Al nivel del mar. (2/3).

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Al final pasó lo que tenía que pasar.
Shanks, siguiendo su lado instintivo y acallando el racional, invitó al chico y sus amigos a pasar la tarde en el yate con ellos. Les pareció una idea estupenda y Nami saltó de alegría. El único que no parecía muy cómodo con la decisión era el rubio, que pensaba en lo ya bastante incómoda situación que sería la compañía de su (recién descubierto) suegro sin sus extraños amigos. La presencia de un suegro que lo odiaba junto a la de su novio lo harían explotar. Aunque quizá no fuera tan malo, él era un buen novio aún estando solo con Usopp, así que sería simplemente él mismo pues aunque quisiera no podía evitar el amor que le dedicaba al moreno narizón. Lo que más le preocupaba era Zoro. Él no era precisamente un santo como Usopp, estaba claro.

—Se apellida Roronoa —habló el rubio, instalándose en la elegante barra de bar (bastante amplia como para ser de un barco) cuando Shanks le preguntó sobre Zoro mientras él y todos los demás se paseaban por la cubierta, disfrutando del sol—. Tiene diecinueve años y lo expulsaron de la universidad el semestre pasado, aunque era un gran estudiante. Ahora no hace nada más que irse de fiesta y esperar exámenes de admisión a otras universidades.

—¿Por qué lo expulsaron, si se puede saber? —preguntó Shanks recargando un codo el la barra para apoyar su cuerpo de lado en una posición que le permitía mirar hacia la dirección del muchacho, que estaba sentado e la orilla de la cubierta, sintiendo el viento y el sol en su cara. Sanji volteó a ver lo que Shanks miraba con tanta atención, riéndose quedo al darse cuenta de qué era lo que veía tan atento. Shanks se percató y lo miró a los ojos, riéndose también—. ¿Qué?

—¿Es guapo, verdad? —dijo colocando un vaso sobre la barra, sirviendo en el un poco de nihonshu hábilmente y lo remató con otros licores y jugos. Luego lo colocó frente a Shanks y lo miró divertido. Shanks levantó una ceja extrañado y Sanji señaló con la cabeza al peliverde—. Es para él, lléveselo. ¿Qué le preparo a usted?

—Lo mismo —respondió rápido, satisfecho con la ayuda del rubio, sonriéndole complacido. Sanji asintió una vez y comenzó a mover las manos seguras para preparar aquello de nuevo. Al terminarlo lo empujo hasta la mano abierta del pelirrojo quien lo agarró no sin antes colocar un billete de veinte dólares sobre la barra, que Sanji agradeció con un corto movimiento de cabeza aunque Shanks ya no lo estuviera mirando por irse inquieto hasta su objetivo.

Zoro notó que se acercaba y le sonrió contento, recibiéndolo encantado y recorriéndose un poco para dejarle lugar a Shanks. El mayor se sentó y le dio el vaso lanzándole una mirada coqueta. Zoro tomó el vaso acariciándole la mano a propósito, siguiéndole el juego. El peliverde suspiró, su acompañante estaba en contra del viento, haciendo que sus cabellos rojos le cubrieran los bordes de las mejillas, causando en Zoro una emoción inexplicable que le hacia latir rápido y fuerte el corazón. ¿Cómo mierda...? Cierto, había que admitir que Shanks era un viejo muy sensual, con sus ojos intensos, su sonrisita sugerente, su seguro caminar y (oh Dios) ese cuerpazo que se carga.

Zoro le escuchó reír y devolvió rápidamente sus ojos a los ajenos, dándose cuenta que lo había estado mirando mucho tiempo. Se lamió el labio que había estado mordiendo mientras le inspeccionaba el torso que el viento, convenientemente, se encargaba de descubrir de cuando en cuando levantándole la camisa al mayor. No le importó que Shanks lo estuviera observando, es más, ¡qué bueno! Así no sería necesario tener que decirle que se moría por recorrerle el marcado abdomen con sus manos. Porque lo hacía, nadie podía negarlo. Pero entonces Shanks, sintiéndose como un jugoso pedazo de carne frente un muerto de hambre, habló sin perder su tono divertido:

—¿Qué miras tan atento?

—A ti ¿a qué más? —respondió lúbrico y luego tomó un largo trago sin atreverse a romper el contacto visual con su contrario ni por un segundo—. Pero me sería mucho más fácil si te quitaras la playera.

Maneras de ir al cielo o caer de él.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora