Problemas Intestinales

17 1 0
                                    


El cenar con Jesús le había sentado realmente bien, había sido una cena de lo más informal, de hecho, habían ido a una hamburguesería local y se habían pasado más de dos horas hablando mientras cada uno devoraba con creciente apetito su propio menú.

Las horas no se habían hecho para nada pesadas, ambos parecían disfrutar de la compañía ajena, se había olvidado por completo del conflicto de la tarde, como si no hubiera ocurrido, solo existía aquel momento con el médico.

Jesús le dejo en la puerta de casa pasada la media noche, se despidió con la mano y se marchó hacia el interior de casa donde Mishka le esperaba para recibir su ronda de mimos y le llenara el platito de comida.

-Hola minino... perdona que llegue tarde, pero créeme, ha merecido la pena, de hecho, le gusta la pizza con piña, es jodidamente perfecto incluso en eso- hablaba solo mientras le llenaba el cuenco de comida y le cambiaba el agua por una limpia.

Tras haber alimentado a su pequeña amiga, fue al cuarto de la lavadora, dejando su uniforme sucio dentro, por la noche lo lavaría, por suerte tenía otro de recambio y la secadora se ocuparía del resto, pero aquello ya lo haría por la mañana, necesitaba dormir, demasiadas emociones en un solo día, habían pasado cosas buenas, pero también cosas horribles.

Con aquellos pensamientos se dejó caer sobre la cama, ni siquiera se desvistió, comprobó el móvil, tenía un mensaje de Laura, seguramente estaba preocupada por el

"No te comas la cabeza por Carolina Ian, piensa que el doctor Torres te ha llevado a casa, nos vemos mañana y cuídate"

-No lo sabes bien Laura, ha sido una noche genial- cerró los ojos quedándose dormido casi sin darse cuenta, antes incluso de que Mishka se apoderase de nuevo de la cama.

El sonido del despertador arrancó a Ian de sus sueños a las once de la mañana, tiempo suficiente como para darse una ducha, comer algo y poner el uniforme en la secadora, ya se ocuparía por la noche de plancharlo y de arreglar un poco la casa, aunque viniese la chica de la limpieza casi cada día a Ian no le importaba limpiar y ayudar un poco en casa.

Se aseguró de dejar la puerta y las ventanas cerradas, comida y agua para la gatita y cambió la tierra del arenero antes de marcharse hacia el hospital, estaba de tan bueno humor que decidió ir a pie, aunque no estaba lejos, era todo subida y hacia un poco de calor, pero aquello no le importaba.

Se entretuvo un poco mientras se cambiaba de ropa y guardaba sus cosas en la taquilla, no tenía realmente ganas de ir a la unidad, pero por otra parte quería ir solo para ver si Laura o Jesús estarían por allí.

-Ian! – José salió de entre las taquillas para acercarse a su compañero de turno – todo bien? Ayer tu enfermera se pasó de la ralla

-Hola José, sí, todo bien, Carolina siempre se pasa, está loca te lo digo yo, o eso o es muy cruel- respondió a su compañero mientras los dos se encaminaban hacia su destino

-O las dos cosas, mi enfermera me ha dicho que no me acerque a ella –hablaba despacio y entre susurros por si se cruzaban con aquella mujer

-Pues hazle caso, mientras menos sepa de tu existencia mejor –cada vez más pensaba en que quizás un cambio de enfermera le vendría bien

-Ya, oye, tome los datos de tu paciente de la ultima hora, luego te los paso –No tenía por qué hacerlo, pero tras ver lo que había ocurrido José pensó en que quizás aquello ayudaría un poco más a Ian

-Oh, gracias tío, te debo la vida – no esperaba aquel gesto por parte de su compañero, le había ayudado en su trabajo y eso era muy importante

Cuatro SemanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora