❦︎ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 6 ❦︎

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6. El ruido de los cristales rotos

Noviembre 2017

Ashton Weiss había respondido por puro instinto. No pensó en que les faltaban tres escalones para llegar al suelo, solo pensó en lo que sus ojos captaron de reojo un breve milisegundo: un hombre encapuchado con una ametralladora en un auto pasando por el frente de la escuela. Después de una advertencia a voz de grito, saltó sobre la chica, que gracias al cielo era mucho más baja que él. 

Sus brazos rodearon el pequeño cuerpo, la cabeza de la chica chocando su pecho, sus manos apretujadas entre ellos. El peso del muchacho la desequilibró y terminaron rodando al menos un metro en el suelo cuando la lluvia de cristales empezó. Duró quizás un instante, pero la cabeza de Casey zumbaba por el impacto y sus ojos cerrados veían fogonazos de dolor. Ashton la oyó quejarse, pero no se apartó de ella, cubriéndola con su cuerpo entero. 

Por un instante el tiempo pasó más lento, el auto se demoró más en alejarse, los cristales volaron sobre ellos en una nube de humo, brillos que caían en la chaqueta del muchacho y alrededor de ellos, llenando el pasillo de cristalinos trozos de luz. Cuando las balas se detuvieron, los sonidos del mundo regresaron y Casey oyó a lo lejos un auto quemando sus ruedas.

La chica luchó por entender lo que había pasado, pero todo había sido demasiado rápido y su cabeza palpitaba de dolor. Sin contar que Ashton pesaba horrores encima de ella. El chico alzó un poco su cabeza cuando los cristales dejaron de volar y ladeó su rostro para mirar el ventanal. Roto, un ojo ciego abierto hacia la frialdad del exterior. El Leo respiraba aceleradamente y rápidamente regresó sus ojos hacia Casey.

—¿Qué ha sido eso? –preguntó ella.

—¿Estás bien? –respondió él.

—Estaría mejor si te levantas.

—Cierto, lo siento –se apresuró a elevarse y usar una mano para ayudarla a ponerse en pie—. ¿Te golpeaste? –preguntó cuándo la vio acariciarse la parte trasera de la cabeza en busca de sangre. No había nada, solo un chichón en formación.

—Sí –dijo ella, restándole importancia con un gesto y luego mirando las ventanas. Sus ojos se abrieron como platos—. ¿Qué mierda fue eso? ¿Nos dispararon?

—No estoy seguro de que nosotros fuésemos su objetivo.

—¿Pero nos dispararon?

—¿Estás en shock? ¿Es por el golpe?

—¡Aquí nunca hay tiroteos! –gritó ella y Ashton le cubrió la boca con una mano, usando la otra para pedirle que hiciera silencio cuando oyó la puerta principal abrirse. La chica le mordió los dedos y él se apartó con una mueca—. ¿¡Qué mierda te pasa!?

—Creo que no estamos a salvo, Casey –dijo él, tomándola de la mano y jalando de ella hacia el pasillo que iba al comedor, un pasillo interior y sin ventanas. Casey corrió detrás de él tropezándose con el viento y casi cayendo un par de veces. Dejó de resistirse cuando escuchó un par de pesadas botas pisar los cristales rotos que habían dejado atrás. 

Ashton empujó la puerta de la cafetería y ella lo siguió dentro, pero aquella resultó no ser una buena idea. La cafetería del instituto colindaba con el bosque y una de sus paredes estaba cubierta de cristales, con una puerta que daba acceso a un área con mesas en el exterior. Dos hombres armados rompieron esa puerta y se detuvieron al verlos.

Por un momento las cuatro personas en la cafetería solo se observaron, hasta que Casey abrió la boca con un grito y uno de ellos alzó su alma, apuntándoles. Ashton tiró de ella otra vez, haciéndola caer a medias sobre él y tumbando una mesa como escudo donde los tres disparos se detuvieron. Gracias a los Astros la escuela tenía mesas anchas y de madera real.

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