ృ೨ Arrástrame al infierno. [J.K.]

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— No importa lo que pase, ni siquiera lo que digas. No me importa que te niegues, haré lo que sea para que seas mía, y no me importa si tengo que matar, pues al fin y al cabo, es lo que más amo hacer—. Sonrió mientras admiraba la foto de una chica entre sus manos. La dejó en el escritorio y tomó otra foto, tomada desde otro ángulo, al igual que todas las que yacían esparcidas por su escritorio. Todas de ella, tomadas sin que se diera cuenta.

Clavó el afilado cuchillo en el pulmón que se encontraba sobre un plato blanco lleno de sangre, en la parte izquierda de la superficie de roble oscuro del escritorio. Lo sacó lentamente del órgano, dejándolo ver lleno de sangre. Después llevó el utensilio a su boca, lamiendo el líquido rojo, disfrutándolo. Cortó sin darse cuenta un poco de su lengua con el filo del cuchillo, sintiendo el sabor del hierro inundar sus papilas gustativas, ésta vez siendo su propia sangre. Poco le importaba, tan sólo se perdía admirando las fotos de la hermosa joven.

"En otras noticias, le informamos que la chica desaparecida, Young Mi, fue hayada muerta en un callejón. Las evidencias según la policía es que fue una muerte brutal y dolorosa para la pobre joven de tan sólo 17 años. Otro asesinato a nombre de..."

Apagó el televisor sin tomarle demasiada importancia. En otra ocasión estaría orgullo al ver que su obra había salido en la televisión, aunque así había sido desde que empezó a crearlas. No tenía tiempo para pensar en otra cosa más que en ella, la chica que logró atrapar su atención.

Sí, era otra víctima, pero no quería matarla, quería hacerla suya y mantenerla a su lado sin importar las diferencias, o las consecuencias. No le importa si tenía que arrastrarla hasta su infierno con tal de tenerla.

— Vas a ser mía—. Colgó la foto en una gran pizarra, la cual estaba repleta con cientos de fotos. En algunas se veía a la joven durmiendo, en otras comiendo, incluso de camino a su trabajo.

Le mostraría hasta su lado más oscuro, ese que está sediento por matar. Ese lado diabólico que corría por sus venas, y lo hace ser lo que es.

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