Angie
La tumba de mi madre era el único lugar al que podía pensar ir. No tenía casa. No podía regresar a donde Granny Q. Ella era la abuela de Effeta.
Probablemente, él estuviera allí, esperándome. O quizás no estuviera. Quizás le había empujado demasiados lejos. Me senté a los pies de la tumba de mi madre. Tiré de mis rodillas bajo mi barbilla y rodeé mis piernas con mis brazos. Había vuelto a Honduras porque era el único lugar que conocía para regresar.
Ahora necesitaba marcharme. No podía quedarme aquí. Otra vez, mi vida estaba a punto de tomar un giro repentino. Uno para el que yo no estaba preparada. Cuando había sido una niña, mi madre nos llevo un domingo a la escuela de la iglesia Bautista local. Recuerdo un pasaje de la Biblia que nos leyeron acerca de que Dios no pone en nuestro camino más de lo que podemos soportar. Comenzaba a preguntarme si eso era sólo para aquellas personas que iban a la iglesia cada domingo y rezaban antes de irse a la cama por las noches. Porque él no se estaba conteniendo a la hora de lanzarme golpes.
Sentir lástima por mí misma no me ayudaría. No podía hacer esto. Tenía que resolverlo también. Mi estancia con Granny Q y dejar que Effeta me ayudara a lidiar con el día a día había sido temporal. Supe cuando me mudé a la habitación de invitados que no podía quedarme mucho tiempo. Había demasiada historia entre Effeta y yo. Historia que no tenía la intención de repetir.
El momento de marcharse estaba aquí, pero todavía no tenía ni idea de a dónde iba a ir y qué iba a hacer igual que había estado tres semanas atrás.
—Me gustaría que estuvieras aquí, mamá. No sé qué hacer y no tengo nadie a quien preguntarle —susurré mientras estaba allí sentada en el silencioso cementerio. Quería creer que ella podía oírme. No me gustaba la idea de ella estando bajo tierra, pero después de que mi hermana gemela, Gissela, hubiera muerto me había sentado aquí en este lugar con mi madre y nos gustaba hablar con Gissela. Mamá había dicho que su espíritu estaba pendiente de nosotras y que podía oírnos. Así que quería creer eso ahora.
—Soy solo yo. Te echo de menos. No quiero estar sola… pero lo estoy. Y tengo miedo. —El único sonido era el susurro de las hojas en los árboles—. Una vez me dijiste que si escuchaba realmente fuerte sabría la respuesta en mi corazón. Estoy escuchando, mamá, pero estoy tan confundida. ¿Tal vez podrías ayudarme señalándome en la dirección correcta de alguna manera?
Descansé la barbilla sobre mis rodilla y cerré los ojos, negándome a llorar.
—¿Recuerdas cuando dijiste que tenía que contarle a Effeta cómo me sentía exactamente? Que no me sentiría mejor hasta que lo dejara salir todo. Bueno, justo hice eso hoy. Incluso si él me perdona, nunca será lo mismo. No puedo seguir confiando en él para las cosas, de cualquier modo. Es el momento de que resuelva las cosas por mi cuenta. Es solo que no sé cómo.
Solo preguntárselo me hizo sentir mejor. Saber que no obtendría una respuesta parecía no importar.
La puerta de un coche se cerró de golpe rompiendo la paz y dejé caer mis brazos de mis piernas y me giré hacia atrás para mirar hacia el aparcamiento, vi un coche demasiado caro. Girando mis ojos para ver quién se había bajado del coche, abrí la boca y me puse de pie de un salto. Era Fran. Estaba aquí. En el cementerio… conduciendo un coche que parecía muy, muy caro.
Su largo cabello estaba recogido sobre su hombro en una coleta. Una sonrisa tiraba de sus labios cuando mis ojos se encontraron con los suyos. No me podía mover. Tenía miedo de que me estuviera imaginando cosas. ¿Qué estaba Fran haciendo aquí?
—No tienes un teléfono móvil, ¿cómo diablos se supone que voy a llamarte y a decirte que voy a patearte el culo si no tengo un número al que llamar, eh? —Sus palabras no tenía sentido, pero solo oír su voz me hizo recorrer a la carrera la distancia entre nosotras.
ESTÁS LEYENDO
Nunca demasiado lejos
Fanfiction(Segunda parte de la adaptación Demasiado Lejos). Él guardaba un secreto que destrozó su mundo. Todo lo que ella sabía ya no era cierto. Angie no podía dejar de amarlo, pero sabía que nunca podría perdonarlo. Ahora estaba de vuelta en casa y aprend...