Prólogo; Harry

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far; prólogo; Harry

        Algunas veces Harry toma más pastillas de las que debería.

No lo hace por llamar la atención, o por abusar de ellas. Lo hace porque en ocasiones, todo a su alrededor es tan terrorífico que siente como las paredes se cierran y sus pulmones se rompen y cada hueso de su cuerpo se congela hasta que se acurruca en una bola sobre su cama, solloza y respira de una manera irregular. Si se toma dos pastillas, el miedo se esconde, y si se toma tres, el miedo desaparece.

Harry toma tres casi todas las tardes, cuando sus manos empiezan a temblar y sus pensamientos comienzan a consumirlo. Él espera hasta que hacen efecto, y para entonces consigue reunir el valor suficiente para moverse de su habitación al salón, que está a tan solo siete pasos.

Como ven, Harry vive en uno de los departamentos más pequeños del edificio. La única cosa buena de su vivienda es la gran ventana que tiene en el salón. Ocupa toda una pared, y su sofá esta colocado hacia ella, para poder admirar Portland.

A veces Harry se sienta en su sofá y mira por la ventana durante horas, viendo como el sol cae, lentamente goteando sus últimos rayos sobre la ciudad. A Harry le gusta pensar que es poético, pero en realidad no lo es, porque el chico no tiene el corazón para hacer otra cosa.

Una vez que llega a casa de su trabajo en una pequeña y vieja librería, se desploma directamente en el sofá, y observa como las estrellas se asoman por detrás de las nubes. Para entonces, Harry ya está fatigado, asi que se arrastra hasta su cama, se tapa con su edredón y se queda ahí nadando entre sus pensamientos. A veces Harry pasa así noches enteras, preocupándose constantemente, temblando y lágrimas rodando por su rostro hasta llegar al frío material de su almohada.

Bastantes veces, Harry piensa en su familia cuando llora.

La madre de Harry murió cuando él tenía dieciséis años. Su padre lo abandonó, y no tenía a nadie más que a su hermana para seguir creciendo durante dos años más. Gemma tenía problemas para mantenerse a sí misma en pie, no podía aguantar a Harry también. En cuanto el joven cumplió los dieciocho, se fue de casa, consiguió un trabajo y vivió otros dos años solo en la ciudad.

Después de eso, Gemma dejó lentamente de responder a las llamadas de Harry, no le contestó a ninguna carta y nunca le abría la puerta de su casa. Según ella, estaba siempre 'ocupada', usaba siempre a su novio (Harry lo despreciaba) como excusa de 'estar ocupada'. Hasta que un día Gemma, en un ataque de ira, le gritó a Harry, escupiendo palabras hirientes de su boca, de la misma boca que alguna vez dijo maravillas sobre él. Sus ojos transmitían odio cuando decía que no lo necesitaba más, que era inútil, que lo odiaba y que no era nadie. Los ojos de Harry se llenaron de lágrimas, y le suplicó a Gemma que no lo dejara solo, pero ella le cerró la puerta en la cara. Sacó a Harry de su vida para siempre.

Harry no ha vuelto a ver a Gemma desde entonces.

Después de aquello, la vida para Harry se ha vuelto solitaria y dolorosa. Sin ninguna familia en la que apoyarse, es difícil para Harry sobrevivir.

También es difícil mantenerse cuerdo cuando no se tiene a nadie con quien hablar. Harry lo sabe de primera mano. A veces, si tenía suerte, podía mantener una conversación con alguna anciana compradora en la librería. Hablaban mientras él envolvía y metía su libro en una bolsa de plástico. Solía durar un par de minutos, y luego, como siempre, Harry se volvía a quedar solo en la tienda.

El mundo es un lugar cruel, Harry lo aprendió. La mayoría de las veces, en realidad. La gente es ruda, indiferente, implacable. La única cosa por la que la gente daría lo que fuera son ellos mismos, y la única manera en la que se consigue algo de bondad es a través de miradas patéticas hacia el 'pobre muchacho rizado que se ve petrificado a la impaciente pregunta que se pide de él'.

Es lo que pasa un triste viernes, cuando el cielo se ve gris y nublado. El día es demasiado largo y con demasiados eventos, y para entonces Harry ya sale del trabajo y se dirige al estresante viaje de vuelta a casa. En el autobús, sus piernas tiemblan y intenta controlar su respiración. Las lágrimas amenazan con salir, y siente como su estómago se hace un nudo, lo que hace que se desate un huracán de preocupaciones en la mente de Harry.

Cuando el autobús alcanza su última parada y Harry se baja, sus pisadas son inseguras y corre para llegar cuanto antes a su mediocre departamento. El silencio es interrumpido por el sonido metálico de las llaves al chocar entre sí y los suspiros llenos de pánico. Cuando entra, no se preocupa por quitarse los zapatos o el abrigo, y se tira sobre la fría piel del sofá. Sus pulmones pesan y sus ojos llorosos observan las luces de la ciudad que brillan en el rosáceo atardecer.

Su pecho comienza a saltar. Todo lo construido durante el día está de repente rompiéndolo, y puede sentir las familiares explosiones de pánico, el ritmo demasiado rápido de su corazón y su garganta cerrándose. Pone su cabeza entre sus rodillas, las cuales están pegadas a su pecho, porque todo está un poco borroso.

Harry contiene un sollozo, intentando convencerse a si mismo de que todo está bien, que él esta bien. De que no necesita ninguna pastilla.

Las lágrimas corren veloces por sus mejillas, y sus temblorosos dedos las intentan esconder, enterrando su rostro en sus manos. Y aun así, un sollozo salta en el pecho de Harry, haciendo que su estómago se sintiera más pesado aún.

Enfadado, Harry sorbe por la nariz y se quita las manos de la cara, mordiéndose furiosamente  su labio inferior en un intento de calmarse. Sus dedos se aprietan y sus ojos pican, mientras aterrizan en una vieja agenda de teléfonos que llegó con el correo hace un par de semanas. Ha estado revoloteando por la cocina de Harry desde entonces. A pesar de su ataque de pánico, se levanta del sofá y alcanza la agenda.

Lo abre en una página al azar, su dedo recorre cientos de nombres impresos en la amarillenta página, hasta que encuentra un nombre que le gusta.

"Louis Tomlinson" Harry lee en voz alta, con su voz grave y ronca. Una pequeña sonrisa estira los labios del joven. "Es lindo" piensa. Suspirando, los inseguros dedos de Harry siguen aferrados a la agenda, mientras vuelve al salón a buscar el cuaderno en el que antes ha estado garabateando. Cuando lo tiene, vuelve a la cocina y copia la dirección en un sobre vacío.

Los ojos de Harry se vuelven a aguar cuando empieza a escribir en un papel del cuaderno, y muy pronto ya está marcando la página con un trocito de él. Lágrimas bajan por su nariz hasta llegar al papel y hacen borrones en la tinta. Harry las retira con el dorso de la mano, y estornuda haciendo que todo su cuerpo se estremezca y su garganta se cierre. Llora mientras piensa en escribir esa carta, pero siente una especie de serenidad al escribir a alguien que no conoce. 

Harry se seca el rostro una vez más, agarra el bolígrafo con seguridad entre sus dedos, y comienza a escribir:

'Querido Louis:'

-x-

¡Aquí esta el segundo prólogo! ¡Espero que les esté gustando!

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Far // hs. + lt. - [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora