• CAPITULO 13 •

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>Ramiro<

Nos encontrábamos en la azotea del hospital y como le prometí a Evan, logre subir sin ser atrapados, solo para que él logrará hacer aquel ritual por la muerte de su padre.

Yo estaba sentado en las escaleras esperando a que terminara para no ser tan entrometido, en mis manos traía al pequeño roedor que cubría con una pequeña manta.

—Yo también la extraño —Le entregué un pequeño cereal en forma de aro color rosa —, pero no encuentro la manera de sentirme cerca, en cambio, él sí.

>Evan<

—No puedo resumir todo este año en media hora —Suspiré y me senté en el suelo con las manos en el pecho—. Te extraño tanto.

Como si mi corazón agonizara, las lágrimas comenzaron a descender por mis mejillas. Aún me costaba vivir sin sus consejos.

—Cada vez me siento con menos tiempo, aunque eso no había sido un problema hasta que llegó él —Reí y observé el pequeño dibujo que me había realizado en la mano, era un muñeco de simples líneas con la frase sarcasmo en un corazón—. Quizá me gusta, quizá me estoy enamorando, pero entiendo nada.

—Sé qué esto era difícil, aunque no tanto, ¿sabes? —Lleve mi vista en dirección a las escaleras donde logre ver su silueta—. Ramiro es todo una galaxia por explorar y todo se me está escapando de las manos, papá. Tal vez el amor está a metros de mí y mi tiempo se está esfumando.

Cuando me metí al tratamiento lo único que perdía era momentos de incomodidad donde no quería ser un centro de lástima, pero él en mi vida llegó a mover tantas cosas.

—Pero lo que me resta no lo puedo aprovechar, no puedo enamorarme y dejar otro plato roto en mi historia— tal vez era el miedo el verdadero impedimento.

Aferré más mi mano al pecho donde se mantenía mi collar, en ese momento mi pecho ardía, metafóricamente.

—Te quiero pedir algo donde quiera que estés, ayuda un poco a mi mamá. Tu partida dejó un hueco en todos, pero ella no lo sabe lidiar —Nadie estaba listo para la muerte de mi papá, Mariana y yo éramos solo unos niños y mi madre se había quedado sola—. Tengo miedo de que ella sea un impedimento en mi búsqueda, solo me llena de sermones que me están ahogando.

—Definitivamente, ella no es como tú —Sonreí hacia el cielo recordando cada momento que pase con mi padre—. Aún recuerdo aquellas de tus pláticas incómodas y raras, pero que hasta ahora entiendo.

—Evan, Evan —Decía mi padre mientras lo llenaba de las hojas con todos los dibujos que había hecho—. ¡Para!

¿Qué pasa?, ¿Hice algo mal? —Dejé mi cuaderno en el escritorio y me exalté diciendo todas las posibilidades—, según yo, tengo buenas calificaciones, ayudó a mi mamá, soy buen hermano, no digo nada cuando vamos al doctor y me inyectan.

—No, no hijo —Detuvo mis manos y me miró sonriendo—. No es nada malo.

¿Entonces? —En mi cabeza se comenzaban a formar las posibilidades de que había hecho algo mal, pero seguía sin descifrarlo—. Si es lo de Enrique, él me golpeó primero.

—Eso lo discutiremos después, solo quiero hablar sobre algo contigo— podía apostar que estaba nervioso, era extraño ver a mi padre de esa manera.

¿Qué pasa?, Sigo sin entender —Palmeó el asiento a su lado

—Hijo, me he dado cuenta de que tú no sientes nada hacia las niñas, ¿verdad?

HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora