Capítulo 44 - ¿A qué punto?

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Para cuando todos se fueron, los únicos dentro de la casa fueron Verónica y David. Ambos se mantenían en silencio junto a la fogata, bebiendo café caliente. El vapor rozaba los labios de Verónica, su mirada hinchada lucía perdida, era la primera vez que sus ojos no irradiaban su característica chispa. Y David al notar eso no pudo evitar entristecer, pensó en diversas formas para hacerla sonreír, al menos un gesto que le causara cosquillas para que el brillo en ella volviera. Pero comprendía que en ese momento era difícil hacer algo, consolarla podría irritarla, aunque tampoco quería dejarla sola. Suspiró en sus adentros y miró la fotografía pegada en la pared. Cuando vio el rostro del padre lo primero que pensó fue "es verdad, no hay hombre que la haga tan feliz como usted, se ha ido ¿qué puedo hacer yo? Ilumíneme" sus acciones en el pasado habrán sido cuestionables, pero en el presente había hecho las pases con el señor y consigo mismo, comprendiendo también que su actitud alejaría a Verónica y no quería perderla.

"Nena, ¿quieres que te traiga algo para comer?"

Pero ella hizo caso omiso, aún perdida en el fuego de la fogata. El único brillo que David podía presenciar en sus ojos era cuando dichos se enrojecían y volvían a inundarse en lágrimas, cada vez que miraba el fuego sus ojos castaños brillaban más, por tristeza. David suspiró, se acercó a la par y rodeó sus hombros con su brazo. La cabeza de Verónica cayó lentamente sobre su hombro, de nuevo volvió en sí pero para estallar en llanto. David besó su cabeza e inspiró profundo, le partía el alma verla así, pues no era común.

"Cualquier cosa que necesites sabes que yo estaré aquí"

Ella asintió, con amargura.

"En estos momentos difíciles no quiero dejarte sola"

"Lo extraño mucho David... lo extraño, quiero a mi papá"

"Piensa que está aquí, justo aquí frente a nosotros y te toma del rostro y limpia tus lágrimas, no le gustaría verte así ¿verdad?"

Negó entre sollozos.

"Yo tampoco quiero verte así, haré cualquier cosa para que te animes ¿de acuerdo?"

Asintió.

"¿Qué es lo que quieres hacer? ¿Continuar con tus estudios de medicina? Conozco de personas que pueden ayudarte"

"Sí..." dijo en un hilo de voz "lo tengo planeado, pero ahora mismo me es difícil concentrarme"

"No hay que apresurarse, todo lleva tiempo"

De nuevo la fundió en un abrazo y los recuerdos se desvanecieron. William continuaba tranquilo mientras tocaba, se estaba acostumbrando a las historias tristes y a las pérdidas. Era tal, que las lágrimas ya no lograban conmoverlo, pero si ponerlo pensativo. Era consciente de que incluso si quisiera hacer algo al respecto era imposible, esos recuerdos eran del pasado, la persona que veía ahí ya no existía más, ahora era su espectro lo que hablaba. La chica que lloraba en esa ilusión había muerto y la respuesta que buscaba William era ¿por qué? No había sido la tristeza, había otro motivo para que se convirtiera en un espectro vengativo. Aunque el menor a su lado no parecía percatarse de ello y su llanto hizo que William hiciera una mueca.

—Vamos Darien, no es para tanto

—¿¡No es para tanto!? ¡Maestro, esto es muy triste!

—Hmm, si supieras las historias de otros espectros a los que he ayudado no podrías soportarlo

—¿Cómo puede usted hacerlo? ¿No se siente herido?

—¿Por qué habría? No conocí a estas personas en vida

—¡Pero fueron seres vivos! Y como nosotros también tuvieron una historia, un latido y una vida ¿no cree que es suficiente para llorar por ellos?

Sonata espectral de un alma solitaria. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora