Capítulo 1

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Capítulo sin editar
Perdón por los errores 🖤
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“-¡Pero es que me cago en la puta! ¡Mamá no iré a ninguna consulta!

-¡Que sí iras! Ya he recibido la segunda carta de advertencia de la directora.

-¡He dicho que no! ¡No iré a que un tipo con un diploma de mierda me mire con lástima! ¡Carajo, que no estoy loca!

-Rebecca eso no importa. Vamos y demostramos que eres perfectamente normal.

-¡Ni de coña! No voy a ir y es mi última palabra.”

Río un poco recordando eso. Logré esquivar todos los lanzamientos de zapatos de mi mamá, pero cuando salí corriendo olvidé que uno de sus múltiples pasatiempos es jugar baloncesto y ahora estoy aquí, con las nalgas adoloridas sentada en un taxi en dirección al centro con mi progenitora agarrándome fuertemente del brazo y con su acostumbrada cara de puño aún más acentuada que de costumbre. Parece que tengo tres años, joder. ¡Tengo quince joder! Es el triplo de lo que aparenta la situación y desde que nos montamos en el auto el taxista tiene cara de querer cagarse encima. Me cago en todos los muertos de Gilda. ¡Carajo! Solo le estaba explicando a la representante de la clase que sus argumentos eran más ridículos que un discurso de Trump y que su supuesta autoridad sobre mí no era tan importante como ella se esforzaba en hacerme ver. Ni que hubiera amenazado a una persona con un cuchillo. Sebastián, el del salón de al lado lo hizo y no pasó nada. ¡Pero qué he hecho yo para ganarme este desprecio! Estoy demasiado enojada ahora mismo y mi madre, bueno, mi madre es capaz de derrotar a un ejército ruso en este momento. Yo creo que en la serie Vikings nunca vi a alguien con una furia parecida.
Trago en seco y acomodo mi mente a la situación para no darle tanta importancia.

Cuando llegamos en vez de aparcar frente al centro comercial donde creí que estaría la oficina de la doctora Park, el auto está estacionado en la acera de un edificio de apartamentos avejentado y con un aire clasista de los años noventa. Mamá tira de mi brazo para salir y emito un siseo quejándome de la molestia que provocan sus uñas clavándose en mi piel a través de la sudadera. Ya paradas en el pavimento ella me suelta tras una mirada de advertencia y se dedica a pagarle los treinta dólares al taxista. Vuelve a mí y me mira de arriba abajo y cuando conecta sus ojos con los míos veo en ellos una disculpa. Se acerca y confieso estar preparada para un regaño o alguna advertencia, pero bueno, es Freya Geal, nunca se puede esperar algo de ella, siempre sorprende.

-Lo siento, Reeb. Yo también me siento tan impotente como tú- Le regalé una mirada de “Lo dudo”, pero no le dio demasiada importancia-. Solo hagamos esto y ya, ¿si? Es solo una hora.- Hasta pareció un poco desesperada en sus palabras. Rodé los ojos. Ella podía jugar a ser la víctima con papá y la abuela, no conmigo y lo sabe. Suspiro y pateo una piedrita del camino y antes de saber su destino miro de nuevo a mi madre que mantiene una expresión de súplica. ¿En serio soy tan parecida a ella?

-Vamos, mamá.- Le espeto y ella cambia su expresión a una de suficiencia, como si hubiera esperado que esa fuera mi respuesta. No pierde tiempo en adelantarse y subir los pocos escalones que llevan al enorme portón de madera, donde se detiene, no mira atrás y aunque disimula estar observando la construcción sé que espera algo irritada a que yo me acerque a ella, pero yo me tomo mi tiempo en dar cada paso y en cada escalón me dedico a apoyar el pie cuidadosamente. Mi lentitud intencional la molesta más y se voltea para verme con superioridad mientras se acomoda uno de sus múltiples pendientes en la oreja. Yo también tengo unos cuantos en las mías, pero mamá parecía obsesionada con perforar hasta la última célula de su aparato auditivo, por suerte, no tiene tatuajes, pero estoy segura de hay una razón para eso. Le sonrío y apresuro mínimamente el paso. Cuando estamos dentro del edificio el interior me resulta tan clasista como el exterior y tras indicarle al portero a lo que vinimos él por fin para de mirarnos raro y nos indica el piso de la oficina de la doctora. Subimos al elevador y como siempre pasaba, nos mantuvimos en silencio todo el tiempo. Mamá no es para nada habladora y menos cuando está en un estado de tensión-molestia-nerviosismo. Supongo que la duda de que expulsen a tu hija de la escuela por estar loca y que después ninguna universidad la quiera aceptar era algo muy temible para ella. En cuanto a mí, solo quería ir a casa y volver a ganarme Until Dawn o terminarme alguno de los libros de papá. Llegamos al piso número catorce ante nosotros está un cartel que dice:

Sociopath: The New Old Mystery /Libro #1/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora