detonaba seriedad pero calma a la vez

-No lo entiende,  la mercancía es excelente y está a un precio muy barato, algunas incluso sólo tienen 12 años, eso significa mucho dinero

-Lo único que le pedimos, es que nos ayude a traerlas aquí-hablo esta vez el otro muchacho con algo de súplica, este tenía el cabello corto y negro y tenía una barba en forma de candado

El hombre simplemente se les quedó mirando sin dejar su semblante serio y analítico, sin duda esa mirada era bastante penetrante y dejaba algo intranquilos a ambos muchachos.

-Mi familia no hace ese tipo de negocios, así que no tengo porque aceptar-aclaro el mayor-Por lo que les pediré que no me hagan perder mi tiempo

-Lo sentimos, no quisimos ofenderlo-hablo apresurado el de cabello corto-Por favor piénselo bien, se llevará una buena parte, se lo aseguro

El mayor solo se mantuvo en silencio, para luego voltear y ver al que era su mano derecha y también a su hijo que se encontraba distraído mirando con los binoculares sin rumbo fijo pensó el.

-Bege-Llamo calmado el hombre para alejarse de ese par de idiotas y que su segundo al mando se encargará del resto.

El hombre en cuestión ni corto ni perezoso se acercó a la mesa mientras su jefe se retiraba.

365 Días [Kidlaw]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora