Capítulo 15.

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[La advertencia.]

Makis.

Ella seguía acá, pese a que no había obligación alguna de que continuara en mi casa, Natalia seguía durmiendo en mi cama, abrazando mi pecho y besando mis labios; seguía permitiendo que acariciara su cintura, mordisqueando sus senos y chupando su cuello. Era mía, tan mía que a veces me era difícil procesar la gran felicidad que eso me provocaba, estaba segura de que si volvía a experimentar la transmutación, solo sería un can inofensivo moviéndole el rabo a cada paso que daba.

—Tengo que volver a casa. — Susurró esa noche en específico. — Creo que mamá ya me extraña.

Y hasta ahí había llegado eso de mover el rabito de felicidad. — Puedo usar mi poder de alfa para que te deje quedar un poco más.

—¿A qué te refieres con eso del poder de alfa? — De inmediato la sangre migró a mis mejillas y mi cabeza se enterró contra sus pechos. — ¿Qué me estás ocultando? — Picó mi espalda deliberadamente, pero yo solo me hundí más en el espacio entre sus pechos. — María Cretina, háblame, no me dejes con la palabra en la boca.

—Mu niugu u hublur. — Espeté con ese tono juguetón que me provocaba estar apretada entre esas montañas. — Ustu us ul puruisu.

Esa fina línea entre mis pestañas superiores e inferiores se me permitió ver como un fuerte color rojo comenzaba a surgir desde su cuello hasta sus orejas, dando ese tono similar al de un tomate maduro. Apenas pude sentir como sus dedos jalaron de mis orejas y me arrancaron cruelmente de mi escondite predilecto.

—Deja de niñerías. — Me regañó. — Respóndeme lo que te estoy preguntando.

—¡No! — Y sin dudar un segundo, volví a sumergirme entre sus pechos para sentir que mis mejillas se apretaban contra ese cálido lugar. — Me niego.

—Deja de ser una niña.

—Tengo muchos, cientos de años. — Refuté. — La niña es otra.

Escuché a Natalia reírse como una niña, apretando mis mejillas como si en realidad quisiera hacer sobresalir mis labios para instalar ese puchero involuntario en mi boca. Me encantaba cuando ella se reía y me encantaba que la noche de luna hicieran un perfecto contorno de su perfil, para hacer lucir su rostro aún más hermoso de lo que ya era.

Detallé el contorno de su mejilla con la punta de mis dedos. — Eres hermosa. — Suspiré encantada. — Demasiado hermosa, Natalia Afanador.

—¿Intentas seducirme para que te deje tocarme?

—¿Funciona? — Levanté las cejas con ese tono pícaro, subiendo con suaves caricias por sus cálidas caderas. — ¿Logré persuadirte para que te quedarás unos cuantos días más acá? — Unos besos distraídos salpicaron su cuello. — ¿Te quedarás conmigo?

Su cabeza se giró suavemente, dándome paso libre a mis besos. — Tentador. — Suspiró. — Pero no, no me quedaré contigo. — Mis labio quedaron suspendidos sobre su cuello y mi cuerpo semi recostado sobre el de ella, un poco más acalorado de lo habitual. — Tengo que volver a mi casa para y tengo que dejar de faltar a clases por tu culpa.

—Yo no te he hecho faltar a clases. — Refuté sin separarme. — Solo hemos llegado un poco tarde.

—Tengo que volver a casa.

El hecho de tener que dormir lejos de Natalia me congelaba al alma, no porque no confiara en ella, sino que la cara jocosa de Isaza aparecía en mis pensamientos y lograba que toda mi vida se volviese algo miserable. Si ese cretino osaba acercarse a más de diez metros de ella, tomaría su maldita cabeza y le haría un hueco para que sirviera de olla para hacer sopa de sesos.

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora