14: You were the best thing, ever happened to me

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Esperaba haber tomado la decisión correcta.

Jacob estaba frente a mí, comiendo con desesperación la hamburguesa que llegó minutos atrás. No sabía de qué manera empezaría la conversación.

—¿De qué querías hablar? —preguntó con la boca llena.

¿Sería el momento para hablar de lo sucedido? ¿Él era el indicado para esto?

Sacudí mi cabeza, intentando de alejar de alguna manera mis dudas. Jacob era mi mejor amigo, había estado en los momentos más felices y en los más tristes, escuchando mis frustraciones o victorias. El primer ejemplo de cada uno sería en nuestra graduación y el otro cuando Candace se fue. Ambos hechos impactaron mi vida y él, sin esperar nada a cambio en su momento, estuvo conmigo. Sin embargo, lo que estaba por contar era diferente porque ni yo entendía lo que sucedía.

Di un largo suspiro, sería una plática bastante larga.

—Es sobre lo que pasó el sábado.

Dejó su hamburguesa en el plato y levantó la vista. De pronto lo recordé, él no sabía que le pediría a Rox que se casara conmigo.

—¿Sobre la pedida de mano?

Fruncí el ceño, ¿cuándo se lo había contado?

—Sí, ¿cómo lo supiste?

—Ben me contó. Alma ya sabía porque fuimos a tu casa, Rox le dijo.

Por supuesto, ambas se hicieron muy amigas desde el primer momento que se conocieron. Era obvio que le contaría sobre la pedida de mano. Me molesté un poco porque había roto nuestro pequeño acuerdo de no hablarlo con nadie para que fuera sorpresa. Aunque, después de lo sucedido, eso era lo de menos.

—Debí suponerlo —susurré.

—¿Y qué pasó? ¿Por qué no lo hiciste?

—Estuve a punto de hacerlo, pero Rox habló conmigo y, en pocas palabras, dijo que no se casaría porque yo seguía amando a Candace.

—Bob tenía razón. Rox no es ingenua, además, se nota cuanto se quieren ustedes dos. Creo que se ve desde el otro extremo del país.

—Luego llegó Candace preocupada porque me escuchó llorando y estuvimos abrazados por un rato, hasta que un tal Dave le marcó al celular. Después de eso, me he sentido algo confundido por lo que siento.

—¿No sabes si sientes algo por Rox o si sigues amando a Candace?

Asentí moviendo la cabeza. Jacob soltó un gran suspiro y se acomodó en la silla.

—¿Tú qué piensas?

—No lo sé, ese es asunto tuyo. No quiero confundirte más.

—¿Qué debería hacer?

—No lo sé, pero mira... por lo que he visto, te puedo decir con seguridad que amas a Candace, pero te acostumbraste a estar con Roxanne. Por eso te duele su respuesta negativa. Aunque, no importa lo que yo diga, tú tienes que aclarar tus sentimientos.

—¿Cómo? —pregunté apenado.

—Supongo que alejándote un poco de ellas.

. . .

Candace:

Esperaba impaciente que fuera la hora de salir, quería hablar con Benjamín o Alma sobre Rox para resolver aquel asunto pendiente de una vez por todas. Sin embargo, el tiempo parecía no estar de mi lado y se iba más despacio de lo que pensaba. Marshall terminaba de limpiar su zona de trabajo y yo lo hacía a ratos, me quería comer mis uñas de nerviosismo.

El reloj marcó, por fin, la hora de irnos a casa. Rápido, fui por mis cosas y las de mi compañero, sino me hubieran dolido tanto las piernas, seguramente brincaría. Caminé hacia la salida y esperé impaciente a Marshall. Movía mi pie al compás de una canción inexistente cuando, de pronto, Dave se acercó a mí.

—Hola, Candy.

Giré sobre mis talones para mirarlo. Era muy guapo, en serio. Entendí porque nuestro jefe lo ponía en el mostrador, atraía muchos clientes.

—Hola.

—¿Cómo has estado? El sábado casi no pudimos hablar y ayer estuve ocupado.

—Muy bien, algo preocupada por lo que te conté, pero lo resolveré pronto —le sonreí—. ¿Y tú?

—Bien, aunque extrañándote.

Mi corazón comenzó a acelerarse, tenía mucho que no escuchaba cosas tan lindas.

—Dave...

—¿Te importaría ir conmigo a cenar?

Marshall apareció, se notaba muy cansado y con sueño. No podía dejarlo solo para irse a casa.

—Me encantaría, pero Marshall...

—Podemos llevarlo a casa, claro, si quieres.

Lo pensé bien, no quería echar a perder esa oportunidad de conocernos más. Estaba cansada, sí, pero me haría bien distraerme del tema de Arvel por un rato. Asentí con la cabeza.

—De acuerdo. Llevamos a casa a Marshall y vamos a cenar.

Él sonrió, se acercó a mí y depositó un beso en mi mejilla.

—Ahora regreso, voy por el auto.

Observé como salía del restaurante, mientras trataba de tranquilizarme. Marshall llegó a mi lado, su rostro mostraba confusión. Suspiré y le dije lo sucedido.

*

Fuimos a comer cerca de mi departamento, en un pequeño restaurante que se encontraba un poco vacío. Él tomó asiento a lado mío y estuvo acariciando mi mano antes de que llevaran nuestra comida. La verdad, amaba esa corriente eléctrica que recorría mi sistema, me empujaba a querer hacer estupideces, por ejemplo, tomarlo de su camisa y besarlo. Todo empeoraba al ver las cosas que teníamos en común. Pero, arruiné las cosas, como era costumbre mía.

—¿Esto es una cita? —pregunté en voz alta antes de detenerme.

Lástima que no podía darme de golpes contra la mesa frente su presencia. No quería echar a perder más nuestra salida.

—Sí —sonrió—, lo es.

Esa superaba las que había tenido en la universidad, fueron bastante terribles al igual que los primeros besos al terminar dichas. Lo bueno es que tuve la valentía de decirles que no estaba interesada... o cruel, a veces, porque eran muy insistentes a pesar de mis respuestas.

La conversación se ponía cada vez más interesante, la comida era lo máximo, estaba en el lugar correcto y era maravilloso.

—Me gustas —solté de pronto.

Dave sonrió, tomó mi barbilla con su mano y se acercó a mí, dándome un pequeño beso en los labios. Aunque algo salió mal... no sentí nada cuando sucedió, la emoción y fuegos artificiales que solo me había pasado una vez en mi vida... no estaban ahí. Me separé de él y le dediqué una gran sonrisa, tratando de ignorar la gran decepción que sentía en mi corazón.

Siempre fuiste tú ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora