All we know of heaven, all we know of hell.

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Sinopsis.

Gia se encuentra demasiado ocupada odiando a Thomas como para darse cuenta de que se está enamorando.

***

El estar apenas iniciando mi primer año en la universidad no me favorecía. Era consciente de que cuando eres adolescente la gente mayor que tú cree tiene algún tipo de poder sobre ti, y probablemente, así sea. O por lo menos en mí.
El simple hecho de ser demasiado joven puede ser un impedimento para muchas cosas y eso no es ninguna ventaja, por supuesto.
A pesar de sentirme una mujer fuerte tras haber atravesado varias experiencias que una simple chica americana a sus cortos dieciocho años de edad no debería de haber vivido, (y seguir de pie), yo continuaba siendo menospreciada por la sencilla razón de... ¿haber nacido después, supongo? ¿Cuán genial era todo eso? Ni siquiera tenía sentido.

De todas formas, no se trataba exclusivamente de aquello. Las personas en sí no me molestaban, a menos no las que no son tan ruidosas. O las que no lastiman o hieren al resto solo porque sí. Habían buenas personas, de eso estaba segura, aunque en su mayoría siempre se hubiesen portado mal conmigo. Quizás a veces si odiaba a todo el mundo. Pero no todo el tiempo. Y tampoco tanto. O, al menos, no de la manera en la que me fastidiaba su existencia.

El problema era él, eso era indudable. No el resto. Podía pasar por alto las actitudes de cualquiera, pero, ¿las suyas? Eran desagradables.

Él era un hombre intimidante. Intimidante del tipo en el que te tiemblan las piernas cada vez que se te acerca o pronuncia tu nombre. La manera en la que sus ojos se posaban en ti, fríos, impetuosos, oscuros. Tal vez el hecho de que inevitablemente te perdías en su manera de ser con simpleza. O quizá el modo en el que se las arreglaba para hacerte la vida imposible y salir indemne de todo tipo de discusión.
Con quien sea.
Y cuando digo con quien sea realmente hablo enserio. Y Dios debía ayudar a cualquiera que se atreviese a disentir algo dicho por Thomas Gallagher.
Thomas era esa clase de persona con la que no valía la pena siquiera intentar ganar un debate, era un desperdicio de energía y tiempo. Jamás iba a darte el brazo a torcer, y en la vida cruzaría por su cabeza aceptar un error.
Él era persuasivo, amenazante y audaz, sin embargo se acomodaba al contexto en el que estaba sin dejar de ser él mismo, claro.
Las peleas eran algo común en su vida, y no parecía inquieto por ello. A veces no podía entender como las disfrutaba tanto.

A Thomas Gallagher lo adorabas, o lo odiabas, no existía un punto medio.

Claramente no era ningún santo de mi devoción, por si no quedó lo suficientemente claro. Me exasperaba, me estresaba y casi siempre lograba sacar lo peor de mi. A sus limitados veinticinco años él realmente creía que tenía el mundo en sus manos, y su entorno solo alimentaba a su ego.

Lo cierto es que conmigo nunca pudo. Se necesitaba más que a un veinteañero de un metro noventa y tres, con cuerpo de atleta y rostro esculpido por los mas valiosos e icónicos artistas para hacerme cambiar de opinión. Yo era una de esas... ¿dos? ...personas que lo odiaban, y por dos me refiero a mi gato y a mí. Y teníamos nuestras razones.
Pero ahí estaba, (o tenía que estar), yo, dándole las gracias por salvarme la vida... O lo que sea que hizo para evitar que muera ese día.
No obstante, eso no había cambiado en lo absoluto mi perspectiva hacia su persona, claramente. Nunca fui una de esas chicas a las que se les da bien mentir. No quería eso. No lo necesitaba.

Convivir con él un par de horas, de vez en cuando, ya era considerado un martirio para mí, y fue ahí que comprendí, cuando abrí los ojos por primera vez luego del accidente y vi su horrorosa media sonrisa triunfante tras haber realizado la primer buena acción de su vida, que mi peor pesadilla recién estaba comenzando.

Tal vez el infierno no era un lugar, sino una persona.

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⏰ Última actualización: Jul 30, 2020 ⏰

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