Lara.
Estaba en el balcón del pasillo recostada pensando mientras el humo del cigarro inundaba mis pulmones.
–Qué suerte la mía, conseguirte por aquí. - era Santiago, con su voz sarcástica.
–Vivimos uno al lado del otro inmaduro. - le dije.
No voltee en ningún momento a verlo. Pero sentía su presencia al lado.
–Pensé que vendrías al domingo de películas patito feo. - entonces voltee.
Sus ojos estaban más claros hoy y tenía el cabello despeinado. No estaba vestido como para salir, parecía más bien que tuviera un pijama.
–A veces me asustan tus cambios repentinos. Un día me tratas como si fuéramos amigos de toda la vida y otro día me odias como si fuera tu peor enemiga. Que la verdad siento que si lo soy. - dije.
Estaba seria hoy, no quería jueguitos.
–Pienso lo mismo con tus cambios de humor. Yo sé que las mujeres son así una vez al mes, pero tú... tú de verdad me sorprendes.
–Estamos en la mismas entonces. Pensé que estarías molesto por lo del viernes. Además de no acompañarte a buscar el carro.
–No lo estoy. Pero tampoco es un tema del cual quisiera hablar. - dijo serio.
Sus facciones se endurecieron.
Sentía que esta era la conversación más larga que habíamos tenido, sin pelear. O sin insultarnos. Hasta que uno de los dos atacara y termináramos como perros y gatos. Como siempre.
–No sé de verdad, que sucedió el viernes. Ni porque lloraste, no es mi asunto. Pero espero que todo esté bien contigo. - dijo.
Mis ojos se abrieron de par en par.
–Y desde cuando te importa que este bien? Te recuerdo que ese día me levantaste la mano. Y muchas cosas más que hicieron horrible mi día. - estúpido inmaduro.
–Lo sé, no me pienso disculpar por eso. - Entonces dio media vuelta y comenzó a caminar otra vez a su apartamento.
En la puerta se detuvo y me volvió a mirar.
–Para eso estoy, para hacer tu vida imposible. No espero que me des las gracias. - estaba bromeando como siempre. - Por cierto, el carro quedo muy bien, gracias por la pintura nueva. - y termino de entrar a su casa.
¿Me estaba dando las gracias?
De verdad?
El mismo era el que me había metido en el asunto del carro con su estúpida apuesta. Y yo quede con mi moto con la pintura rayada. Por su culpa.
Y ni pensar en el viernes que hizo mi vida miserable desde que salimos de aquí. Con el beso, las peleas, los gritos, la cita, la pintura. TODO.
–Estúpido. - dije mientras terminaba el cigarro y lo lanzaba al vació.
–Aquí estas. Vas a entrar o qué?.- era Anastasia que salía del apartamento de Jhon y Santiago.
No me quedaba de otra, ya había dicho que sí.
–Vamos. - dije mientras la seguía.
Ya en la sala, todo fue más relajado de lo que pensaba. Los 4 tranquilos viendo la película, Santiago y yo solo nos limitamos a hablarnos para pedirnos favores como pasar las palomitas de maíz o las bebidas y en las conversaciones donde los cuatro hablábamos.
No fue incomodo, era lo mejor para los dos. Hacer como si no pasaba nada, como siempre.
Pero estaba vez no estábamos actuando. Hoy si estábamos tranquilos, el no quería pelear y yo tampoco.
Y así paso la tarde, agradable, cómoda.
Al final, nos despedimos. Santiago y yo solo sonreímos.
Anastasia estaba abriendo la puerta del apartamento y entro primero.
–Lara. - era Santiago desde su puerta. - Espero que mañana todo te salga bien, tanto en el trabajo como en las pruebas de la semana. -
Pocas veces me había llamado por mi nombre. Pero esto lo sentía sincero.
–Gracias, aunque la suerte la tendrás que pedir tú, yo no necesito eso. - sonreí y entre.
No entendía porque tanta amabilidad. Pero conmigo no jugaría.
Ya la guerra estaba marcada entre los dos.
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Aléjate o déjate llevar
Teen FictionLara y Santiago, muy diferentes pero al mismo tiempo tan iguales, con las mismas ganas de comerse al mundo. Lara es una chica fuera de lo común, desde su aspecto hasta su personalidad ruda y fuerte, chocara con Santiago al demostrar de verdad que un...