Capítulo XX: Sleeping with a friend.

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        Qué vergüenza. Rayos, centellas vengan a mi ahora.

— ¿De dónde sacaste eso? –titubeé.

        El muy estúpido no paraba de reír. Gozaba de verme en tal vergüenza.

—Ross… basta

        No sabía cómo ocultar mi rostro enrojecido. Procure por no acercármele y me quede en el marco del pasillo.

—Es que… no puedo.

        Aplaudía y reía tal y como una foca con retraso metal. Que bazofia.

—Es tan gracioso.

        Dios, que estruendoso. Me enfade. Me acerque para derrumbármele encima y tapar su boca con mi mano. Silencio al fin. No sé si para el momento estaba aún enrojecida, ya no me importo, solo quería que se callara, pero como él no se puede quedar tranquilo lamio mi mano cosa que me hizo retirarla de inmediato con asco y de nuevo comenzó a reír.

—Qué asco. Que asqueroso, que cerdo, asco tú saliva en mi mano.

        Limpie mi mano en su camisa repetidas veces. Él seguía riendo pero ya era menos. Yo me impulse para levantarme pero él lo impidió. Me apretó fuerte entre sus brazos. Mariposas revolotearon, pero lo disimule muy bien, como siempre. Quise escapar pero ya era cotidiano que mi falta de fuerza fuera inútil.

— ¿Me puedes soltar? Por favor.

        Lo hizo. Ambos nos levantamos y nos sentamos como un par de niños frente a frente con las piernas cruzadas. Yo aún tenía un poco de pena por lo que había encontrado así que evadía su mirada intensa.

— ¿Me podrías decir que significa esto?

        Sonrió, alzo su ceja derecha y logro alcanzar el par de paquetes de la vergüenza.

— ¿Me podrías decir que hacían tus sucias manos en mi mochila?

        Esta vez sí lo mire a la cara.

—Yo pregunte primero castaña.

        Oh, castaña. Me gusta ese nuevo apodo.

—Pues… tú fuiste el metiche. Así que fue tu falta, responde primero rubio.

—Muy astuta la castaña –se silenció por unos segundos-, pero como yo soy bien genial responderé, te quería entregar la cajita que no quisiste recibir. De alguna manera lo tenía que hacer. Solo que en el intento me encontré con tu muy grata sorpresa –rió un poco de nuevo.

        Él extendió su mano con la cajita y la coloco en mi pierna. Yo la abrí. Era cierto, no era un juego, justo estaba la memoria que guardaba aquel vídeo con el que comenzó a chantajearme. Fruncí el ceño pero a la vez sonreí.

— ¿Por qué? –pregunte.

—Eres libre.

— ¿Por qué? No  entiendo. Nunca cumplí con lo estipulado.

—Resulta que… me agradas lo suficiente como para hacerte algún daño. Mis hermanos hijos de otra madre no son tratados como a los demás. Tú te convertiste en una –sonrió.

        No lo podía creer. Resulta que si hay un humado detrás de todo eso. ¿Cómo no enamorarme más?

—Gracias.

        Agache mi vista para apreciar la caja. Las palabras estaban atoradas, no salían o quizás mis neuronas no funcionaban, pero si formulaban dudas, eso quería decir que ¿Ya es el final de sus labios sobre los míos?

Odisea |RAURA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora