XVII. [P.2] S U F I C I E N T E

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[ Simón ]

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[ Simón ]

Mi auto jamás en la vida había albergado a tantas personas, por lo general sólo yo me subo en él o en ocasiones Nathalia. Hoy conduzco para dos personas más, porque el abogado de mi padre se ha negado rotundamente a dejar a un ex-convicto solo deambulando por la calle y con la libertad de hacer lo que se le venga en gana. Coincidimos en ese punto porque Juan Vargas no es la persona más confiable del mundo.

Llamé a Villa antes de dirigirme al hospital, como era de esperarse se mostró angustiado y acordó que nos veríamos en el hospital.

- Ahora que estás libre no quiero que hagas alguna estupidez. - Mi mirada no se despegó en ningún momento de la carretera, desviarla estaba por demás. Él sabía perfectamente que mis palabras iban en su dirección. No le tomó mucho deducir qué intentaba decirle porque una pequeña risa escapó de su boca. - ¿Te parece gracioso? - Pregunté irritado.

- Sí. - Respondió; sentí su mirada posarse en mi cuello, por supuesto, sabe que me molesta que hagan eso. - ¿Qué pasa, Simón? Luces nervioso.

Tragué saliva. Este viejo está siendo un dolor de cabeza.

- No me digas que te preocupa que me encuentre con el chico un día de estos. - Sonrió. - Habrán pasado años, pero aún sigo siendo tu padre, te conozco de los pies a la cabeza... Tranquilo, no tengo el más mínimo interés en entablar una conversación con el hijo maricón de ese bastardo.

Apreté los dedos en el volante, intentando calmar mis intenciones de borrarle esa sonrisa con mi puño. Aunque lo único que hice fue recriminarle en mi mente una sola cosa.

"Su nombre es Juan Pablo, viejo idiota."

No me refiero a eso, sino a que un día de estos se te pueda ocurrir acercarte a los Villamil y echar a perder todo lo que hemos logrado. Todo lo que he logrado.

No soy tan estúpido Simón. A estas alturas Mauricio ya debe estar enterado que estoy libre, pero no que me encuentra tan cerca de él y su familia de mierda... No me voy a arriesgar a que lo sepa ahora y haga que su hijo se separe de ti.

─ Oh claro, no me gustaría perder a Juan Pablo. ─ Respondí con sarcasmo. No dijo nada más, lo cual agradezco; el camino al hospital sería más tranquilo sin su voz molesta taladrando mi cabeza.

El abogado lucía incómodo en el asiento trasero del auto, lo comprendo, en sus años de estudios en leyes y normas que no le importan a nadie seguramente no venía incluido soportar la discusión de una padre con su hijo sobre su relación hecha mierda y las vidas que planean destruir. Este hombre debe tener mucha paciencia, si yo fuera él hubiera abierto la puerta del auto y saltaría de él, aunque esté en movimiento.

Pero claro, al viejo no le importan mis nervios ni la jodida migraña que me ataca desde la mañana, con Nath reclamándome por largarme de su casa como si fuera un bandido, Martín en el hospital y Villa con sus mensajes que me hacen sentir miserable. Este último sentimiento es el que más me preocupa y me mantiene irritablemente frágil, temeroso y con dudas. Últimamente su presencia no me molesta tanto como antes y si con un poco de mi repele hacia él logró mantenerme despierto toda una noche, no me imagino cómo sería mi vida si su presencia dejara de molestarme por completo.

R E V E N G E | Villargas / IsargasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora