Capítulo XXIX

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Con la mente liberada, lo único que restaba era liberar el cuerpo y renacer con ambos renovados. En un relajado viernes, que más que al entrenamiento invitaba a la despreocupación y el ocio, Shoto volvía a reunirse con Momo lejos de miradas indiscretas. Lejos de la realidad, sumidos en la fantasía de la presencia del otro; la conexión que antes solo habían compartido mediante miradas ahora se materializaba en ardientes besos y caóticas caricias. Eran jóvenes, demasiado como para que uno de los dos hubiese sido amado antes. Era un primer amor; un dulce desorden de emociones insaciables.

Shoto se obligó - ¡qué desagradable había sido para él no aprovechar cada segundo de su noche particular! – a separarse de ella. Momo le observó en silencio, a la vez que rozaba con la mayor ternura la piel quemada de su rostro. Envolvió la mano temblorosa con su ardiente izquierda. El cambio de expresión de Momo le indicó que había adivinado que debía prevenirla acerca de algo. No había sido cauto y le había ofrecido sus ojos de nuevo, permitiendo que ella asomase la cabeza al interior del pozo donde yacían aquellas preocupaciones que había procurado ocultar.

- Shoto, ¿qué ocurre? – preguntó, con una confianza adquirida a lo largo de sus encuentros.

- Mañana temprano – empezó a confesar él, sabedor de que no podía ocultarle nada a Momo – dejaré todo lo que he conocido atrás. Abandonaré Musutafu y lo que esta simboliza.

- ¿A dónde irás?

¡Sonaba tan ridículo ahora, en el momento del juicio final!

- Lejos de la ciudad, fuera del bullicio insoportable de la vida en constante competencia. Buscaré una región rural, quizás Hinohara o algún sitio similar.

Le pareció que Momo comenzaba a temblar con más fuerza. Lo que habían sido pequeños escalofríos independientes ahora se reunían en un seísmo leve, aunque perceptible.

- ¿Qué ocurrirá con tu formación? – siguió interrogándole.

- No seré un héroe, no complaceré a mi padre siguiendo el camino que trazó para mí.

- ¿Endeavor...? – Momo no tenía aliento, cada vez le costaba más respirar -. ¿Esto es por él? ¿La cicatriz de tu cara...?

Shoto asintió. No pretendía abrumar a Momo con escabrosos y desagradables detalles acerca de su infancia. Escuchó cómo inhalaba bruscamente, sorprendida. Era natural; seguramente habría crecido creyendo que Endeavor era un buen héroe, alguien merecedor del segundo puesto en la escala.

Momo apartó repentinamente la mano de la de Shoto.

- ¿Y esto...? – preguntó, con mucha más ansia -. ¿Esto es también para demostrarle que no eres una marioneta?

Su gesto, abriendo ambas manos y haciendo un movimiento circular, le hizo saber que se refería a todo lo que habían vivido. Con un afecto que jamás se había imaginado que nadie podría despertar en él, Shoto atrapó los blanquísimos dedos frente a él, que seguían agitándose nerviosos, y detuvo los movimientos casi espasmódicos de las manos de Momo entrelazándolas una vez más con las suyas.

- Claro que no – respondió, sin un rastro de vacilación en su voz -. No tienes, ni tendrás nunca, nada que ver con mi padre. Tus ojos me han salvado de una existencia completamente gris.

- Eso es imposible – replicó ella -. Si algo han hecho, es añadir un tono adicional a ese gris que tanto odias.

- Si es así, ya no me importa vivir una vida monocolor, siempre que sea de ese mismo tono.

Por el aspecto casi vidrioso de aquellos órganos tan preciados para Shoto, pudo decir que estaban a punto de empezar a derramar lágrimas. Cuidadosamente, él la rodeó con sus brazos, atrayendo el cuerpo de su sílfide al suyo propio. Momo apoyó la frente en su hombro, bajando la cabeza. Shoto se había dado cuenta de que sus alturas eran muy similares, siendo la suya levemente superior a la de ella. Jamás habría podido encontrar un defecto en Momo, excepto que no pudiera descansar la cabeza en su pecho para oír la vehemencia del corazón que durante tanto tiempo había permanecido dormido.

- Te acompañaré, Shoto.

Shoto se sobresaltó. Sabía que debía impedírselo; Momo tenía un brillante futuro ante ella, demasiado perfecto como para desaprovecharlo por un loco egoísta como él. Aunque era consciente de lo que tenía que hacer, Shoto no podía negar que había estado deseando que ella dijera precisamente eso.

- Cuando hablaste por primera vez, dijiste que me necesitabas. ¿Sigue siendo así?

Él asintió. Requería de ella como el fuego requiere del aire.

- Entonces no trates de detenerme.

La perspectiva de dar muerte a su mundo dejó de parecer aterradora entonces. No podría haber deseado mejor compañía.

Monocolor | TodoMomo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora