ÚNICO

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Park Jimin tenía once años cuando conoció a Min Yoongi.

 Jiminie ayudaba a su madre que trabajaba en la inmensa mansión Min cuando escuchó el piano en la sala de la casa, retumbando entre las paredes del recinto. Caminó con lentitud y silencio hasta abrir ligeramente la pesada puerta y vio después de un año de acompañar a su madre, a un chico pálido, cabello negro, ligeramente encorvado, tocar el piano.

Su profesora detuvo el ágil movimiento de las manos del chico con un golpe de su batuta contra el atril, haciendo saltar a Jimin y al músico. 

-Des-tiem-po- mencionó separando cada sílaba mientras golpeteaba contra el atril con la misma cadencia. Sin ninguna expresión el chico continuó la melodía desde el inicio marcando con gracia cada nota nuevamente. Jimin cerró la puerta con sumo cuidado aterrado por los gritos de la profesora. Siendo ignorante de que había sido descubierto por el chico que practicaba.

Jimin había acudido a la mansión Min alegando ser de ayuda para su progenitora, pero poco ayudaba cuando se pasaba toda la hora de la clase escuchando del otro lado de la sala, odiando un poco más cada que la mujer gritaba e insultaba al pelinegro. Yoongi apenas tenía 13 años pero su técnica era excelente. Jimin se había dado cuenta que la mujer solamente aparecía en la mansión cuando el chico debía aprender una nueva melodía. Dejaría de asistir cuando Yoongi la aprendiera por completo y visitará dos veces a la semana para revisar los ensayos. Jimin prefería cuando ella no estaba. Yoongi tocaba de manera fluida, sin gritos y con pasión. Cuando ella estaba Jimin sentía que algo faltaba a la interpretación.

Ese día era uno de los días favoritos de Jimin, el pelinegro ensayaría solo, podría observarlo en silencio y retirarse antes de que se diera cuenta. Sonaba su canción favorita hasta el momento, empezaba con estrellita y terminaba con un gran numero de melodias y armonias que le erizaba la piel. Abrió la puerta como era su costumbre y la cerró casi inmediatamente al cruzar miradas con el mayor. Busco un lugar en el que esconderse, pero la puerta se abrió y una mano sujetó su muñeca.

-¿Porque me espías siempre? ¿Te manda mi madre a verificar si estoy ensayando?- el rojo cubria las mejillas regordetas del pequeño chico de 11 años, haciendo un contraste con su cabello castaño y ojos color avellanas.

-No, lo siento, no lo volveré a hacer, por favor no le cuente a la señora, podría regañar a mi madre- suplicó el menor asustado.

-Ayer no viniste- murmuró Yoongi dejando en silencio a Jimin.

-Tuve que ayudar  a mi padre con la cosecha de fresas- bajó la mirada avergonzado.

-¿Quieres oír desde adentro? Debo continuar mi práctica- el castaño no estaba preparado para la dulce sonrisa de gomita del mayor. Sonrojado asintió y se sentó en el suelo viendo al mayor en acción.

Tras ese día una rutina comenzó. Los días sin instructora Jimin se sentaría en el suelo durante dos horas escuchando y viendo al mayor con atención y admiración, en cambio Yoongi complacería algún capricho musical del menor. Las canciones pop que Jimin solía pedir no eran complicadas para el chico que con perfect match podría reproducir el sonido tras escuchar una vez la canción. Ocasionalmente Jimin cantaría bajito sus canciones favoritas. 

Un año puede ser una eternidad o un momento efímero, algunas ocasiones pueden ser ambos. Un año después de comenzada la rutina Jimin aceptó que su admiración no era solo eso, que el cosquilleo en su estómago no era solo nervios de ser descubierto y que el sudor en sus palmas no era calor.

-Hyung, hay una canción que quisiera que tocaras, la escuché ayer cuando veía una película- dijo sacando un par de hojas con una partitura.

-Interesante, esto es nuevo- se burló posicionando las partituras después de leerla rápidamente -Consideralo tu regalo de cumpleaños- Jimin hizo un puchero pues el regalo no era algo especial, era lo que hacían cuando la señora Min salía de la mansión.

La Sonata prometida 💔 𝓨𝓸𝓸𝓷𝓶𝓲𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora