Capítulo 13

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Aquellos fueron los minutos más tensos en la historia de la vida de ambos. Caroline intentaba no mirarle, siendo ese el único momento donde lamentaba no tener un teléfono inteligente. De ese modo hubiese tenido la excusa perfecta embobada con aquella pantalla. Roy, por su parte, tampoco sabía qué hacer. Le hubiese gustado saludarla, saber qué tal estaba, pero se sentía realmente incómodo. ¿Era tan difícil entender porqué había tenido que marcharse? Si tan solo no se lo hubiese tomado a título personal... Pero desconocía que precisamente no había otra manera en la que pudiese sentirse dado que lo había vivido como una negación a lo que no sabía que había estado ofreciendo.

Cuando estaban a punto de alcanzar el piso diez, un tintineo de luces fue la manera que tuvo el ascensor de hacerles saber lo que iba a pasar. No había luz. El ascensor se paró con un brusco movimiento y durante fracciones de segundo ambos temieron por sus vidas pendidas de unos cables en una distancia demasiado alta para su gusto.

— ¡Mierda! —protestó entre dientes Caroline.

Roy pulsó todos los botones, pero ni tan siquiera aquella famosa campanita sonaba como debía. No escuchaba nada al otro lado. Nadie respondía para informarles que sabían que estaban allí y que no iba a pasarles nada. Así que, intentó sacar su teléfono para ver si había suerte y la cobertura estaba de su lado. Nada, ni una línea.

Caroline hizo lo mismo deseando que su teléfono hiciese lo que siempre había hecho mejor que cualquiera de los nuevos, tener cobertura hasta en un búnker. Sin embargo, no tuvo suerte en esa ocasión.

Cuando Roy se dio cuenta del móvil que usaba Caroline, no pudo contener una carcajada. Se escuchó ese horrible sonido que no era nada más que el intento de mantenerla en la garganta para que no se expusiese.

— Ríete a gusto, no me importa.

El tono de voz de la chica le hizo saber que ninguna risa sería bienvenida en ese momento.

— Perdón —metió el teléfono en su bolsillo antes de volver a mirarla—. Parece que nos hemos quedado encerrados.

No sabía qué le molestaba más si esa intención de que no había pasado nada o que la tomase por tonta. Puede que estar a la defensiva no fuese una buena opción para permanecer encerrada con alguien durante un tiempo en un habitáculo, pero eso no podía saberlo antes de que las puertas se hubiesen cerrado.

— Muy listo, Sherlock —asintió dejando escapar un poco de mordacidad.

— Pues sí que estás de mal humor... ¿se puede saber qué te pasa? —el músico se giró sobre sí mismo para poder enfrentar mejor a la chica que había sido un encanto con él desde el primer momento. No le cabía en la cabeza que hubiese cambiado todo tanto por eso.

— ¿A mí? No fui yo quien despareció porque sí sin explicación alguna y...

Se quedaron mirando comprendiendo hasta qué punto ambos se habían quedado en su postura sin pensar en el otro. Roy supo que su marcha le había dolido a Caroline más de lo que él podría esperar aunque suponía que se debía a algo que no llegaba a comprender y Caroline, en cambio, se contempló a sí misma como una mujer celosa y patológica cuando no eran nada ni tampoco le había prometido algo. Ella había intuido que él iba a besarla y el rechazo había sido lo único que la había puesto en aquella postura de señorita insoportable.

— Perdón —dijeron al unísono después de unos segundos de reflexión.

No sabían bien porqué el otro se estaba disculpando, pero lo agradecieron de tal modo que la tensión terminó por desaparecer.

— En fin... tendremos que esperar sentados, probablemente.

Roy demostró que estaba en buena forma sentándose en el suelo del ascensor. Estiró las piernas y cogió aire hasta llenar sus pulmones por completo buscando relajarse. Era una técnica que había aprendido hacía mucho tiempo.

CarolineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora