ARIEL (CAPITULO CINCO)

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Siguieron avanzando sin distraerse ni desconcentrarse ésta vez, así no volverían a caer en ninguna emboscada. Así no fueron atacados ni detenidos por nadie mientras avanzaban. Estando casi al umbral del palacio en cuestion surgió una niebla densa y oscura que los envolvió paralizandolos a los dos.

Aunque bloquearon esa parálisis con sus habilidades instantes después, ninguno tuvo fuerzas para seguir en pie. Mientras iban perdiendo la conciencia miraban la puerta del palacio que se alzaba a tan solo pocos metros de ellos.

Estuvimos tan cerca”

Pensó el príncipe dragón mientras se desvanecía hasta ser sumergido en un oscuro sueño. Ariel miró la puerta codiciosamente a medida que era arrastrado al mundo de los sueños y las pesadillas: “No me vencerán”. Fue lo último que pensó antes de perder la conciencia.

Al despertar el príncipe dragón se encontraba en una jaula escarlata cuyos barrotes brillaban con intensidad. Estando algo mareado y confundido todavía respiró entrecortadamente.

Miró a su alrededor mas allá de los barrotes y solo alcanzó a ver paredes blancas y rojas, al alzar la vista vió que la jaula donde él permanecía, estaba sujeta al techo mediante una sólida cadena roja también.

¿En qué momento lo llevaron allí? ¿Y dónde se encontraba realmente? Colocándose de pie se dirigió a la puerta pero al tocar sus barrotes sintió una descarga eléctrica recorrerle su cuerpo y arrojarlo al suelo nuevamente, el mareo regresó intensificado. Le dolía cada músculo de su cuerpo, temblando miró la puerta en cuestión. La cerradura estaba hecha de un color diferente, era negra y dorada.

El príncipe dragón podía sentir la maldad impregnar esa cerradura, estaba hecha del mismo material que el medallón que su amigo Ariel llevaba al cuello. Frunció el ceño al percatarse de ello. ¿Qué estaba ocurriendo aquí?
Ariel estaba…¿atrapado así también? ¿O sería otra cosa?

Incorporándose nuevamente respiró profundo y volvió a acercarse a la puerta, pero ésta vez primero se sujetó de uno de los barrotes antes de tocar la cerradura. La descarga eléctrica volvió a envolverlo pero no consiguió derribarlo en esta ocasión.

El príncipe dragón pudo ver el alma de su amigo Ariel que permanecía encerrado en una cápsula negra en la oscuridad. Pero no se daba por vencido, aún allí desde su prisión seguía luchando por su vida.

Fue testigo de la continua lucha que sostenía su amigo consigo mismo y la oscuridad, no era un enfrentamiento fácil muy por el contrario.

Necesitaba fuerzas y era lo que se le iba extinguiendo lentamente pero la fortaleza de su amigo lo dejó perplejo ¿cómo podía alguien en semejante estado seguir luchando sin perder la esperanza de recuperar la libertad?

Cuando alejó su mano de la cerradura la imagen de Ariel  se desvaneció, él respiró hondo otra vez. No podía seguir contemplando semejante batalla tan desigual, no era justo para su amigo.

Pero él sabía que si lograban juntar los dos poderes del reino no solo unirían a los de su raza con los dragones de fuego, también fortalecería la luz de Ariel, antes de que este se marchase de ese mundo haría algo por él.

Pero primero tenía que escapar de esa prisión o no solo su amigo estaría perdido, cuando desvió La mirada hacia abajo sujetando los barrotes supo ¿porqué sentía tanto calor? ¡Estaba sobre un estanque de lava!

Aterrado retrocedió hasta quedar en el centro de la jaula que con cada paso que daba se movía, su corazón comenzó a latir con  fuerza a medida que el pánico lo envolvía.

¡¿Cómo podría escapar?! Esa jaula suprimía su poder de transformación, hecho que le impedía volver a su forma original. Tendría que escapar sin sus poderes de dragón.

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