EL LAZO
Parpadear: un instante: respirar. El ojo se abre al mundo y luego se cierra sobre sí mismo. A cada lado del párpado se alza una ciudad indescifrable, el reflejo de un muro donde se refleja la imposibilidad. Apilamos las piedras de nuestro deseo mientras sentimos la nostalgia de ser: la inutilidad de todo gesto se repite hasta la muerte, hasta devolvernos al vacío, para aprender a decir yo, para enumerar el mundo desde la ausencia. En soledad intuimos la presencia de los otros en las piedras del muro que nos rodea: no hay dónde ir, todos estamos aquí, frente al muro. Parpadear: un instante que acaba y luego empieza de nuevo: respirar.
En Desapariciones, Paul Auster abre el presente para nombrarlo desde la dimensión de lo que somos: pasado, generaciones de constructores de muros. La experiencia del género nos devuelve a dónde somos: presente. En Desapariciones se desvanece el instante; su fragilidad es nuestra fragilidad. Sólo queda lo que nos excluye, lo que vive sin nosotros: el muro, un lazo genérico.