EL REENCUENTRO

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Llegaron a una dimensión luminosa, blanca y pacifica donde podrían permanecer el tiempo que ellos quisieran sin inconveniente alguno. La naturaleza al completo les dieron la bienvenida, las criaturas que habitaban ese lugar eran amistosas y muy sociables. Los dos necesitaban descansar y reponer fuerzas por lo tanto allí optaron permanecer una larga temporada. Uriel pudo hacer de Brisa su hija biológica gracias a las habilidades de determinadas criaturas de ese sitio, así la joven pasó a formar parte de la raza de Uriel y obtuvo una singular habilidad: poder abrir y cerrar dimensiones a su antojo.

Sus mismas facciones cambiaron levemente asemejándose más a él, su verde mirada intensifico más aún el color aquel. Y sus cabellos pasaron a ser negros como los de su padre aunque ella podía volverlos verde a voluntad. Conservó sus poderes anteriores pero desapareció de ella el poder camuflarse y adoptar la forma que desease tener hecho que a ella no le importó.

Uriel sintió por primera vez la dicha de ser padre y fue algo simplemente maravilloso para él, disfrutaba de cada instante que pasaba junto a su hija sin ser consiente del tiempo que transcurría. Al amanecer ambos caminaban por doquier explorando aquel magnifico lugar y disfrutando de las criaturas que pasaron a formar parte de sus vidas. El les hubo otorgado a algunas el don de la inmortalidad para que protegieran al resto de los habitantes del lugar de posibles intrusos que podrían llegar de otras dimensiones y causar estragos. El mismo había sido testigo de los grandes problemas que traían determinados seres. Para ello seleccionó a las que poseían formas similares a las personas y que además tenían buenas y curiosas habilidades.

El dolor que llevaba en su alma misma fue atenuándose y casi desapareció luego de una larga temporada de permanecer allí, volvió a reír a carcajadas y a dormir sin sobresaltos ni pesadillas. Brisa también descubrió lo es la felicidad estando allí ya que podía ser auténtica, ella misma sin tener que esconderse por temor a ser descubierta y padecer graves y severos castigos. Ya no era un delito tener poderes ni mucho menos lo era usarlos a su antojo, sino más bien era un placer.

Uriel no perdía la oportunidad de elogiar cada logro de su hija y Brisa terminaba en sus brazos riendo felizmente, ambos se adoraban y respetaban muchísimo. Uriel también la entrenó en el arte del combate y le hubo enseñado a emplear sus habilidades mejor de lo que ya sabía hacerlo, la fue preparando como toda una guerrera hermosa y letal. Sus cabellos eran negros con mechones verdes junto a su rostro y largos hasta su cintura. Brillaban sedosamente, aunque era una niña su cuerpo tenía formas de mujer y muy hermosa por cierto. Ella fue desarrollando la agilidad junto a la velocidad. Así solía competir con las criaturas inmortales del lugar haciendo carreras para ver quién era más veloz y ágil. Casi siempre salía victoriosa Brisa pero había una criatura en cuestión que la superaba debido a su naturaleza huidiza. Aquello la divertía sobremanera.

Uriel se hubo olvidado de Ariel y todo lo referente a su pasado para poder permanecer allí y obtener la paz deseada, aunque no le resultó nada fácil al final lo había conseguido. Por eso podía dormir en calma y reír con gran placer mientras veía las graciosas competencias de Brisa con las criaturas de ese lugar.
Ningún tipo de oscuridad lo envolvía ni lo atormentaba, por tal razón podía ser inmensamente feliz; a eso se le agregaba el hecho de ser padre y su dicha no tenía límites.

Los lobos del lugar se le acercaban con buenas intenciones durante las noches y durante el día al transformarse en personas, tanto hombres como mujeres, seguían siendo tan sociables y amables como lo eran siendo animales. Todos los que vivían en ese sitio eran herbívoros sin excepción por eso no existía el peligro de ser devorados entre ellos mismos.

Aquello era una gran ventaja reconoció Uriel al ver los increíbles resultados de semejante forma de vivir tan simple como amigable.
El poder emplear sus habilidades era otro factor que lo hacía tan feliz como el ser padre, podía desaparecer y aparecer en cualquier parte de ese lugar, escuchar el pensamiento de cada criatura hasta modificar el destino de todos los allí existente. Se sentía libre de todas y cada una de las formas en que podía sentirse una persona, libre para reír, para gritar, para hablar, para expresar sus pensamientos, para ir a donde sea que él así lo desease. Totalmente libre. Esa libertad que hacía tanto tiempo había perdido ahora la había recuperado al fin. Joel también se recuperaba con mayor rapidez ya que percibía la felicidad de su amigo, aquello le daba fuerzas para seguir.

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