Tiempo nuestro

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Las gotas de lluvia adornaban su pequeño ventanal. Aquel pequeño espacio que la conectaba con el cielo y la hacía sentir una estrella especial entre tantas que había.

Marinette había dejado de llorar hace unos meses. Dos, específicamente. Parecía que su mundo se acababa cuando su relación con Gabriel terminó, y de hecho pasó algo muy parecido al apocalipsis. Para empezar, sus padres se enteraron de la atrocidad que estaba cometiendo su hija, e incluso le dijeron a la jovencita que demandarían al diseñador de modas, pero no pasó mucho antes de que el enojo de sus queridos progetores se dieran cuenta de que eso podría en riesgo su estabilidad económica y claro, la reputación de su adorada hija.

Marinette recibió algunas llamadas de Alya, pero no contestó. En una ocasión incluso la llamó Adrien, pero tampoco respondió.

Comenzó a desinteresarse por el arte del diseño de modas, sus notas bajaron, mientras que los rumores no ayudaban en nada. Se empezaron a escuchar palabras a sus espaldas, pero no más que eso. Nadie se atrevía a preguntarle directamente a Marinette qué era lo que había ocurrido, simplemente se inventaron historias.

No fue hasta sus vacaciones, durante dos ciclos escalores después, que Marinette se dio cuenta de que su vida no se estaba acabando. Se sentía así, pero la realidad estaba muy lejos de sus ideas tontas y estúpidas manifestaciones de su ansiedad.

El tiempo pasó, poco a poco. Los insultos fueron disminuyendo, sus padres fueron olvidando el asunto así como ella también lo hizo, y entonces, comenzó a brillar otra vez. Volvió a sonreír, pensando seriamente que todo había terminado y que ahora que había perdido cosas, podría tener espacio en su corazón para agregar cosas nuevas a su inventario emocional.

Pero esa tarde lluviosa le traería un torbellino de emociones de nuevo a su vida.

Terminaba de confeccionar un vestido. Se había ido la luz a causa de la modesta lluvia que parecía más un desfile de relámpagos que una tormenta. Admiró orgullosa su creación: un vestido blanco bellísimo con flores y unas pocas perlas en la falda que era todo menos recta, con un corset blanco que asimilaba al látex y dejaba ver una hermosa figura de quien fuera que lo estuviera vistiendo. Iba a ser su primera presentación, parte de sus prácticas.

Se sentó en su pequeño sofá, cansada.

Marinette Dupain-Cheng, a sus veintiún años, estaba por cumplir su sueño. Su amadísima creación defintivamente era la más hermosa de todas. No estaba segura de que fuese a ser la ganadora, pero al menos sería exhibida como la pieza de arte que era y eso la hacía feliz.

Se tomó un descanso tomando su celular cual había dejado cargando un buen rato. Lo encontró con la batería llena en su mayoría y con ella, un par de notificaciones. La primera era su alarma, pues debía estar a tiempo para enviar los reportes de las telas que había investigado.

La segunda notificación era una noticia: Gabriel Agreste, el diseñador de modas más reconocido del país, había sido captado paseando por las calles del séptimo distrito con una mujer, de la mano.

Marinette abrió los ojos con fuerza, sintiendo un repentino vacío que le nació en el estómago y absorbía todas sus ganas de hacer algo respecto a la presentación dentro de los próximos días.

—Mierda— dijo, sintiendo cómo todo se rompía de nuevo.

Logró calmarse tras respirar profundamente unas cuantas veces, y lo seguía haciendo mientras sus lágrimas caían una a una por sus mejillas y resbalando de su mentón. Pensó en arrojar el teléfono, pero logró calmar sus nervios antes de que estos la dominaran a ella.

Finalmente, como si de un milagro se tratara, su teléfono empezó a sonar. Miró la pantalla y admiró un número que no conocía, por lo que pudo distraerse un momento. Lástima que contestó cuando creyó que todo estaba bien.

—Hola— dijo Marinette, respondiendo con inseguridad

—Hola— murmuró apenas aquella voz que bien pudo reconocer.

Era Gabriel Agreste.

—Gabriel... ¿Por qué me llamas?— Marinette preguntó mientras bajaba la voz y se acercaba a la ventana, la cual había con delicadeza a causa de que al fin la lluvia había cesado.

—Quiero... hablar contigo—

—No deberías. Me enteré hace nada que ahora tienes novia—

Silencio, unos dos o tres minutos de tremendo silencio

—¿Cuándo es tu graduación?—

—¿Mi graduación?—

—Sí... ¿cuándo es?—

—Emm... estoy presentando mis últimas prácticas. Quizás en dos meses...—

—Bueno... quiero pedirte un favor entonces—

Marinette puso atención a sus palabras, cubriendo su boca con su delgada mano después. Sentía que le iba a dar un infarto. Después, literalmente meses y meses sin hablar, ¿cómo se atrevía a hablarle así?

Marinette asintió con la cabeza, y después miró por la ventana.

Estaba saliendo el sol.

Se quedó admirando, cegada por la luz natural, para después mirar su vestido. Lo miró con cierto sentimiento confuso y que le alteraba el corazón.

Finalmente, tomó una pequeña bolsa de mano y salió corriendo de su hogar. Su caminar, el cual era más bien una corretiza por las calles de París llamaban la atención de los peatones que le veía andar con tanta prisa, como si se tratara de una persecución en la que ella la única que tomaba la riendas.

Cuando se cansó, detuvo si paso. Sentía que de seguir corriendo su corazón se saldría de su pecho y moriría, pero en realidad estaba renaciendo. Llegó justo a tiempo para ver, delante de ella, una torre de edificios bellísima, relativamente moderna comparado a lo arcáico de París. Frunció los labios, enderezándose.

Fue ahí cuando lo vio: Adrien Agreste, delante de ella, con unos pantalones negros y una camiseta rosa con detalles amarillos.

—Adrien— fue lo único que pudo decir, antes de ver cómo el exmodelo se arcaba a ella con una sonrisa junto con una pequeña caja en sus manos.

—Hola, Marinette. Llegaste rápido— susurró el muchacho de su edad, quien ya tenía el cabello largo y un nuevo sueño que... o mejor dicho que criar. Tenía apenas un año de nacido, casi dos.

—Vine corriendo—

—Pude notarlo—

Después, ambos rieron.

—Espero Chloé no mire por la ventana...—

—Tranquila, hablé con ella—

—¿Me sigue odiando?—

—Sí, Marinette. Pero... yo ya no puedo seguir haciéndolo. Solo quiero desearte lo mejor—

Marinette para ese momento ya había tomado la cajita con los ojos empapados de lágrimas nuevamente.

—No sabes cómo lo agradezco, Adrien. Haré lo mejor que pueda—

Después, se abrazaron.

Había uno montón de anuncios que hacer.

"Especial" ; {Gabrinette - Gabriel x Marinette}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora