Capitulo único

1 0 0
                                    

Hace muchos años vivía en Arabia un joven que tenía por oficio llevar mercancías por toda la ciudad. Todos los días acababa agotado de tanto cargar cajas y se lamentaba de que, lo que ganaba, no le servía para dejar de ser pobre.

Un día, al final de la jornada, se sentó a descansar junto a la puerta de la mansión de un rico mercader. El hombre, que estaba dentro, le oyó quejarse de su mala suerte en la vida.

– ¡Trabajar es lo único que hago! Al final del día sólo consigo recaudar tres monedas que apenas me dan para comprar un pan ¡Qué desastre de vida la mía!

¡Pobre de mí! -Se lamentaba-! el destino quiso que sus quejas fueran oídas. Por el dueño de una lujosa mansión, El comerciante sintió lástima por el chico y ordenó a su sirviente que hiciera entrar al joven.

A través de maravillosos jardines adornados con un centenar de plantas y flores, Alex fue conducido hasta una gran sala, estaba una mesa llena de deliciosos bocadillos y los más costosos y finos vinos.

– ¡No sé qué decir, señor!... Nunca había visto tanta riqueza

Alrededor de la mesa había un anciano, que habló de la siguiente manera:

. – Así es – contestó educadamente el hombre – Soy muy afortunado, pero quiero contarte cómo he conseguido todo esto que ves. Nadie me ha regalado nada y sólo espero que entiendas que es el fruto de mucho esfuerzo

-Me llamo Pedro. No creas que mi vida ha sido fácil. "Aunque mi padre me dejó al morir una gran fortuna; fue tanto lo que gaste en lujos y vanidades que un día me vi a mi mismo podre y miserable. Entonces me di cuenta que lo había perdido todo, conseguí trabajo con un mercader navegamos durante un mes, hasta llegar a una isla. Al bajar a lo que creía era tierra firme , el suelo tembló de repente, y en realidad, la isla era una enorme ballena. Poniendo fin a esta conversación Pedro interrumpió su relato. Le dio al joven 50 monedas de oro y le pidió que volviera.

Al día siguiente volvió a casa de Pedro, tal y como habían acordado. Tras la cena, el hombre cerró los ojos y recordó otra parte de su emocionante vida. – Mi segundo viaje fue muy curioso, el anciano siguió contando sus historias

" Volví a unas de mis grandes aventuras un día mientras estaba recolectando alimentos no me di cuenta y caí en lo profundo de un barranco ,quede inconsciente no me acuerdo cuando días había estado ahí sin recibir ayuda ,pero al poco tiempo que desperté me di cuenta que estaban a mi alrededor un sinnúmeros de esmeraldas y rubíes llené un saco con todos los que pude coger, me até un trozo de carne a la espalda y aguardé hasta que un águila me eligió como alimento ,sacándome así de aquel lugar.

"Terminado el relato volvió a darle al joven 50 monedas de oro, con la condición de que volviera al día siguiente.

– Te parecerá raro, pero a pesar de que ya vivía cómodamente no me conformé y quise volver al mar otra vez

"Hubiera podido quedarme disfrutando de la fortuna conseguida, pero me aburría y volví a embarcarme junto a mi tripulación. Todo fue bien hasta que nos sorprendió una gran tormenta y el barco naufragó. Fuimos arrojados a una isla habitada por unos seres terribles, que nos cogieron prisioneros, ellos nos condujeron hasta un gigante que comía carne humana, al llegar la noche, aprovechando la oscuridad escape de aquel espantoso lugar. Llegué hasta la playa y un comerciante que tenía una barca me recogió y me regaló unas telas para vender cuando llegase al puerto. Gracias a su generosidad, hice una gran fortuna y regresé a casa. De vuelta a Arabia, " Y con estas palabras Pedro entregó al joven esta vez 100 monedas de oro.

El joven estaba entusiasmado escuchando los relatos del intrépido marinero ¡Cuántas aventuras había vivido ese hombre!... Durante varios días Pedro contó una nueva historia, un nuevo viaje, cada uno más alucinante que el anterior

Y así, día tras día, fue narrando las fantásticas aventuras de sus viajes, tras lo cual ofrecía siempre 100 monedas de oro a Alex el Cargador. De este modo el muchacho supo de cómo el afán de aventuras de Pedro le había llevado muchas veces a enriquecerse, para luego perder de nuevo toda su fortuna.

El anciano le contó que, en el último de sus viajes, había sido capturado por soldados y próximamente vendido como esclavo a un traficante de joyas. Su misión consistía en robarlas. Un día, huyendo de una multitud furiosa, Pedro decidió pedir ayuda y muy pronto así consiguió escapar del traficante que lo tenía privado ya hace algunos meses de su libertad. "Regresé a mi país y ya no he vuelto a embarcarme -continuó hablando el anciano-. Como verás, han sido muchos las aventuras que he vivido."

Cuando finalizó su último encuentro, se despidieron con afecto. El comerciante no quiso que se fuera sin antes decirle algo importante:

– Ahora ya sabes que, quien algo quiere, algo le cuesta. El destino es algo por lo que hay que luchar y que cada uno debe forjarse ¡Nadie en esta vida regala nada! Espero que el dinero que te he dado te ayude a empezar nuevos proyectos y que lo que te he contado te sirva en el futuro.

El joven comprendió que Pedro había conseguido todo a base de riesgo y esfuerzo. Ahora él tenía muchas monedas de oro, pero había aprendido que no debía confiarse. Aunque ahorraría una parte y otra la invertiría, seguiría trabajando duro para, algún día no muy lejano, poder disfrutar de la misma vida tranquila y cómoda de su aventurero amigo.

Una aventura en ArabiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora