Angie
Los tablones de madera crujieron debajo de mis pies mientras retrocedí un paso en el pórtico de la casa de Granny Q. Dejé que la puerta de tela metálica se cerrara detrás de mí con un ruidoso golpe antes de recordar que era vieja y sus resortes hace mucho tiempo estaban oxidados. Había pasado muchos días de mi niñez en este pórtico bombardeando guisantes con Effeta y Granny Q. No quería que ella se molestara conmigo. Mi estómago se retorció.
—Siéntate, niña, y deja de lucir como si estuvieras a punto de llorar. Dios sabe que te amo como si fueras mía. Pensé que lo serías algún día. —Sacudió su cabeza—. Estúpido chico, no pudo ponerse las pilas. Esperaba que se hubiera dado cuenta antes de que fuera demasiado tarde. Pero no lo hizo, ¿lo hizo? Te fuiste y encontraste a alguien más.
Esto no había sido lo que yo esperaba. Tomé el asiento enfrente de ella y comencé a bombardear guisantes, así no tendría que mirarla. —Effeta y yo terminamos hace tres años. Nada de lo que está pasando ahora le afecta. Él es mi amigo, eso es todo.
Granny Q pronunció un “umm” y se movió en el columpio del pórtico donde estaba sentada. —No creo eso. Ustedes eran inseparables de niños. Incluso de niño no podía quitarte los ojos de encima. Era gracioso de ver cuánto te adoraba y él ni siquiera se daba cuenta. Pero los chicos llegan a la adolescencia y se olvidan momentáneamente de sus intereses. Odié que lo hiciera. Odié que te perdiera, niña. Porque no habrá otra Angie para Effeta. Tú eras para él.
Ella no había mencionado mis pruebas de embarazo. ¿Siquiera sabía que las había comprado? No quería recapitular mi pasado con Effeta. Seguro teníamos historia, pero había mucha tristeza y arrepentimiento que yo no quería tocar. Vivi en una mentira que mi padre construyó en ese entonces. Recordarlo dolía.
—¿Effeta se ha pasado por aquí hoy? —pregunté.
—Sí. Vino esta mañana a buscarte. Le dije que no habías regresado a casa desde que te marchaste en la mañana. Él lucía preocupado, se fue sin decirme nada más. Aunque había estado llorando. No creo haberlo visto llorando alguna vez. Por lo menos, no desde que era un niño.
¿Había estado llorando? Cerré mis ojos y dejé caer los guisantes en el balde grande que Granny Q estaba usando. No se suponía que Effeta se molestara. No se suponía que llorara. Me había dejador ir hace mucho tiempo. ¿Por qué esto era tan difícil para él? —¿Hace cuando fue de eso? —pregunté, pensando sobre las horas que habían pasado desde que le había desnudado mi alma en el estacionamiento de la farmacia.
—Ah, hace como nueve horas, creo. Era temprano. Él era un desastre, niña. Al menos ve a buscarlo y habla con él. No importa cómo te sientas sobre él ahora, necesita escuchar de ti que las cosas están bien.
Asentí. —¿Puedo usar tu teléfono? —pregunté, poniéndome de pie.
—Claro que puedes. Come una de esas tartas fritas mientras estas ahí. Hice suficientes para un ejército después de que saliera corriendo esta mañana. Son de tu sabor favorito —dijo.
—Cereza —repliqué y ella me dio una sonrisa. Podía ver tantas cosas en los ojos de ella. Conocía a Effeta. Nada de él me sorprendía. Lo entendía. Teníamos un pasado. Amaba a su familia y ellos obviamente también me amaban. Eso era seguro.
Fran estaba parada en el otro lado de la puerta sorbiendo de su vaso de té helado y tendiéndome el teléfono. Ella había está escuchando. No me sorprendía.
—Llama al chico. Termina con eso —dijo.
Tomé el teléfono y entré a la sala de estar para darme algo de privacidad antes de marcar el número de Effeta. Lo sabía de memoria. Él tenía el mismo número desde que obtuvo su primer celular cuando tenía dieciséis.
—Hola —Vino su respuesta. Podía escuchar la vacilación en su voz. Algo andaba mal. Sonaba como si hablara a través de su nariz.
—¿Effeta? ¿Está bien? —pregunté repentinamente preocupada por él.
Hubo una pausa entonces un largo suspiro. —Angie. Sí… estoy bien.
—¿Dónde estás?
Aclaró su garganta. —Estoy, uh... Estoy en Guatemala.
¿Estaba en Guatemala? Me hundí en el sofá detrás de mí y agarré el teléfono más fuerte. ¿Le estaba diciendo a Dennis? Mi corazón se golpeó contra mi pecho y cerré mis ojos apretadamente antes de preguntar—: ¿Por qué estás en Guatemala? Por favor, dime que tu no… —No podía decirlo. No con Fran en la otra habitación y era más que probable que me estaba escuchando.
—Necesitaba ver su rostro. Necesitaba ver si él te ama. Necesito saber… porque, solo necesito saber. —Eso no tenía ningún sentido.
—¿Qué le dijiste? ¿Cómo lo encontraste? ¿Lo encontraste? —Tal vez no lo había encontrado. Tal vez podía detenerlo.
Hubo una risita dura al final de la otra línea. —Sí, lo encontré, vale. No fue realmente difícil. Todos saben donde vive el hijo de la estrella del rock.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios… —¿Qué le dijiste? —pregunté lentamente como si el horror me invadiera.
—No le dije. No te haría eso. Dame algo de crédito. Te engañé porque yo era un idiota adolescente caliente, pero maldita sea, Angie, ¿cuándo vas a perdonarme? ¿Pagaré por ese error el resto de mi vida? ¡Lo siento! DIOS, estoy tan arrepentido. Volvería atrás y lo cambiaría todo si pudiera. —Se detuvo e hizo un gruñido que sonó como si estuviera herido.
—¿Effeta, que está mal contigo? ¿Estás bien? —pregunté. No quería admitir lo que había dicho. Sabía que estaba arrepentido. Yo también. Pero no, nunca iba a dejar pasar eso. Perdonar era una cosa. Olvidar era otra.
—Estoy bien. Solo estoy un poco golpeado. Digamos que al tipo no le alegro verme, de acuerdo.
El tipo. ¿Dennis? ¿Lo había herido Dennis? Eso no sonaba como Dennis en absoluto. —¿Qué tipo?
Effeta suspiró. —Dennis.
Mi mandíbula cayó abierta mientras miraba fijamente al frente. ¿Dennis había herido a Effeta? —No lo entiendo.
—Está bien. Conseguí una habitación para la noche y estoy durmiendo para olvidar eso. Estaré en casa mañana. Tenemos cosas que hablar.
—Effeta. ¿Por qué te hirió Dennis?Otra pausa y luego un suspiro cansado. —Porque le pregunté algunas cosas que él pensó que no son de mi incumbencia. Estaré en casa mañana.
Le preguntó. ¿Qué tipo de preguntas?
—Angie, no tienes que decirle. Yo cuidaré de ti. Sólo… necesitamos hablar.
¿El cuidará de mí? ¿De qué estaba hablando? No iba a dejarlo cuidar de mí.
—¿Dónde estás exactamente? —pregunté.
—En algún hotel justo a las afueras de Guatemala. Ellos piensan que todo aquí es de mejor calidad. Todo aquí cuesta cinco veces mucho más.
—Bien. Quédate en cama y te veré mañana —repliqué, entonces colgué.
Fran dio un paso en la habitación. Levantó una de sus oscuras cejas mientras me miraba, esperando. Ella había estado escuchando. Sabía que lo haría.
—Necesito un aventón a Guatemala —Le dije levantándome. No podía dejar a Effeta tumbado y herido en la habitación de un hotel, no podía arriesgarme a que regresara y tratara de hablar con Dennis otra vez. Si Fran pudiera llevarme ahí, yo podría checarlo y después llevarlo a casa.
Fran asintió y una pequeña sonrisa tiró en sus labios. Podía decir que intentaba ocultar lo feliz que estaba de escuchar eso. No me quedaría allí. Ella no debía hacerse ilusiones. —Esto es solo por Effefa. No estoy… no puedo quedarme allá.
No aparentó creerme. —Seguro. Lo sé.
No estaba de humor para convencerla. Le entregué el teléfono y regresé a mi habitación temporal para empacar algunas cosas.
Angie se va a Guatemala pero solo a buscar a Effeta, ¿le creemos?
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Nunca demasiado lejos
أدب الهواة(Segunda parte de la adaptación Demasiado Lejos). Él guardaba un secreto que destrozó su mundo. Todo lo que ella sabía ya no era cierto. Angie no podía dejar de amarlo, pero sabía que nunca podría perdonarlo. Ahora estaba de vuelta en casa y aprend...