21.

9 1 0
                                    

Coloqué la compresa fría sobre el golpe en mi ceja. Sentía que me explotaba la cabeza. Ayer mientras regresaba a mi casa desde la Universidad me asaltaron y me quitaron el teléfono. Cómo si fuera poco, también me habían asestado un golpe que me había partido la ceja.

— ¿Cómo sigue tu golpe?— me preguntó Leyda mientras ponía las cosas en su mochila.

— ¿Cómo se ve?

— Casi tan mal como tú desde que entraste a la escuela.— desde que había comenzado a extrañar a Bec ella lo había intuido, pero no había logrado sacarme la verdad. Aún.

— Eso dice mucho, ¿No?

— ¿Ya me vas a decir qué te pasa?— la miré fugazmente antes de retirarme la compresa y volver la vista a mis zapatos.

— No me pasa nada.

Leyda no solía ser directa, a menos que realmente estuviera harta. Yo esperaba que tardara un poco más en lanzarme la bomba.

— ¿Es por Becca? Esta vez terminaron de verdad, ¿Cierto?— me miró así como miran las hermanas cuando desaprueban algo.

— Ya es tarde.— le dije revisando la hora en el reloj de la pared.

— Sí, pero para ti.— me respondió antes de salir con un portazo de la casa.

No me atreví a despegar la mirada del suelo. Tal vez Leyda tenía razón. Me levanté del sillón y también revisé lo que tenía que poner en mi mochila. Metiendo y sacando cosas de ella, estuve pensando.

Podía llamarla. Había evitado hacerlo todo este tiempo, y hasta ahora que no tenía teléfono me había parecido una buena opción. No me sabía su número. ¿Y si no contestaba? Aunque pudiera llamarla, en mi teléfono reconocería el contacto. No respondería.

Me explotaba la cabeza por pensar en ello y por el golpe. Era un combo bastante fastidioso.

Cerré mi mochila y me la colgué en el hombro antes de tomar las llaves y salir de la casa. Caminé a la parada del autobús mientras pensaba en la última vez que ví a Bec, y que le hablé.

Solo habíamos peleado. Lo de Sarah solamente había sido el detonante para que todo terminara.

Necesitaba hablar con alguien que hiciera de psicólogo. Jacx no era muy bueno en eso. Sus consejos eran siempre sobre como salir con alguien, o cómo gustarle a alguien. Él era de mi agrado, pero a veces sus consejos y su personalidad increíblemente interesada solo en chicas me resultaba abrumadora.

Así que tuve la esperanza de encontrarme con Ian ese día. Me fui a la escuela pensando en ello.

Tuve la graciosa suerte de encontrármelo en el autobús. Me senté junto a él y lo saludé.

— ¿Hoy no llevaste a Leyda a la escuela?

— No, mi horario en la universidad es más disperso que el de ella.

— Entiendo.— ¿Cómo podía sacar el tema?

— Aunque me contó que está preocupada por ti.— mencionó, y me alegré internamente de que la responsabilidad de introducir ese tema en la conversación no recayera sobre mí.— Dijo que siente que estás en una especie de depresión. Ya sabes, más distante de lo normal, con ella. Callado. Pensativo. Algo amargado aunque, supongo que son cosas que ella puede notar más.— añadió.

— Sí, supongo que sí.

— ¿Es por Becca?

— Sí.— tenía que cooperar.

— Y no se lo has dicho a tu hermana, ¿Verdad?

— No.— miré por la ventana del otro lado.

— Y quieres hablar de eso, ¿No es así?

Tienes Prohibido EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora