URIEL (CAPITULO ONCE)

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Había caído en la trampa de su hermano como un idiota. Recordaba haberlo perseguido durante tantos días sin cesar desde  que la oscuridad lo hubo infectado. Ariel se vió obligado a huir lo más lejos posible para no dañar a nadie. Pero irreversiblemente la oscuridad lo consumiría cambiándolo completamente y él, Uriel, tenía que detenerlo y salvarlo.

Lo buscó tanto tiempo, no abandonó la búsqueda. Hasta que finalmente lo había encontrado, al fin lo hubo localizado. Cuando estuvo frente a frente fue un tonto ya que creyó que su gemelo todavía seguía con el control. Grave error y demasiado tarde lo comprobaba.

Jamás creyó que Ariel le pudiese hacer algo tan cruel, ni en sus peores temores imaginó que lo arrojaría a la dimensión oscura encerrándolo en aquel siniestro lugar. Por tal razón cuando fue empujado a ese lugar contempló desconcertado el rostro de Ariel preguntándole:

“¿Por qué hermano? ¿tan dominado estás?” .

La sonrisa satisfactoria que Ariel tenía lo enardeció al punto de decirle con su mente:

No importa a dónde me arrojes hermano, volveré por ti. Tenlo por seguro”.

La puerta se cerró frente suyo y la oscuridad lo envolvió completamente, devorándoselo integro. Caía  y seguía cayendo en aquel abismo oscuro y sin final, por más que lo intentaba no lograba recuperar el control de su cuerpo ni de su poder ya que parecía estar dormido lo segundo y siendo sometido lo primero.

Pero aquello no podía durar por mucho tiempo, en algún momento debía detenerse y estaría preparado.  Su respiración se entrecortaba por la desesperación y la frustración.  Solo podía verse a si mismo por su poder que emergía de su cuerpo mismo pero nada más, todo lo que lo rodeaba era siniestro y oscuro. Aquella oscuridad lo envolvía al completo. Repentinamente la velocidad comenzó a mermar y la densidad del ambiente se tornó más espesa.
Estaba llegando al final de aquel pozo siniestro.

Uriel pensaba en la manera de volver junto a Ariel ya que no podía dejarlo así, debía salvarlo de la oscuridad pero primero tendría que encontrar la manera de salir de allí no bien haya llegado al duro suelo. Cuando su cuerpo chocó contra la superficie fría y dura sintió que le faltaba el aliento por la súbdita  atmósfera que rodeaba aquel lugar.

Su vista comenzó a adaptarse a esa oscuridad al tiempo que su cuerpo era inmovilizado repentinamente por algo extraño. Transcurrieron unos minutos, al menos eso creyó Uriel, antes de que pudiera ver con claridad dónde estaba. Era un desolado paisaje muerto cuyos tonos variaban entre el negro y el gris.

El estaba sobre una hierba gris oscura que lo envolvía al completo con las negras lianas que emergían debajo de la misma aprisionándolo. Sus brazos y piernas habían sido enlazados y detenidos sin esfuerzo alguno y por más que él lo intentara no conseguía librarse.  Forzado a contemplar el firmamento vio la oscuridad envolvente y las lejanas estrellas brillantes. Más allá una luna azul oscura bañaba el paisaje con sus rayos azules. Sus poderes no lograban destruir aquellas lianas que parecían estar hechas de acero y seda a su vez.

Esas lianas seguían envolviéndolo por el resto de sus piernas, brazos y torso, ajustaban demasiado al punto que apenas podía respirar. Sus fuerzas iban siendo drenadas con extrema rapidez pero él no dejaría de luchar por su libertad. Continuamente presionaba para romper aquellas infernales ataduras sin importarle que su piel estaba siendo lastimada.
¿Cuánto tiempo estuvo así? Lo ignoraba, ya había perdido la cuenta debido a que tanto el sitio como el firmamento mismo no cambiaban, seguían siendo igual. Parecía ser que en ese lugar jamás amanecía ni subía la temperatura ya que el frío congelante seguía invariable al igual que la densa oscuridad.

Llegó un momento en que no pudo más y sucumbió al cansancio cayendo en un desmayo profundo y sin forma.
Lentamente su conciencia fue despertando y luego lo hizo su cuerpo que empezó a moverse o a intentar hacerlo ya que le resulto imposible lograrlo debido a las lianas que seguían aprisionándolo e inmovilizándolo.  Nada había cambiado, el cielo seguía negro, las estrellas continuaban en el firmamento brillando débilmente, el frío congelante seguía invadiendo el lugar junto al velo de oscuridad que lo envolvía todo.  Las duras lianas continuaban sujetándolo con firmeza al duro suelo.

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