CAPÍTULO 26: El Riaok'him Rómulo

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Como usted podrá intuir, estimado lector, El Cementerio De Elefantes es un lugar inmenso que se extiende en miles de hectáreas a la redonda. Así pues, dentro del mismo Cementerio, las sacerdotisas Kokasha y Shimbekh caminaron por varias horas, aguantando el sol abrazador, y esquivando varios cráteres de metano que escupían el líquido hirviendo, hasta que llegaron a donde se encontraba un gigantesco cráneo de elefante, tal vez uno de los más grandes de todo el Cementerio, pero la peculiaridad que éste tenía, era que poseía pintadas huellas de hiena por todas partes, y éstas eran en color azul marino.

"Es aquí", dijo Kokasha a Shimbekh, "éste es el templo donde habita el sacerdote mayor".

Shimbekh sólo había escuchado hablar del templo, pero nunca había entrado, estaba muy entusiasmada por entrar. Ella siempre había escuchado que en aquel templo los sacerdotes y hechiceros podían incrementar sus poderes gracias a una piedra sagrada que se encontraba dentro. Estaba tan entusiasmada que no pudo evitar decir en un tono muy alto de voz: "¡Es impresionante!, pero, ¿por qué el templo tiene huellas azules por todos lados?"

"¡Silencio!", susurró enérgica, Kokasha, fulminando a Shimbekh con la mirada. "No puedes gritar en un lugar sagrado como éste. Si quieres entrar, tendrás que guardar silencio o los dioses se enojarán contigo".

Y así, discípula y sacerdotisa entraron al cráneo-templo, que no era demasiado diferente por dentro a otros que hubiera visto, a excepción del gran espacio que había, y que las paredes de éste se encontraban llenas de dibujos, parecían pinturas rupestres, posiblemente elaboradas con las patas delanteras del sacerdote usando pinturas naturales, como las que usaba Rafiki para pintar sus murales.

De pronto, Shimbekh sin querer pisó un hueso que se rompió emitiendo un crujido. Seguido de eso, ambas hienas se asustaron al escuchar la voz de un anciano que preguntó de la nada: "¿Quién es?"

Shimbekh se asustó y dio un brinco hacia atrás, mientras que Kokasha simplemente miró con sus ojos a todos lados, sintiéndose un poco intimidada, y dijo:

"S-sacerdote Rómulo... ¿es usted?"

De pronto, de entre las sombras, un ojo amarillo brillaba, y poco a poco la figura de un viejo hiénido se fue descubriendo; éste tenía un aspecto intimidante y lo más impresionante era su ojo tuerto. Su voz era jadeante y muy ronca, parecía como si estuviese fatigado, su mirada era penetrante e intimidante.

Kokasha tomó la palabra: "Saludos, Gran Riaok'him", dijo, haciendo una reverencia, agachando la cabeza.

Rómulo la miraba con severidad. "¿A qué han venido?", preguntó con frialdad.

Kokasha entonces levantó la cabeza y continuó hablando: "Gran sacerdote, mi discípula Shimbekh y yo, hemos venido humildemente a solicitar su ayuda".

Kokasha hizo una pausa, esperando en vano a que Rómulo dijera algo, sin embargo no lo hizo, sólo se limitaba a verla con aquel ojo inexpresivo, así que la hiena decidió continuar: "Creemos... creemos que alguien de la jauría ha sido posesionada por un Makei, pero como usted sabrá, nosotras no tenemos el suficiente poder para hacer un..."

Pero entonces, inesperadamente, Rómulo terminó la frase por ella. "Un exorcismo...", hizo una pausa larga, quedándose pensativo, después continuó, "¿Tienen pruebas?",

Kokasha y Shimbekh se miraron preocupadas. En verdad no tenían nada, pero tampoco creían que Taka hubiese dicho mentiras. Así, a Shimbekh se le ocurrió una idea: "No, pero precisamente queremos que usted nos ayude. Necesitamos que alguien tan experimentado como usted nos podría decir si realmente la hiena de quien le hablamos tiene o no un Makei posesionándola, y si es así, nos ayude a extraérselo".

Rómulo volvió a quedarse en silencio, y después de mucho meditarlo, finalmente dijo: "Está bien, las acompañaré. Me quedaré varios días en la cueva donde ustedes viven, para apoyarlas".

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Tal como prometió, Rómulo acompañó a las sacerdotisas y se quedó varios días en la cueva de ellas, con el fin de ayudarlas.

Los tres religiosos estuvieron siguiendo en secreto las huellas de Loebanna para verificar cualquier cambio.

Taka, por su parte, también intentaba conseguir evidencia y de igual manera comenzó a vigilar a Loebanna en secreto.

Tal vez el Makei sabía que estaban tratando de descubrirlo, así que por varios días no se manifestó. A tal grado ocurría esto, que inclusive Loebanna llegó a creer que se había liberado de él por completo.

Sin embargo, el Makei sólo se había mantenido inactivo para ocultar su presencia, pero como ocurre siempre con los demonios, no soportaría un segundo más sin que su naturaleza malvada terminara saliendo a la luz.

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El Rey León: CLARO DE LUNA (sobre HIENAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora