Capítulo 19

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     —Bien, te sigo esperando Albert, ¿Qué tienes que decirme?, como dijera superman "No se necesita tener una visión de rayos x para saber que algo no está bien". —Decía Ellen muy molesta.


     —Amor no te pongas así, déjame explicarte...


     —¡Albert! habla pronto que ya me tienes a punto ebullición..


     —Mira hace unos días atrás... Mmm ¿Recuerdas que hace una quincena viajé y no podía contestarte el teléfono? Pues bien estaba en un lugar peligroso en donde había cámaras de vigilancia y gente bastante extraña, estaba en la misma boca del lobo... buscando pistas que me lleven al cabecilla o responsable del intento de asesinato que sufrí, dos días antes. Recuerdas que uno de mis supuestos amigos murió por un disparo en la cabeza en un supuesto asalto... Pues bien, no hubo asalto. Ese día Alejandro se interpuso haciendo que el francotirador que me apuntaba fallara en su intento de asesinarme. La razón; sospecho que por haber enviado tras las rejas a toda una organización de narcotraficantes y lavadores de dinero que trabajaban desde el congreso y el poder judicial. ¿entiendes lo que significa eso? decía Albert acercándose hacia una sorprendida Ellen, para abrazarla y besarle la frente.


     —¡Albert! ¿Qué haces? —bufó incómoda Ellen con el ceño fruncido con muchísimas interrogantes en su cabeza mientras observaba como Albert ya se había desbotonado su pantalón y bajado al suelo junto a sus boxer y se abalanzaba sobre Ellen, con una erección descomunal.


     —Si tu no te desnudas voluntariamente para mi, ahora,... no te quejes si desgarro esos trapos que llevas encima decía Albert ya intentando quitarle de un solo tirón la blusa y haciendo volar los botones por el aire, arrastrándola y tirándola sobre una de las esquinas de la habitación.


     —¿Estás loco? podrían vernos... inútilmente protestaba Ellen, con Albert apoderándose de sus senos con ambas manos y su boca haciendo estragos por su cuello y su erección torturándola.


     —Albert esto es serio, hemos salido a hablar sobre lo que me ocultas... Mmmm los fran.. co tiradores... Mmm ... ahh ¡Albert! ¿qué haces?...


     —Esto cariño —decía Albert introduciéndose en Ellen con fuerza y dejándola sin aliento ni ganas de réplica alguna, solo se escuchaban una sinfonía de gemidos intermitentes y jadeos incesantes. Albert elevó las manos de Ellen sobre su cabeza para restarle poder de movimiento. Él no pensaba darle ni un solo instante de escapatoria, sólo deseaba que ella sintiera de esa manera, a su manera, todo el amor que él le tenía, deseaba que ella entendiera que su vida y la de sus hijos era sagrada e intocable. Mientras observaba su hermoso rostro cambiar del enojo al placer, aquello le daba bríos nuevos para afrontar cualquier situación por muy difícil y dolorosa que sea. Ellen era su fortaleza y su debilidad. Y por ella él haría lo indecible.


     Minutos después ambos yacían abrazados desnudos sobre la tumbona con las manos entrecruzadas y las miradas fijas la una en el otro y viceversa. Albert la miraba con una expresión poco conocida que podría dar cualquier indicio de lo que su mente tenía maquinando. Ellen odia ese silencio de Albert porque ese era un indicativo que él seguía escondiendo todo lo restante que pensaba o concebía poner en práctica respecto al incidente con el teléfono y hasta tal vez con respecto a otras cosas y eso la enfurecía.

ÁNGEL O DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora