Capítulo 31

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Un musculoso hombre apareció tiempo después en la sala de espera. Monse, Lluvia y Haizel se quedaron mirando sorprendidas, mientras que Caroline estaba aún intentando comprender lo que estaba pasando para así averiguar una posibilidad que realmente fuese la solución de todo lo que estaba pasando. Sin embargo, poco importaba lo mucho que lo intentase, su mente estaba en blanco. Era igual que pintar en un lienzo con un lapicero del mismo color. Por muchas rayas que intentase hacer no podían verse sin importar lo fuerte que estuviese intentándolo.

— ¿Señorita Leroux? —preguntó colocándose de cuclillas delante de la joven—. Soy Mark R. Bone. Me han asignado el caso de su madre y me gustaría poder hacerle algunas preguntas. Comprendo que no es el mejor momento y que su mente puede estar bloqueada, pero estoy convencido que tiene información que pudiese serme de utilidad aunque no lo crea.

Mark era un hombre cuanto menos cuidadoso. Intentaba que todo lo que hiciese pudiese quedar perfectamente atado y bien atado. Solía empatizar con los familiares de los casos que llevaba, aunque siempre prefería aquellos en los que había ningún muerto aún, por ninguna parte.

— Debe ser en privado, señoritas. ¿Les importa? —preguntó observándolas a todas ellas con una mirada de esas tan dulces que logran hacer estremecer a cualquier mujer, pero que ya no deseaban cumplir el mismo efecto en ellas como antes sí podía haberlo deseado.

Las tres negaron. Sus intentos por calmar a Caroline tampoco habían servido demasiado. No habían logrado nada más que hablar entre ellas intentando elucubrar también sobre la información que la misma había sido capaz de decirles entre susurros casi como una autómata que había perdido toda posibilidad de sentir. Se levantaron y se alejaron. Mark se sentó en la silla que Lluvia había estado usando. Suspiró profundamente y manteniendo siempre la distancia, intentó mostrarse cercano a ella.

— ¿Qué es lo que recuerdas?

Quizá esa familiaridad podía haber sido mal entendida por cualquier otra persona, pero Caroline la agradeció. Si seguían hablándole de usted era como si le estuviesen hablando a alguien más que no tenía nada que ver con ella. Le costó, pero parpadeando logró volver a la realidad aunque las emociones prácticamente estaban anuladas salvo el desconcierto.

— Escuché un ruido. Fui al salón y no vi nada. Pero luego mi madre me cogió el tobillo y pude verla tirada en el suelo al lado del sofá. No sé que hacía ahí ni tampoco sé qué estaba haciendo en casa cuando debería haber estado en el trabajo. No... no puedo decirle. Pensé que estaba enferma y por eso la traje aquí. Es todo lo que sé —atajó siendo consciente que podía decirle poco más al agente que le fuese a servir en la investigación.

Mark aún tenía alguna pregunta más que hacer.

— ¿Sabes si tu madre tenía algún enemigo? ¿Quizá del pasado? —fijó sus ojos azules en los contrarios.

— No. Mi madre jamás me ha ocultado nada. Nunca. Así que conozco a toda la gente que conoce.

— Entiendo... ¿Y ningún vecino...?

Caroline se quedó callada unos instantes pensativa.

— Bueno, sucedió hace unos días algo raro. Ella estaba al teléfono y estaba teniendo una conversación con alguien... No sé mucho más, pero no quiso decirme de qué habían hablado ni porqué se había puesto tan alterada.

— ¿Cuándo dices que tuvo esa conversación?

— No lo sé... ¿esta semana? Normalmente llaman pocas personas a casa. No conocemos a mucha gente y suelen ser sus jefes en el trabajo y su amiga, nada más...

— ¿Podría darme los nombres de esas personas?

Caroline asintió antes de hacer memoria mientras el agente apuntaba todos y cada uno de ellos.

CarolineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora