Bosque helado

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"¿De qué sirve el calor del verano, sin el frío del invierno para darle dulzura?"

John Steinbeck


El tono blanco y pulcro que lo abarcaba casi todo a su alrededor, bajo un cúmulo de nubes blanquecinas que parecían extenderse por kilómetros sobre el cielo azul, acompañado de hermosos matices anaranjados y lilas. Y con los últimos rayos del sol cayendo sobre la copa de los árboles cubiertos de nieve de aquel inmenso bosque, Kagami perseguía a un niño de no más de 6 años.

El pequeño corría con gran agilidad por entre los árboles del lugar, tan rápido que Kagami estaba sorprendido de que pudiera mantener esa velocidad en un lugar así.

Incluso podía escuchar la risa del infante, al parecer le divertía la situación.

—Oye niño, espera. —En vano trató de llamar su atención, pues el pequeño continuó corriendo; riéndose y sin mostrar el menor signo de cansancio.

Sin embargo, Kagami tampoco se sentía cansado y siguió corriendo tras aquel chico desconocido, pero al que por alguna razón deseaba —no, necesitaba— alcanzar. La chamarra con capucha que traía el pequeño le impedía poder ver su rostro o algún rasgo que le dijera de quien se trataba.

De repente en medio de su persecución lo perdió de vista, se detuvo para tratar de ubicarlo, hasta que sintió un toque en su pierna, era el niño con su gorro aún puesto, el pequeño alzo su rostro y al fin pudo ver de quien se trataba.

Con una expresión de sorpresa Kagami contempló el rostro del niño, sus mechones de cabello pelirrojos que sobresalían del gorro, sus cejas partidas de mismo tono que el cabello y los ojos rojos como el fuego.

Taiga no entendía lo que estaba pasando y por qué ese niño lucía igual que él. No obstante, no tuvo tiempo de seguir analizando la situación porque se sintió arrastrado con fuerza hacia una profunda oscuridad; la última imagen en su mente es el rostro del infante sonriéndole feliz.


***


En la mañana cuando Kagami se despertó notó que estaba cubierto en sudor, el sueño tan vívido que tuvo le provocó un sentimiento extraño en el pecho, decenas de veces en el pasado ha tenido sueños similares, la única diferencia es que esta vez al fin pudo ver el rostro del niño.

Ahora más que nunca estaba seguro de que tomó la decisión correcta al viajar a ese lugar, así que, sin pensarlo demasiado, se levantó y se dirigió al baño para darse una ducha.

Después de que terminó de cambiarse y colocarse las diversas capas de ropa necesarias para soportar el frío en aquella región, tomó una pequeña mochila de viaje y salió del hotel.

Mientras recorría los alrededores de aquel pequeño poblado en que eligió pasar sus vacaciones de la universidad, Kagami recordó la molestia de sus padres al respecto de su decisión, primero, porque no les consultó al respecto, solo les dijo que ya había elegido el lugar en donde pasaría sus vacaciones. Y segundo, porque ellos no lograban entender porque su único hijo prefirió pasar sus vacaciones en un lugar desconocido, en lugar de visitar a sus padres después de haber estado separados por varios meses a causa de los estudios del pelirrojo.

Taiga todavía recuerda la llamada de sus padres una noche antes de su viaje intentando hacerlo cambiar de opinión, sus voces sonaban molestas, su padre incluso gritaba y su madre sonaba angustiada. Al final ambos se rindieron y solo le desearon un buen viaje. El tono triste de sus voces no pasó desapercibido, sus padres estaban tristes y sufrían por la indiferencia de su hijo. Pero Kagami no sintió remordimiento alguno.

Invierno eternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora