Zoe seguía corriendo a orillas de Lago Zurich, apenas podía conservar la respiración. Se tropezó de repente. Uno de sus tacones se había clavado en el lodo. Cayó boca abajo dejando su rostro salpicado de tierra y algo de pasto en la mejilla, apenas se reincorporó arrojó los tacones y siguió desesperada con una huida que no parecía tener fin. Avanzaba y miraba hacia atrás, alguien la seguía. No podía escuchar nada que no fuera su corazón retumbando en sus oídos. Su cabello pelirrojo y despeinado estaba empapado en sudor, sin duda ya tenía un par de minutos corriendo o mas bien de ser asechada. ¿su única esperanza? Llegar a la estación del sheriff. El camino parecía eterno. Su aliento iba a desaparecer, su vestido dorado estilo coctel estaba ya algo desgastado de un lado y unas gotas de sangre salían de su espalda. Detrás de ella una sombra le seguía el paso, estaba casi sobre ella, una vez más.
La estación estaba cerca y al parecer el sheriff seguía dentro, las luces continuaban prendidas. Zoe sólo debía cruzar el puente de madera sombrío con el letrero rocoso "Bienvenidos a Laketown", que parecía más largo que de costumbre. Tal vez por la niebla que no deja ver más allá de sus manos. De ella sólo salía un vaho, la noche ya había cubierto en un abismo negro al pueblo, mismo que parecía fantasma, sólo se podía ver a Zoe y aquella misteriosa sombra en el lugar. Seguramente todos seguían celebrando el 4 de julio al final de la colina, en la mansión de los Fabre que cada año ofrecían un espectáculo inigualable. La temática de esa noche había sido un homenaje a los años 20's, muy al estilo Gatsby. Si a alguien le gustaba gastar absurdas cantidades de dinero en fiestas era a ellos.
Dentro de la mansión Fabre todos quedaron hipnotizados por el espectáculo, más de diez bailarines profesionales al centro de la pista haciendo su representación del Charleston. Todos los invitados cubiertos del rostro con una máscara cortada (el fantasma de la opera). Con el simple hecho de cruzar el umbral el aroma a cigarro y licor envolvía a cualquiera. La ambientación era agradable e íntima gracias a la luz tenue de las lámparas Tiffany's que decoraban cada mesa alrededor de la pista. Caballeros trajeados, vestidos con cuentas (negros principalmente), plumas en el cabello y ostentosa joyería con un toque burlesque eran básicamente el adorno central del salón.
En la mesa de botanas sólo se veían sobras de lo que parecía haber sido un gran banquete, había incluso algunos camarones que cayeron sobre el blanco mantel de la mesa rectangular. Un par de copas vacías y algunas de ellas volcadas dejando derramar las últimas gotas que conservaron al fondo con su respectiva verde y húmeda aceituna.
Por fin Zoe logró cruzar el puente y aterrizar en la comisaria, antes de tomar la perilla y hacerla girar miro hacia atrás un silencio perturbador la dejo estupefacta. No había nadie alrededor, no había ningún ruido. Su semblante se tornó desesperado y las lágrimas acumuladas empezaron a salir con desesperación. Tomó la manija con la mano derecha y antes de poder moverla el crujir de una rama la hizo mirar de nuevo hacia atrás. No había nada en el lugar. Anegada de miedo trató de darle vuelta a la perilla, pero la puerta no cedía. Estaba cerrada, el seguro estaba puesto. Comenzó a negar con la cabeza y exclamar exhaustivos "no", uno tras otro, a la par golpeaba la puerta irritada intentando que alguien la pudiera escuchar. No hubo respuesta. Pasó su mano izquierda por el cabello intentando arrojarlo para atrás e intentando tranquilizarse. Un nuevo crujido la sacó de sus pensamientos antes de planear su siguiente jugada. No había mucho que pensar debía regresar por el bosque casi laberintico para llegar cuanto antes a la colina.
Su rostro seguía ahogado en llanto, no podía pensar, estaba completamente bloqueada por el miedo, una gota le golpeó el índice derecho obligándola a despertar de su shock. Estaba por llover. Tragó saliva y dejo salir el aire – no me mates – dijo con un hilo de voz – por favor – continuó, y empezó a correr de nuevo. Sólo tenía una oportunidad. No podía concentrarse lo suficiente en el camino, la lluvia se tendía como un diluvio sobre ella y ensordeció los pasos de las botas negras detrás de ella. - ¡ayuda! – gritaba desesperada a punto de desgarrase la voz, pero nadie contestaba a su llamado – por favor no puedo más, ¡ya basta! – murmuraba, pero sus palabras parecían ser un motor para la capa negra que se paseaba por las cordilleras del lugar. El viento helado empezó a golpearle la cara con más fuerza humedeciendo su piel blanca. Sus pecas estaban salpicadas de sangre, pero comenzaban a limpiarse por el contacto con el agua y el verde de sus ojos se miraba ligeramente enrojecido por las lágrimas. Las piernas dejaban de responderle. Se había agotado. No resultaba fácil cruzar Laketown a pie para llegar a la colina. Un calambre se asomaba por su pierna derecha, sabía que era final, sólo postergaba su momento para morir.
La habitación al final del pasillo, en el primer piso de la mansión, estaba cerrada con el pasador puesto. Dos amantes se comían a besos en el baño. La chica reposaba sobre el lavabo con el vestido hasta la cintura, dejando al descubierto sus muslos y su liguero negro. El chico parado frente a ella tiene los pantalones en el suelo. Él le come el cuello. La chica se mordía sus labios recados de color carmín con fuerza evitando gritar en cada una de las envestidas que recibía. Tiraba de su cabeza hacía atrás y hacía delante siguiéndole el frenético paso al chico. Apunto de llegar al clímax bajo sus manos y las poso por el saco del hombre, intentado hacerlo sentir sus uñas perfectamente pintadas con esmalte en color uva. Dejó caer las manos hasta las nalgas descubiertas y lo empujó hacía ella. Al sentirlo un poco más cerca no pudo evitar dejar salir un pequeño quejido de placer. Ella se hundió en el hombro del chico por un momento. Al reincorporarse, se llevó el oído de su amante a la boca para devorarlo entre besos, dejando como cierre una pequeña mordida en el lóbulo izquierdo. Las manos del caballero subieron hasta el cuello de su chica y prensándolo con sus dedos tomaba impulso para seguir penetrándola una y otra vez más.
Zoe está tirada en el pasto nuevamente. Intentaba sentarse. Algo en su talón le impide seguir adelante. Trabada por el miedo apenas puede acerca su pie derecho hacía su vista. Un cristal se le encajó, duda en sacarlo o no, sabe que será más difícil seguir si está herida - ¿qué quieres de mi cabrón? – grita clavando su mirada en la sombra que está a un par de metros de distancia, de pie, sin moverse un poco, la lluvia le resbala por el poncho negro de plástico, su rostro sigue oculto por la sombra de la capucha, dejando al descubierto únicamente su barbilla.
Determinada Zoe retira el cristal de un tirón y lo arroja hacía donde reposa la sombra. Intenta limpiar sus lágrimas y en su mirada poco a poco dejó atrás los sollozos para verterse en rabia.
Traga saliva, mira a su alrededor y apenas la sombra da un paso hacia ella, Zoe salta al lago. Empieza a nadar desembocada, no tenía mucha energía, pero su hambre por vivir es mayor que su pesar, no mira hacia atrás, está decidida a salir de ahí sana y salva. Sus brazos cortan el agua helada delante de ella de par en par. Es una nadadora profesional.
No paso mucho para frenarse en seco, el frío del agua la estaba matando, intentó acercarse a la orilla con su mejor esfuerzo. Antes de poner ambos pies fuera del agua, volvió a caer al suelo. Alguien estrello algo en su nuca. Zoe mantenía los ojos abiertos, más verdes que nunca. Sólo emitía una respiración forzada.
Las luces, la música, el alcohol, los tacones golpeando el piso mantenía el paisaje sonoro en la mansión. Pero el tiempo pasó volando, los primeros invitados en caer estaban listos para partir. Bajaron las escaleras de la entrada principal y notaron la manta que colgaba de la fuente, los dos pequeños ángeles cargando una jarra para dejar derramar el agua estaban cubiertos. Comenzaron los gritos al mirar aquella manta que al ser tocada por el agua desprendía una sustancia de color rojo rubí, tal vez pintura. Entraron de nuevo a la mansión tomando la atención de todos al notificar lo que observaron. Tardaron un par de minutos en juntarse la mayoría y salir para comprender lo que estaba pasando. Varias mascaras rodearon el lugar. Miraban perplejos lo que reposaba sobre la fuente de los Fabre. Se miraban unos a otros intentando entender que quería decir el mensaje.
La manta de un color amarillento por lo vieja seguía desprendiendo pintura roja al contacto con el agua, pero lo que realmente incomodo a los chicos fue el dibujo que plasmaba. Con lo que parecía ser pintura de aceite se dibujó una ruleta, al centro de ella la foto de Zoe, una foto amplia acaparando la mayor parte del círculo, las miradas seguían casi sin parpadear. La foto estaba desgarrada de los ojos. Alguien los había cortado. De lo que quedo como sólo un par de hoyos salían las manchas rojas abundantes hasta el descenso de la fuente. -¿Dónde está Zoe? – comenzaron a gritar un par de chicos. Como hormigas empezaron a buscar en el lugar. – ¡basta Zoe! – dijo alguien preocupado – está broma es estúpida – concluyó. Nadie respondió al llamado.
El señor Fabre jaló su máscara de golpe y se acercó rápidamente a la manta para quitarla. Le parecía un insulto para su familia. La tomó con ambas manos y tiró de ella. Quedó atónito. Al fondo de la fuente, sumergidos entre el agua limpia y otro tanto mezclada con pintura estaban dos corneas de pupilas verdes. Intentó no fruncir el ceño por el desagrado, pues era como si lo miraran fijamente. Miró hacía atrás y al percatarse de que nadie había visto lo mismo que él, dejo la manta acomodándola de modo que ocultara la siniestra escena.

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Roullete's game "Comienza el juego" (Trilogía parte 1)
Bí ẩn / Giật gân"Cuando una manzana esta podrida debes sacarla de la canasta antes de que su pudran las demás" Laketown para ser un buen lugar para vivir, pero los habitantes jamás imaginaron que un asesino serial los atormentaría. ¿Quién puede ser el culpable? tod...