Fuerza de voluntad. Esa es una expresión muy apropiada en el ambiente mundano, y la gente tiene mucha fuerza de voluntad es alabada y envidiada por todos. Yo debería haber sabido que no poseía ninguna, y si algo tenia, estaba en huelga, porque cuando la use para dejar de beber, para dejar de enlodar a otros, para conseguir pureza en el aspecto de mi vida, había sido menos que suficiente.
Una de las cosas en las que trate de usar fuerza de voluntad fue mi hábito de fumar. Me fumaba dos paquetes de cigarrillos al día, diez cigarros y una pipa. Y esto era bastante humo.
En esos días yo experimentaba el compañerismo de los demás en la iglesia bautista. Y por eso, para tener comunión espiritual, solía ir a una pequeña iglesia pentecostal los sábados por la noche. Era dirigida por el anciano hermano John Douglas, un gran hombre de Dios, y se reunía en un antiguo teatro de Baltimore. Los santos se reunían alrededor de las siete y finalizaban su reunión a las doce y media o una de la madrugada. Todo se realizaba en perfecto orden, una hermosa reunión carismática. Uno de los hermanos tenia un himno, otro salmo, un cántico espiritual, lenguas interpretación o profecía.
Cuando entraba a la iglesia, todos sabían que yo había llegado. Yo podía verlos arrugar la nariz. Y los podía oír diciendo: "Ahí viene el hediondo Hill", porque yo era el único que fumaba entre cerca de quinientos hermanos, y todos podían olerme a un kilómetro de distancia. Esto me afectaba mucho, especialmente cuando cantaban ese antiguo himno pentecostal que dice: "No habrá fumadores en la casa de mi padre." Todos dirigían sus miradas directamente a mí. Me sentía acorralado.
Naturalmente trate de reaccionar. Satanás usó el espíritu de orgullo para tratar de arreglar el asunto por mis propios medios con el fin de impresionar a los hermanos. Trate de hacerlo durante un año, y al fin de ese tiempo, había conseguido pasar dos paquetes de cigarrillos a tres, a de diez cigarros a doce, y fumaba una popa dos veces mas que antes, todo esto por mis propias fuerzas. Mi orgullo se sentía herido en lo mas profundo. Yo volvía a casa a esforzarme aun mas por dejar de fumar, esforzándome verdaderamente con toda la energía de mi fuerza de voluntad, y terminaba fumando mas que antes. Yo alabo a Dios porque si yo hubiera sido capaz de dejar el cigarrillo, Dios h abría sido despojado de su gloria. Y entonces yo podría haber dicho a otros fumadores: "¿Por qué no dejan este hediondo habito que ustedes tienen para ser buenos como yo lo soy, el fariseo?" Pero Dios no cayo en esa trampa. Él hace todas las cosas bien.
Cuando yo oraba, siempre decía: "Señor, dame el poder de dejar de fumar", pero el poder no vino. Entonces un día dejé de pedir y sencillamente esperé en el Señor. Y mientras esperé, Él pareció decirme: ¿Por qué deseas dejar de fumar?
Realmente no había pensado acerca de esto. "Bueno, deseo dejar de fumar porque..." Yo no deseaba que él supiera que mi imagen, no religiosa, pura, cristiana y caballerosa imagen no debía oler como yo olía. Pero Él ya lo sabía. De modo que Él respondió a su propia pregunta en lugar de mi al decir:
¿Deseas dejar de fumar para impresionar a los hermanos?
"Pienso que así es Señor"
No hay que hacer conjeturas al respecto. Tú sabes muy bien que esa es tu razón.
"Bueno", dije yo, tratando de aparecer a lo mejor, esa es una razón. "Y, además, esto me esta destruyendo." Estaba empezando a toser sangre, y no podía dar tres pasos sin sofocarme.
Oh, si, por cierto, que esto está matándote, y lo ha estado todo el tiempo. Pero es cosa aparte. Mucha gente muere de cosas que la están matando, y ellos creen que se gozan haciéndolas. Esa no es razón valedera. Se absolutamente franco conmigo, Hill, y entonces podemos conseguir algo efectivo.
Yo bajé la cabeza y dije: "Muy bien, Señor", y Él acepto mi confesión.
Dime, ¿Cómo fue que dejaste de beber? Fue su siguiente pregunta. ¿Te di yo el poder para que lo hicieras por tu propia cuenta?
"Oh, no. Yo rendí, dejé de esforzarme. Yo dije: 'Dios, ayúdame'. Y tú lo hiciste. Lo hiciste tu solo. Tú me quitaste el deseo de beber alcohol."
Bueno, entonces, dijo Él, ¿por qué no te rindes en estos y me dejas que yo me encargue del asunto? Se sincero. Reconoce que no deseas dejarlo. Reconoce que estas encadenado. Dilo tal como es.
Y finalmente lo hice. Yo dije: "Señor, no tengo poder ni deseo dejar de fumar. No tengo poder para cambiar mi voluntad. No tengo ninguna inclinación a romper con este hábito. Me siento compelido a fumar, Señor." Y entonces fui verdaderamente sincero y dije: "Señor, ni siquiera tengo la certidumbre de que deseo que interfieras en este hábito que yo tengo desde que tenía trece años." Yo reconocí que mi voluntad estaba tan encadenada por él, que ni siquiera tenia autonomía para tomar una decisión. Y terminé diciendo: "Todavía más, si tú dejas que yo decida, Dios, probablemente voy a llegar a consumir diez paquetes al día, y llegará a salirme humo hasta por los oídos. Si tu estás de acuerdo, yo también."
Me sentía espiritualmente derrocado. Había librado una batalla imposible hasta el punto de sentirme exhausto, y me rendí, pude sentir la liberación. Y aunque hasta entonces no conocía las palabras de Zacarías 4: 6 en el Manual del fabricante, yo estaba listo para ver una demostración de: "No con ejército, ni con fuerza sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová."
Una semana mas tarde, Jesús se llevó mis cigarrillos, y con ellos, todo deseo de fumar. Comencé a experimentar algo de lo que la Biblia dice cuando declara lo siguiente: "De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será desatado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo."
Después que Ed me había presentado a Jesús, él me había dicho: "No trates de hacerte a ti mismo digno. Ven tal como estas. Entrega todo lo que tú eres a Jesús, y te hará lo que Él quiere que tu seas."
He aceptado que unas de las cosas más importantes que debemos aprender si deseamos vivir como un hijo del Rey es confiar al Rey cada problema, cada falta, cada pecado, cada cosa imposible en nuestra vida. Él, y solo Él, puede hacernos dignos de su reino. Mientras estemos nosotros tratando de hacer algo por medio de nuestra fuerza de voluntad, estamos condenados a permanecer en nuestro insignificante reino de miseria y derrota. Pero, los hijos del Rey rinden todo al Rey, y Él le emancipa para entrar por las puertas de su reino de los cielos.
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Como vivir como un hijo del Rey
EspiritualLos hijos del Rey viven en el mundo natural pero disfrutan del gobierno celestial. Es mas divertido de esta manera. El autor de best-sellers, Harold Hill dice que su vida fue miserable hasta que aprendió: - Como ser exitoso en todas las áreas - Como...