II

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Se trataba de la artista definitiva: Angie Yonaga, quien esbozó una sonrisa al observar a la maestra de Aikido

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Se trataba de la artista definitiva: Angie Yonaga, quien esbozó una sonrisa al observar a la maestra de Aikido. Instantáneamente, Tenko se crispó y se levantó, dándose libertad para adentrarse en la sala donde la morena había salido; ignorando sus palabras y dándole un pequeño empujón durante su trayecto.

Pero además de ella, y de Angie -quien había entrado y cerrado la puerta mientras Tenko inspeccionaba el cuarto-, no había ningún rastro de la maga. Quizá eso no dio resultado, aunque no desaprovecharía la oportunidad para obtener respuestas de su acompañante en la sala.

— ¡Tú! — Señaló con su dedo índice a la albina. —¿Dónde está Yumeno?

— Tranquilízate, Tenko. Deja que el aura de Dios en esta habitación te transmita la paz. — Cerró sus ojos a la par que juntaba ambas manos.

— No puedo simplemente calmarme con algo disparatado. Además, ¿por qué no abrías la puerta? Toqué innumerables veces y abriste hasta que quisiste.

— Oh~, eso. Angie sólo estaba teniendo una sesión espiritual con Dios.

Ahora prefería no haber preguntado.

— ¿Podrías centrarte y contestar a mi primera pregunta?

—Ah~, hablas sobre el paradero de Himiko, ¿verdad?

— Obviamente. ¿Para qué estaría aquí si no?

— Ya veo, ¿por qué no tomas asiento un rato? Dejemos que Dios nos guíe. — Angie estaba sentada en el lugar más limpio de su desastre de sala. Con su mano derecha la invita a su lado con su característica euforia.

La chica más alta duda. Bien podría ser una distracción; pero al observar la falta de opciones que tenía en ese momento aceptó quedarse, dado a que ella era la persona que había estado pasando más tiempo con la pequeña maga.

— De acuerdo, ¿qué es lo que te causa tanta preocupación? ¿Acaso Tenko desea hablar con Himiko sobre algo importante?

— No, es sólo que he estado intentado encontrarla, yo... no sé, tengo la sensación de que me está evitando.

— En ese caso, puedo decirte que ella estuvo aquí hace un rato. Me ayudó con algunas cosas para mis esculturas.

— ¿En serio? Entonces, ¿podrías decirme a dónde se fue? — el semblante de Tenko cambió por completo.

— Eso no lo sé, sólo Dios conoce la respuesta a una pregunta como esa.

— No tengo tiempo para tus sinsentidos, Angie. Ya mi paciencia está en su límite.

— Hmm, ese podría ser un problema.

— ¿Huh?

— A veces tu impaciencia puede ser un obstáculo para conectarte plenamente con los demás.

Cuando el alma necesita llorar | TenmikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora