Se escuchó como alguien movía una cortina y luego unos rayos de luz lo hicieron parpadear. —Sí, hemos llegado. La casa es sencilla y pequeña comparada con la tuya, pero Alía, Park y Tommy, viven cerca, ellos cocina, limpian y se encargan del jardín.
—Cuando es pequeña es mucho más sencillo de memorizar y navegar. —Le dijo a Zee— ¿Me la mostraras toda? ¿Me hablaras de cada habitación? —Haría lo que fuera, se percató, para asegurarse de que esa voz no se callara.
—Lo haré, te mostraré todo lo que tengo.
—Gracias, has sido tan amable.
Zee le ayudó a bajarse del carruaje, al salir respiró profundamente. Las flores olían increíble, olores pesados que le hacían pensar en colores rojos y azules, otras ligeras y airosas, que le recordaban a los colores como el amarillo, rosado y naranja. Podía ver el verde de los campos y las sombras de los arboles donde comenzaba el bosque. La casa de Zee era una sombra oscura en contraste con ellos. Era agradable.
—Hay unos escalones de piedra en la entrada. Tres en total. — Zee le ayudó a subirlos—. ¿En la parte trasera de la casa? Hay sillas y una pequeña mesa.
—¿Es ahí donde nos sentaremos mientras me cuentas lo que te sucedió? —Respiró profundamente mientras entraba a la casa de Zee. Olía a flores, madera y a sencillez, también a un almizcle masculino que ya había asociado al olor de Zee.
—Sí, el sol está brillando. —La mano de Zee tembló—. Este es el salón principal, la chimenea está frente a ti. ¿Qué tanto puedes ver?
—Está claro, así que debes tener ventanas. La pared lejana está a... ¿unos veinte pasos? Las de los lados están más cerca. Hay algunas formas que podrían ser muebles.
—Sí, divanes y sofás, cojines también.
—Suena cómodo. Se siente cómodo también. Pequeño pero no asfixiante. —Podía oler el humo de la madera, aunque era algo ligero—. Tienes la chimenea aquí, pero no está encendida durante el verano. —Aún sostenía la mano de Zee, complacido de tener la excusa de estar en un lugar nuevo.
—Si, y a la izquierda se encuentran la cocina y el cuarto de baño. Las recamaras y el estudio está a la derecha.
—¿Qué haces en tu estudio? —preguntó.
—Leo, dibujo, respondo correspondencia.
Todas las cosas que él no podía hacer. Aunque no sentía envidia por Zee. No creía poder sobrevivir a lo que fuera que había hecho que esa voz sonara de esa manera, lo que fuera que hubiera cicatrizado esa tibia piel.
—¿A qué habitación quieres ir?
Deslizó sus dedos sobre las manos de Zee, sus parpados moviéndose mientras lo pensaba. —Algo en la cocina huele muy bien.
—¿Te gustaría ir a descubrir si se trata de tartas de manzana o de un pastel?
—¡Oh si! —rió mientras apretaba la mano de Zee, sonriéndole al hombre.
Zee rió. —Si me ves de esa manera tendré que besarte.
—Oh, dime como lo estoy haciendo para poder hacerlo otra vez.
Oh, esa risa era... algo especial. Labios rozaron los suyos, el beso fue demasiado rápido para apreciarlo por completo. —La cocina.
—De acuerdo, —susurró, esperando otro beso, quería escuchar más de esa risa y esa voz.
—No deberíamos... —el beso fue mucho más apasionado, la lengua de Zee penetrando sus labios.
Sus ojos se cerraron, colores explotando detrás de sus parpados eran como disparos rojos, mientras su boca se abría en respuesta. Sus manos se alzaron, acariciando el pecho de Zee. Sus manos se enredaron en su cabello, empujando su cabeza hacia atrás, mientras el beso se tornaba más apasionado.
Gimió, sentimientos desconocidos comenzaron a crecer en su interior. Su gemido le fue devuelto, duplicado, triplicado. Podía sentir como llenaba su boca, sentía como sus manos se presionaban contra el pecho de Zee. Se aferró más, mientras un azul explotaba con el rojo.
—Me haces desear cosas... —Oh, esa voz tenía un timbre distinto ahora, uno que lo hizo temblar y presionarse más contra él.
—¿Qué cosas? —preguntó.
—Yo... cosas inapropiadas, —suspiró Zee, sus dedos acariciándolo.
—¿Qué cosas? —Volvió a preguntar Saint, frotándose contra las caricias, presionándose contra el cuerpo de Zee.
—Yo... cosas que tu familia despreciaría. No soy ni joven ni bello. He visto cosas terribles.
—No están aquí, Zee, solo yo. Y tú eres bello para mí. —Deslizó una mano por el cuello de Zee y luego la movió hacia su rostro, sus dedos deslizándose sobre esa piel cicatrizada nuevamente.
Un suave sonido, como un llanto, se pudo escuchar mientras Zee se dejaba llevar por las sensaciones.
—¿Zee? —Sus ojos trataron de observar la sombra frente a él, sus oídos viéndolo por él, escuchando la respiración errática.
—Acompáñame a la cocina, mi bello. —Tanta tristeza, tanto dolor.
—Lo que desees, Zee. —Mientras decía esas palabras, sabía que eran verdaderas y no era solo por este momento.
—Deseo... —Zee comenzó a moverse, llevándoselo a una cocina cálida, iluminada y con un delicioso aroma.
Apretó la mano de Zee. —Huele maravilloso.
Quería saber que era lo que Zee deseaba, quería saber que nombre ponerle al dolor que comenzaba a desgarrar su abdomen.
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VOZ DE ÁNGEL
FantasiEn un mundo donde la belleza es sobrevalorada, Saint está ciego. Sus padres lo han protegido del mundo, pero su desesperación lo agobia al pensar que será de él por ser tan inútil, por estar roto. En esos momentos aparece Zee, un espía que fue atrap...