A Cloudy Past

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—Es suficiente de esto — exclamó Solomon tomando una masa con picos, el hombre no tenía paciencia para aguantar más — si el mago usa su magia para dañar el castillo, liquídenlo de inmediato.

—¡No sea tonto! ¡Destruya el castillo! — seguía suplicando por qué entrará en razón.

—¡Que nadie se entrometa! ¡Solo estén atentos por sus hombres! — les ordenó el guerrero de Ardemis.

Tiberius salió del castillo para batirse en batalla con Solomon, este último se sorprendió al tener que lidiar con este hombre conocido, sus armas chocaron sin demostrar compasión, pero el guerrero no dejaba de mirar al Barón Emil, quien poco a poco salía por la puerta con su reluciente lucero del alba.

—Si el usa su arma en nuestra contra todo habrá acabado — se repetía Solomon a si mismo.

El extraño mercenario empujó al líder del ejército para encarar nuevamente a Emil, este apenas pudo responder, interponiendo su arma. El Barón veía como el cuerpo de Tiberius se descomponía con cada golpe que descargaba contra el lucero del alba, su piel se consumía cada vez más rápido, conduciendo al mercenario a un frenesí, el experimentado guerrero solo se mantenía a la defensiva consternado por los efectos sobre el gran hombre.

—¡¿Qué le sucede?! — vociferaba Solomon quien no podía entender cómo se descomponía frente a él.

—¡Esto es el por qué se debe destruir este lugar! — respondía el Barón quien aguantaba los ataques implacables.

El mercenario le conecto un puñetazo en el mentón, logrando hacerle perder el equilibrio, enseguida su arma le corto parte del rostro, envolviendo el rostro de Emil en sangre, para entonces Tiberius había perdido un ojo y la mayor parte de su cráneo estaba expuesto al no poder contener más el poder de Hill's Mortem. Solomon se metió a la pelea aprovechando la oportunidad contra Emil, usando una maza para liquidarlo, sin embargo el Barón Emil notando el peligro próximo empleo su lucero del alba.

—No caeré tan fácilmente — musitó el noble, tras esto una luz consumió al ejército de Solomon, causando un ensordecedor rugido.

Emil se incorporaba en un escenario repleto de una densa capa de polvo en el aire, su cuerpo apenas podía ponerse de pie, solo para ver siluetas andando alrededor, el noble intento tomar “la caída del imperio”, la cual no estaba por ningún lado, lo peor fue que una figura aparecía entre el desastroso escenario, ansioso fue por el enemigo, quedando atónito al descubrir a Cilan.

—¿Tu..? ¿Pero como? Yo, yo te vi muerto — el hombre estaba dolido al ver nuevamente a su amigo, una aterradora idea cruzó su mente — ¿Estoy muerto?

—Fue una buena vida la que viví, no tienes que lamentarte por ello, viví como quise y me fui de la misma forma — sonreía pero no completamente, parecía aguardar aún algo — tu por otra parte, aún tienes cosas que vivir. Aún no has muerto, estás en medio del camino, pero quisiera saber otra cosa ¿Por qué sigues allí? Olvida mi muerte y sigue adelante.

—No puedo, no perdonaré a Eastwood, ni a esa cosa que habita en esta colina, si tengo que matar a todos para derrumbar el castillo que así sea — Emil estaba furioso, lloraba por su amigo.

—Cree en mi, ese camino solo te llevará a la autodestrucción, existe más de lo que tú ves — le confesaba dolido de saber que no poder convencerlo.

—Nadie se ha resistido a un ataque de mi familia, no seré el primero que se retracte, no seré “Emil el pusilánime”, si seré recordando será por “Emil el conquistador” — declaró con ferocidad el noble.

—¡Solo para! ¡Tienes que vivir! — le pedía desesperado por darle una oportunidad más — no hagas que mi vida fue en balde.

—No lo será, yo lo daré todo por el bien de la victoria, está tan cerca — se empeñaba en decir, mientras cerraba el puño en señal de convicción.

Cilan se quedó en silencio con un aura solemne ante su decisión, aún sabiendo que era errónea, pese todo esto sentía que al menos se lo debía como amigo.

—Si realmente no puedes dar marcha atrás, quiero que hagas algo — le pidió un último favor — sujeta con fuerza el lucero del alba.

Instintivamente lo hizo, volviendo al campo de batalla, sus oídos retumbaban, su cabeza daba vueltas, le constaba incorporarse había perdido el equilibrio, la mitad de su cráneo estaba hundido, con laceraciones de un ataque de una maza, su ojo derecho estaba inyectado en sangre, el ataque de Solomon debió conectar en el último instante. El Barón se encontraba en un paisaje devastador, ruinas de lo que antes eran muros adornaban el paisaje de la tarde, restos de pies sobre un suelo mancillado denotar la brutal masacre, algunos otros guerreros evitaron el golpe mortal, pero perdieron extremidades, ellos gritaban, se lamentaban de su fatal estado, entre ellos Stone Mage, quien volvía a arrastrarse tras perder sus piernas, pocas carpas aún se mantenían en pie, en una de ellas estaba Erina, quien aún no volvía en sí, el cadáver de Tiberius se desmoronaba en el suelo, de este casi no quedaba más que su torso con un brazo, pero sus músculos y ligamentos estaban expuestos, se volvía en una masa pastosa rojiza, la cual parecía haber recuperado la cordura, únicamente para agonizar sus últimos momentos.

—¿Q-que he hecho? — se lamento entre los tantos gimoteos y gritos.

«—No te engañes, esto es lo que deseabas, a tus enemigos derrotados a tus pies, el terror en el corazón de los hombres — escuchaba una siniestra voz a sus espaldas, mientras veía un pedazo de la hombrera de Solomon.»

Quedó helado al escucharlo, ya que esa voz tenía razón, la actual situación era lo único que estuvo buscando, esto lo lleno de vergüenza y asco por su propio ser, un desprecio tan amplio que lo llevo a arrojar su lucero del alba, se sentía hastiado por primera vez en su vida de tanta matanza, el sentimiento era tan sobrecogedor que le hacía más difícil aguantar mirar lo que hizo.

—Yo no. Yo no deseaba esto, únicamente la gloria de mantenerme en pie tras mi victoria y esto. Esto se fue de mis manos — intentaba explicarse, pero era más una excusa para si mismo.

«—¿Y como crees que llegas a ello? ¡Ante la absoluta victoria sobre tus enemigos! ¡No esperabas que  abrazarlos, ni mucho menos con discursos! ¡Así con una abrumadora fuerza! — Emil se hiperventilaba al oír estás declaraciones y era como si todos los resultados de sus batallas volvieran sobre él, la imagen de amigos dolidos por las pérdidas de sus amigos, incluso los heridos, los pueblerinos que notaban la presencia de Emil y sus hombres, ellos se aterraban sabiendo lo trágico de su llegada.»

—¡Basta! ¡No! No fue así, nunca a sido así.. ¿O me equivoco? — la duda lo invadió, no podía saber a estás alturas si sus recuerdos eran veraces o únicamente se resaltaban ante su aflicción — no, no puede ser cierto. Me niego.

«—¿A la verdad? ¿Al ver tu verdadera naturaleza? Tu no eres un noble caballero, eres un despiadado conquistador, arrasas con todo a tu paso, dejando solo dolor, miedo y odio. Lo gracioso es que tú eras el único que no lo veía — tras esto solo se oía la descarada carcajada del ente invisible, dejando a un hombre vacío.

—Cilan tenías razón — musitó antes de llorar.

Una figura herida apareció, con una resolución en mente, la venganza, no tenía ningún arma pero no le fue difícil encontrar “La Caída Del Imperio”, escondido entre el polvo levantado vagaba una particular neblina, la cual rápidamente avanzo hasta este vengador, introduciéndose en este. Solomon De Ardemis se incorporó con la arma mágica más temible en manos, inspirado por la afligida alma de Gendel.

—Has hecho un largo recorrido, uno marcado por la sangre, manchas y manchas de sangre, está fue la última — el furioso hombre con un aspecto sombrío le decía al Barón — seré yo quien tenga la satisfacción de estrellar esa cabeza tuya contra el suelo, con tu amada arma.

El noble aficionado a los combates, únicamente se limito a echarle un vistazo al trastornado Solomon, pero no parecía tener la intención de resistirse, su espíritu había sido doblegado ante la cruel revelación, la muerte parecía ser un buen destino para el fatigado noble.

—Hazlo — le pidió Emil en mal estado.

Sin dudas ni miramiento descargo el lucero del alba sobre su anterior propietario sumiendo su cráneo y botándole un ojo por el potente golpe, la sangre le salpicó en el rostro, el cuerpo de Emil cayó sin vida al suelo, el guerrero miro en dirección al castillo.

—Eastwood — susurro de mala gana el hombre de Ardemis.

Marcus gateaba intentando alejarse del castillo, no deseaba seguir ni un minuto más en ese lugar, temía de lo que estaba por ocurrir, era el único con vida sabiendo cuan sediento de sangre era Hill’s Mortem y sabía cuan peligroso era ese puesto, a la distancia pudo ver cómo un grupo iba a su dirección, esto lo dejo con un conflicto en su ser.

El Conde Roland se aproximaba con un gran ejército, a su lado estaba su más leal sirviente Efesto, este hombre opto seguir el camino del auto desprecio.

—Aun recuerdo ese día, hace más de veinte años el Conde llegó a mi villa, en ese entonces era un aprendiz a herrero — evocaba sus recuerdos el sirviente.

Un adolescente Roland bajo de su carruaje, acompañado de su padre, un hombre ya mayor, inmediatamente cuatro guardias los acompañaron, los nobles fueron a visitar sus dominios, pero se notaba venían con intensiones perversas, sobre todo el joven Roland, quien parecía estar buscando a algún tipo en específico, todos los pueblerinos notaron esto así que prefirieron no mirarlos a la cara.

—¿Y bien? ¿Qué te parece esto? ¿Con cuál quisieras practicar? — deseaba escuchar la respuesta de su primogénito.

—¿Puedo escoger a cualquiera? ¡Todos parecen ser del tipo que no me darían gusto! — esbozaba molesto, su padre le había llenado de ilusiones sobre cómo la gente suplicaba y lloraba por vivir al verse al borde de la muerte.

—Hijo, venimos a qué te vuelvas un hombre, quiero dejarte preparado para el mundo antes de mi partida, te he mostrado todo los labores y solo resta que entiendas el significado de tomar una vida y lo como deja huella en uno — le explicaba el hombre mayor, su vástago no le importaba eso, solo deseaba darse gusto.

El grupo llegó a una plaza, dónde varios habitantes paseaban intentando disfrutar el día, en los establecimientos cercanos estaba la herrería dónde trabajaba el joven Efesto, pronto su hermana y su madre llegaron a entregarle su almuerzo, ellas venían del campo, tras trabajar en una de las granjas.

—¿No fue muy pesado el trabajo de hoy? — les preguntaba el niño a su familia, ellas negaron con sus cabezas para luego despedirse.

—Solo escoge, quisiera volver al castillo lo más pronto posible — le regañaba su padre al ver lo indeciso que era Roland, entonces el señaló — ¡Vayan!

Inmediatamente apresaron a la mujer y a la niña, las arrodillaron ante la presencia de los nobles, ellas gritaron temerosas de lo que les deparaba el futuro. Roland se acercó con una daga, su expresión era la de un niño antes de abrir su regalo, su padre solo deseaba terminar con el asunto, únicamente espero a que terminara, los demás pobladores se quedaron horrorizados al ser testigos de los horrores que hacía el joven, al terminar solo dejaron los cuerpos en la plaza como si se tratara de simple basura sin valor, tras horas después de su trabajo Efesto salió de su trabajo, encontrando a un grupo de personas hablando de lo sucedido, sus palabras impactaron al joven, quien al dar unos pasos se encontró con sus despojos, al verlos se tiró a llorar sobre ellos, no existían palabras para apaciguar la pena de Efesto.

—¡Las vengare! ¡Yo mataré al responsable! — vocifero el joven, la mano de un hombre tomo el hombro del huérfano.

—Se trato del joven señor Roland, nunca podrás llegar a él siendo tan transparente, quizás exista una manera de conseguir tu meta — le propuso el hombre de múltiples cicatrices.

—Lo hare.

Desde ese entonces el pasado de Roland y Efesto se vieron vinculados hasta la fecha actual.

Hill's Mortem: Requiem For The Flaming Sword Donde viven las historias. Descúbrelo ahora