Capítulo 19

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Dennis

Gibran llamó para decirme que las chicas se estaban mudando al departamento en la propiedad del club hoy. No la había visto desde el incidente en el campo de golf. No por falta de intentos. Intenté ponerme  en su trayectoria en el club varias veces y nunca funcionó. Incluso pasé ayer y ya se había ido. Guille había dicho que ella y Fran estaban fuera del trabajo, así que asumí que se habían ido a hacer algo juntas.

Me detuve en el departamento de Fran y al instante noté el coche de Carlos. ¿Qué demonios estaba haciendo aquí? Abrí la puerta de golpe y me dirigí hacia la entrada cuando oí la voz de Angie. Dándome la vuelta, caminé hacia el auto de Carlos, hasta que lo vi apoyado en la pared del estacionamiento a su lado y escuchaba a Angie con una sonrisa en su cara. Una que estaba a punto de borrarle.

—Si estas seguro, entonces gracias —dijo Angie en voz baja, como si no quisiera que nadie más la escuchara.

—De acuerdo —respondió Carlos mientras sus ojos se alzaban para encontrarse con los míos. La sonrisa en su rostro desapareció.

Angie volvió la cabeza para mirar sobre su hombro. La sorpresa en su cara mientras sus ojos encontraban a los míos dolió. Tal vez no debería estará aquí ahora. No quería perder la cordura y asustarla con mis celos, pero estaba bastante cerca de entrar en una rabia ciega. ¿Por qué estaban hablando solos? ¿Sobre que estaba él de acuerdo?

—¿Dennis? —dijo Angie, alejándose de Carlos y acercándose a mi—. ¿Qué estas haciendo aquí?

Carlos se echo a reír y sacudió la cabeza, luego abrió la puerta del auto. —Estoy seguro de que vino a ayudar. Me iré antes de que me pulverice con esa fea mirada.

Se iría. Bien.

—¿Viniste a ayudarnos con la mudanza? —preguntó, mirándome con atención.

—Si, a eso vine —le contesté. La tensión me abandonó mientras el BMW de Carlos volvía a la vida y se iba.

—¿Cómo te enteraste que nos estábamos mudando?

—Gibran me llamó —le respondí.

Movió los pies con nerviosismo. Odiaba ponerla nerviosa.

—Quería ayudar, Angie. Lamento lo de Dalu el otro día. He hablado con ella. No sera...

—No te preocupes por eso. No te tienes que disculpar por ella. No estoy en contra tuyo. Lo entiendo.

No, no lo hacía. Podía verlo en sus ojos que no lo entendía. Me incliné y tomé su mano. Sólo necesitaba tocarla de alguna manera. Tembló mientras mis dedos rozaron su palma. Sus dientes mordieron su labio inferior de la misma manera en la que yo quería morderlo.

—Angie —dije y me detuve porque no estaba seguro de que más decir. La verdad era demasiado ahora mismo.

Levantó los ojos de nuestras manos y pude ver el deseo en ellos. ¿En serio? ¿Estaba soñando, inventando esto, o ella... realmente lo quería? Deslicé un dedo por su palma y acaricié la parte inferior de su muñeca. Se estremeció de nuevo. Mierda. Mis caricias le afectaban. Di un paso cerca de ella y pasé la mano lentamente por su brazo. Esperaba que me empujara y pusiera distancia entre nosotros.

Cuando llegué lo suficientemente alto mi pulgar, le rocé el costado de su pecho y me agarró el brazo libre mientras se estremecía. 

¿Qué carajo?

—Angie —susurré, presionando su espalda hasta que estuvo contra la pared de ladrillo del edificio de apartamentos y mi pecho a centímetros de tocar el de ella.

No me empujó y sus parpados se veían pesados mientras miraba mi pecho. Su respiración era pesada. El escote que el pequeño vestido rosa pálido mostraba estaba allí, debajo de mi nariz. Subiendo y cayendo como una invitación. Una imposible. Algo estaba mal aquí.

Puse mi otra mano en su cintura y lentamente la deslicé por su cuerpo hasta que estuvo escondida debajo de su pecho. No estaba usando sostén. Sus pezones estaban duros y empujando contra la fina tela de su vestido. No podía detenerme. Liberé mi mano y cubrí su pecho derecho, apretándolo suavemente. Angie gimió y sus rodillas comenzaron a debilitarse. Dejó caer la cabeza en la pared y cerró los ojos. La sostuve y metí mi pierna entre las suyas para impedir que se hundiera en el suelo.

Con la otra mano, cubrí el pecho izquierdo y pasé las yemas de mis dedos sobre sus pezones firmes.

—Oh, Dios, Dennis —gimió, abriendo los ojos y mirándome a través de sus pestañas caídas. ¡Madre mía! Estaba en algún tipo de paraíso torturador. Si este era otro sueño, me cabrearía mucho. Se sentía tan real.

—¿Se siente bien, bebé? —pregunté, bajando mi cabeza para susurrárselo al oído.

—Si —susurró, hundiéndose aún más en mi rodilla. Cuando su centro cálido se presionó contra mi pierna, se quedó sin aliento y se agarró más fuerte de mis brazos—. Ahhhh —gritó.

Iba a venirme en mis pantalones. Nunca había estado tan caliente en mi vida. Algo era diferente. Esto no era lo mismo. Estaba casi desesperada. Podía sentir su miedo, pero su necesidad era más fuerte. —Angie, dime que quieres que haga. Haré lo que sea que necesites —le prometí, besando la suave piel debajo de su oreja. Olía tan malditamente bien. Amasé sus pechos en mis manos otra vez y ella dejó escapar un gemido suplicante. Mi dulce Angie estaba increíblemente caliente. Esto era real. Esto no era un maldito sueño. ¡Santo cielo!

—¡Angie! —La estridente voz de Fran fue como un balde de agua helada lanzada sobre Angie. Se puso rígida y se levantó, dejando caer las manos de mí y se alejó. No podía mirarme.

—Yo... Eh... Lo siento. No sé... —Sacudió la cabeza y se apuró a alejarse de mí. La observe hasta que llegó a la puerta y Fran le regañó con severidad. Angie estaba asintiendo con la cabeza. Una vez que estuvieron adentro, golpeé ambas manos contra el ladrillo y mascullé una cadena de maldiciones mientras intentaba controlar mi erección.

Después de unos minutos, la puerta se abrió de nuevo y me volví para ver a Gibran caminar afuera. Me miró y soltó un silbido. —Maldita sea hombre, trabajas rápido.

Ni siquiera respondí eso. No sabía de lo que estaba hablando.Angie había estado hambrienta por mi toque. No me había rechazado. Casi me había estado rogando en silencio. No tenía sentido, pero me deseaba. Dios sabe que yo la deseo. Siempre la deseo.

—Vamos. Tenemos un sofá que mover. Necesito tu ayuda —dijo Gibran, manteniendo la puerta abierta.


Que les digo, las hormonas de embarazo ya están haciendo efecto, afortunada o desafortunadamente Fran llegó, será para la próxima.

Nunca demasiado lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora