En medio de dos grandes edificios residenciales, se encontraba una casa de mediana altura. Y no solo se trataba de una vivienda, sino de un negocio sobre clonación. Así es, un lugar que se dedicaba a replicar personas que habían fallecido por petición de sus parientes. Pero para su desgracia, las malas críticas sobre sus servicios hicieron que el local fuese a la bancarrota. Además, la mayoría de la gente del pueblo ya pensaba que era mejor no "resucitar" aquel ser querido y asimilar su muerte.
Marril, el encargado del negocio, había dedicado gran mayor parte de su vida a estudiar sobre los métodos de la clonación. Su local llevaba un año y medio desde su instalación, hasta ahora. La monotonía de tener que estar abriendo el negocio cada día y que nadie acudiera a él, le estaba matando. Detrás de su mostrador apoyando sus brazos, y éstos sosteniendo su triste cara y pesados ánimos. Él era un señor mayor, con bata blanca y el pelo bastante canoso. Afortunadamente, aquella depresión desapareció gracias a dos personas que entraron en el local.
-Buenas tardes, ¿qué se les ofrece? –Dijo Marril, dando brincos de alegría hacia sus clientes.
-Buenas días, señor... quería saber si hay alguna forma de recuperar a mi hermano.
-¡Por supuesto! Para eso está mi negocio... ¿tienes algo que pueda identificar su ADN? Quiero decir, un pelo de su cabello, o una de sus uñas por ejemplo.
Sus clientes, quienes se trataban de un chico y una chica adolescentes, habían quedado de piedra tras aquellas preguntas.
-Perdonad si os parezco siniestro, pero necesito pruebas físicas para realizar dicho trabajo.
-No pasa nada, creo que lo entiendo... aquí tiene. –Decía el joven, sacando un bate ensangrentado de su mochila.
-¡¿Te lo has traído!? –Cuestionó su acompañante de forma asombrada.
-Pues claro, Ángela. ¿Cómo pretendes que le recuperemos?
-Es que no me esperaba esto... me siento incómoda... además, creo que me dolería mucho más el tener que volver a pasar por su muerte. Necesito irme.
-¡Ángela, espera!El chico fue tras la chica, a la vez que abandonaban el local y dejaban plantado a Marril.
-¡No lo soporto más! Tengo... tengo que salir de inmediato.
La paciencia de Marril explotó. Necesitaba hacer una clonación como sea. Daba igual que no cobrará por ello. No podía permitirse el tirar todos sus estudios a la basura. Cerró el local, cogió su coche y se dirigió al vertedero del pueblo. Tenía la descabellada intención de recolectar todos los desperdicios posibles y crearse un amigo. Sin importar las posibles consecuencias...
Al llegar al vertedero, abrió el maletero del coche y cogió una bolsa impermeable. Con unos guantes, empezó a meter todo tipo de cosas. Restos de cabello, ropa en mal estado, cubiertos de plástico utilizados... Su ansiedad provocó que ni siquiera pensara de dónde provenía cada elemento que recolectaba.
Ya pasado el rato, metió la bolsa impermeable en el maletero de su coche y volvió al local. No gracias al apestoso olor de la recolección, tuvo que contener la respiración cada tanto dentro de su vehículo...
Aparcó su coche y entró por la parte de atrás, arrastrando aquella bolsa por su casa. Caminó hasta la sala de estar y levantó una trampilla del suelo. Al abrirla bajó unas escaleras y encendió la luz. Ahí estaba, su máquina de clonación. Y él mismo la había creado. Siempre que bajaba y encendía la luz, se quedaba cinco minutos embobado. Era normal que se sintiese orgulloso de semejante invento.Lo primerísimo que llamaba la atención del invento era un embudo gigante, posicionado en la parte superior de una cámara metálica. En dicho embudo, ser verterían las muestras tras subir por una escalera con rueditas que había situada a un lado, para más tarde poner la cámara en funcionamiento y así, asombrosamente, crear el clon deseado. La cámara tenía una puerta para entrar y una ventana estilo ojo de buey para visualizar su interior. Periódicamente, Marril debía de limpiar y esterilizar todo antes de cada uso, pero al pasar bastante tiempo sin utilizar el invento, esta vez no era necesario.
Incluso había un sistema informático adherido a la cámara antes de hacerla funcionar, los cuales le permitía elegir la edad de su creación.
Parecía no tener sentido, pero gracias a los estudios e investigaciones de Marril, era posible. Por desgracia, el proceso tardaba cinco horas en finalizar. Así que Marril, tras subirse a la escalera cargando la bolsa y vertiendo todo su contenido en el embudo, digitó el proceso de clonación en su sistema informático y decidió irse a dormir mientras la maquinaria procesara por sí sola.
Marril no dejaba de pensar qué saldría de allí a la mañana siguiente. Ni siquiera temía que fuese deforme. Tampoco paró de soñar en cómo lo iba a criar y todo lo bueno que pasarían juntos...
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CONEXIONES
General FictionUn estanque mágico que te permite viajar en el tiempo... Un portal hacía otra dimensión donde conviven animales extinguidos... Clonación humana... Todo eso y más ubicado en un pueblo sin nombre, donde también habitan los crímenes y los engaños. Y so...