El limbo. Esas palabras resonaban en mi cabeza como si fueran objetos solidos que rebotaban dentro de mi cabeza cual pelotas en las paredes, pero, eso explicaba tantas cosas que me habían pasado. Que todos me ignoraran o que no recordara nada o que no supiera ni siquiera algo tan básico como mi nombre.
- ¿Estas bien hijo? – pregunto el viejo acercándose a mí.
- No. No puedo creer que esté muerto – respondí aun en estado de shock.
- Bueno, no lo sabemos realmente – dijo la niña sonriendo como siempre – solo tú puedes saber si estás muerto o no.
- Alicia tiene razón – concretó el joven detrás de ella.
- ¿Cómo lo sabré? – pregunté - ¿Qué opciones tengo para saberlo?
- Bueno, veras – comenzó diciendo el viejo – en ocasiones personas que entran en un estado cercano a la muerte pueden llegar a este lugar, algunas otras que solo quedan en coma bajan quedan en el primer piso.
- ¿A qué se refiere con primer piso?
- En el limbo hay cuatro pisos: el primero es para las personas en coma sin estar cercano a la muerte, el segundo somos personas que en vida fuimos buenas o personas cercanas a la muerte, en el tercer piso suele haber almas que aún deben y por ende tienen que ayudar para salir de ahí. el y el cuarto piso son aquellos que cometieron atrocidades en vida y están destinados a quedarse en esa "dimensión" por toda la eternidad siendo perseguidos por seres malignos. Todo eso es adimensional, así que no te preocupes por subir y bajar pisos en el hospital.
Había tantas ideas en mi mente, tantas preguntas, no podía tan siquiera ver al hombre a los ojos por el intenso estado de shock en el que había entrado. La simple idea de morir era horrible y nublaba todas las demás ideas que podrían comenzar a recorrer mi mente.
- Dime una cosa – dijo el hombre – ¿sabes cuál es tu nombre?
- No, no recuerdo nada de mi – respondí sentándome en el suelo.
- Esa es otra cosa que debes saber, hasta que no recuerdes tu nombre, por alguna razón que no sabemos, no podrás ver tu cuerpo físico.
- Levántate amigo, debes ponerte otra ropa – dijo el joven para extenderme su mano y ayudarme a levantarme.
- ¿Cómo ponerme otra ropa? – pregunté algo desinteresado, parte de mi mente aun no entendía nada de lo que pasaba.
- Veras, esta ropa es la del hospital, solo tienes que pensar en tu nueva ropa y podrás hacer que aparezca, no siempre funciona así que no cambies de ropa muy seguido.
Intenté pensar en cualquier tipo de ropa, ni siquiera me interesaba tener un estilo en concreto, al abrir los ojos tenía una chaqueta color café con una playera ayer por debajo, unos pantalones de mezclilla y unos zapatos de botín cafés. Por un momento sonreí ya que el conjunto no se veía mal y sobre todo porque así no tendría que ir en bata de hospital siempre.
Comenzaron a hablarme para que me calmara, primero me dijeron sus nombres: el viejo se llamaba Gabriel y el joven Adán, cuando giré mi cabeza para buscar a la pequeña esta había desaparecido sin dejar rastro alguno, parecía haberse esfumado lo cual me sorprendió ya que casi todo el rato estuvo en frente de mí. Adán se había ido y Gabriel y yo caminábamos por los pasillos mientras me comentaba que siempre tendría una conexión especial con mi cuerpo físico para nunca perderlo, al momento de llegar a la puerta que mi intuición me decía ser la misma por la que salí me percaté que no tenía forma de abrirse por fuera, como había pasado antes por dentro.
- Aun no has podido pasar las puertas ¿verdad? – preguntó Gabriel.
- No, aunque esta misma la golpeé desde adentro hace rato.
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El lugar de las almas
ParanormalUn hombre despierta en un lugar desconocido sin recordar nada de el mismo solo para darse cuenta que las personas a su al rededor no le prestan atención , el encuentro con una pequeña niña cambia su rumbo tomando una decisión que querrá cumplir, sin...