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Los Nogitsune o Yako, son criaturas famosas por sus grandes travesuras y malicioso actuar, y el pretencioso Ken no es la excepción. Siendo él el peor de todos quizá, el "rey de reyes" a su parecer... o un absoluto dolo...
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キツネと赤
-【 M A L D I C I Ó N 】-
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Tres días atrás, antes de la catástrofe, los luceros dorados de Ken se paseaban por cada rincón del precioso jardín en el santuario de la deidad Aizen, lugar en donde podía olfatear con parsimonia y orgullo cada florecilla fresca que parecía hacer juego con su kimono oscuro y de delicadas terminaciones ocre y rojas. Sus ojos pegaron un fugaz destello nada más pasaba uno de sus dedos por el borde de un pétalo rosa, dibujando entre sus labios una sonrisa pícara nada más admiraba una vez más el paisaje nocturno.
Y Ken no pudo evitar soltar una risita entre dientes nada más su vista se topaba con un par de sapos y unas cuantas avecillas revoloteando hasta posarse en un árbol, observándole en todo momento con asombro cada movimiento que hacía.
—¿Qué es tan gracioso, Issey?
El guapo muchacho con porte de príncipe, se volteaba suavemente al ir borrando gradualmente aquel gesto, recordando de paso a la presencia a su lado, dueña de aquella voz que parecía parlotear sin parar como una condenada cotorra. Pronto, sus ojos amarillos no tardaron en encontrarse con una mujer robusta de expresión dura, tres ojos, brillante piel roja y seis brazos, a la espera de una respuesta con una ceja en alto.
Issey, aquel nombre resonaba de pronto en su cabeza, dándole un recordatorio suficiente de no salirse de su papel.
—Ah, nada, mi señora —negaba este en seguida al peinarse sus cabellos, bajando la mirada con una falsa timidez que lograba colorearle las mejillas—. Es que creo que su voz es realmente adorable.
Los animales presentes, que, en realidad no eran nada más ni nada menos que zorros escondidos, observaban algo boquiabiertos como el osado Nogitsune parecía seducir y hacer sonrojar sin mayor dificultad a una deidad que suspiraba por él, tal y como este lo había dicho.
