Cuidándote

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JungKook miraba la gran pantalla del aeropuerto en donde se podía apreciar los siguientes vuelos, pero precisamente sus ojos se reposaron en el gran reloj que descansaba en la pared de aquel sitio, eran las tres y media de la madrugada.

Tomando su maleta, se dirigió hacia donde sus padres lo estaban esperando, quienes al instante me regalaron una sonrisa compresiva.

El chico de cabellos castaños, miraba a través de la ventana del automóvil con ilusión. Observando cada parte del hermoso panorama de aquella ciudad. Siempre acostumbraba en despertar temprano solo para posarse sobre la ventana de su habitación y admirar el alba, el cantar de los pajaritos que descansaban sobre las ramas de los árboles, lo llenaba de euforia. Y cada noche, cuando el cielo se encontraba despejado y las abundantes estrellas brillaban en todo su fulgor, Jeon JungKook se permitía admirar cada una de estas, haciéndolo sentir tan completo, admirando...

Todo comenzó cuando recién cumplía sus ocho años de edad, aquel día en el cual, él y su tan amada abuela fueron a sentarse bajo la sombra que le brindaba uno de los tantos árboles de aquel parque. JungKook escuchaba con mucha atención cada una de las historias que su abuela le contaba con emoción. Una historia que iba de un mundo peculiar, un mundo que se escondía tras del gran bosque de cerezos, aquel lugar tan conocido por muchos de los habitantes de la ciudad Sihirli, y que muchos de estos no se atrevían en cruzar la línea divisora de ambos mundos.

Su abuela le había mencionado que era falso que vivían en un único mundo, no todo es como decían esas personas, ella le dijo que había alguien más habitando junto a nosotros, y no eran muchos de ellos.

JungKook a su corta edad, creyó en cada una de las historias de aquella mujer. Pasaba las noches fuera de la casa escuchando el cantar de los grillos, viendo aquellos pequeños diamantes brillando en esplendor, algunos más brillantes que los otros y la dulce voz de su abuela contándole muchas cosas que le eran totalmente increíbles.

El azabache trataba de imaginar aquel mundo en su cabeza, haciéndose distintas ideas sobre el lugar y sobre las criaturas que en este habitan, en su imaginación estos entes eran tan humanos, pero a la misma vez, tan magníficos.

El tiempo pasaba, y el pequeño niño fue creciendo al igual que su entusiasmo por estos seres tan incógnitos. Su pasión por lo desconocido, un niño tan soñador, que con el pasar del tiempo, fue adentrándose en su mundo del descubrir, obtuvo nuevos conocimientos gracias a su abuela y a la diversa información obtenida por los escasos libros que poseía.

JungKook amaba hablar y compartirles a las personas lo que conocía, pero muchos de los niños de su ciudad lo tachaban de loco por el simple hecho de creer que estas criaturas verdaderamente existían. Ignorando los malos comentarios que aumentaban conforme pasaba el tiempo, por cada vez que dibujaba figuritas asimilando que estos eran aquellos seres. Por estas pequeñas cosas, hacían que el ánimo del niño decayera, nadie quería ser el amigo del niño raro que amaba las cosas incógnitas.

Su pequeño corazoncito dolía tanto ¿Por qué le decían cosas tan crueles? ¿Por qué no lo dejaban en paz? ¿Acaso él había hecho alguna cosa indebida como para merecer tal trato?

"No llores pequeño, tienes una maravillosa mente, pero hay veces en las cuales, las personas no saben apreciar lo que tienen ante ellos, eres tan especial por como eres, y no dejes que nadie apague esa llama de curiosidad que llevas dentro de ti, mi pequeño lucero." La voz de la mujer había salido en un susurro, sentía dolor al ver como su tan amado nieto lloraba aún en sus brazos, el pequeño no merecía todo eso.

Los años continuaron pasando, y las burlas viajaban a sus oídos constantemente, pero él ya no le prestaba total atención a ello, él solo quería seguir investigando sobre lo desconocido, se volvió en un joven que vivía entre las páginas web y libros.

彡Shines in my eyes 🍃 KookV  彡OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora