Princesa de lila

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Hinata se mordió el labio inferior con el superior, tenía la cabeza inclinada hacia abajo pero levantaba los ojos alegres hacia su esposo. Él ya la había visto más radiante que de costumbre en las últimas semanas, pero supuso que lo más probable era porque había obtenido el rango jonin y su padre estaba tan orgulloso que hasta la había abrazado, "¡Me abrazó, Itachi!, ¡Papá me abrazó! ¿Puedes creerlo?", se veía tan linda en esos momentos, pero ahora no estaba tan seguro. Hinata llevaba un secreto en la mirada y él quería descubrirlo.

—¿Qué? —Itachi sonrió de medio lado, divertido por el juego de adivinanzas.

La joven estaba por abrir la boca y soltar todo pero antes la puerta de la casa se escuchó y el grito enojado de un hombre hizo que Itachi se levantara rápido del comedor.

—Esos Uchiha, un día acabarán con nuestra tranquilidad. —Se excusó apenado y fue para abrir.

A lo lejos Hinata escuchó unas pisadas bastante pesadas. Sasuke siempre hacía eso cuando quería decir "Ya llegué a ver a MI hermano". Ciertamente nunca había tenido muy buena relación con su entonces cuñado. En algún momento los escuchó "discutir" el hecho de que "Por culpa de tu papel de esposo ya no podemos entrenar como antes". Itachi siempre le dijo que Sasuke era un celoso de lo peor, pero Hinata no se imaginó nunca la magnitud.

—Hola, Hinata. —La saludó entrando al comedor por sorpresa. Hinata dio un sobresalto y después correspondió al saludo con amabilidad, invitándolo a comer —. No, gracias. Estoy llevando dieta especial, ya sabes, ser ANBU requiere de un régimen disciplinado. En realidad vine porque es el aniversario de la muerte de Obito y siempre vamos a dejarle un arreglo floral.

—Ah, sí, es hoy. Ya fui temprano a pedir el arreglo con Ino, solo es cuestión de ir a recogerlo.

—Sí, está bien. ¿Te importa si lo hacen ustedes? No me gusta mucho ir a la florería. Los veo en el cementerio, ¿bien?

—De acuerdo, Sasuke-kun. —Asintió. Itachi reapareció, dejando que su hermano menor saliera por su cuenta.

—Siempre dándote órdenes. Lo siento.

—Sasuke-kun me agrada, de verdad. Es muy divertido.

—Sí bueno, dejemos la genialidad de Sasuke a un lado y mejor vámonos. No quiero que se nos haga tarde.

"Tú eres igual de mandón", Hinata puso los ojos en blanco pero se levantó a la orden con una sonrisa curiosa. Se lavó los dientes perfectamente y se acomodó el cabello muy bien porque estarían Fugaku y Mikoto. La señora era genial, siempre compartiendo recetas de cocina y consejos de tejido, pero Fugaku era otra cosa diferente. A decir verdad le tenía miedo a su suegro, ¿miedo? Más bien terror. Era severo y siempre tenía esa mirada de reprobación ante todo, y más con ella, por eso entendía a Sasuke y su comportamiento sobresaliente. "No tienes bien acomodado el cabello", "Hinata, por favor, si puedes, la próxima vez ven a la cena un poco más tradicional", "Hinata, veo a Itachi menos musculoso, ¿sí está siguiendo el entrenamiento que le di?", eso y más. A Hinata la estresaba.

—Ya tranquila, es el aniversario de Obito-san, Oto-san no va a decirle nada a nadie.

—Eso lo dices porque no eres Sasuke o yo. —dijo dándose el último toque. Llevaba un buen vestido negro con manga larga y unas sandalias marca "Senju" que eran muy bien vendidas en la aldea porque eran del mismo diseño que usó la Godaime en su mandato.

Llegaron por las flores, un hermoso arreglo claveles, rosas y follaje verde, todo muy bonito. Itachi lo cargó obviamente y juntos caminaron hacia el cementerio. Eran una pareja sumamente hermosa. Itachi era un capitán ANBU muy reconocido, siempre alto y con el porte firme, en ese momento llevaba un simple uniforme estándar con su chaleco verde y aun así se veía cual dios bajado a la tierra, su perfecto cabello largo y siempre sujetado hacia abajo y el protector ninja que lo identificaba como un miembro de Konoha. Las chicas lo amaban, pero habían sabido respetar su matrimonio con la princesa Hyuga, quien según sus fans ella era "digna" de un Uchiha como él. Y Hinata era un ángel entre los mortales, siempre delgada y con curvas perfectamente puestas en su lugar las cuales con vergüenza siempre trataba de opacar pero era imposible, su tez suave y blanca, su largo cabello azulino siempre suelto, tan brilloso y lindo, y sus ojos con un deje lila, tan tiernos al igual que sus labios, siempre el inferior más grueso. Al menos eso es lo que pensaba Kakashi quien los veía caminar a lo lejos, cuando de pronto Hinata volteó hacia atrás, descubriéndolo y sonriéndole cual sol.

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