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En la escuela doméstica los rumores sobre la llegada del chico nuevo se habían esparcido, muchas querían saber cómo era,  ellas lo encontraban atractivo por el mero hecho de ser extranjero, según he oído era de Icatía, una de las ciudades del próspero imperio de Varela, la razón por la cuál se ha mudado a una de las pequeñas ciudades de nuestros Señores es aún desconocida para mí, pero no tengo duda de que algo grave debió pasarle para llegar aquí.

 En nuestras ciudades teníamos los llamados "Viajeros" que se encargaban de buscar a fieles que se unieran a nuestra causa, siempre van de dos en dos, siempre deben ser del mismo género, en el caso de ser masculino y de que su pareja también lo sea quien toma el rol pasivo en la intimidad debía quedarse en su hogar, todo con tal de evitar que ideas extrañas se cuelen en sus mentes y terminen cediendo ante el pecado, fugándose.
Según escuché esto se debía a que muchos hombres aprovechaban esto para sacar a sus parejas de la ciudad y nunca más volver, no solo a sus parejas, también se robaban a los niños de sus madres y a jóvenes chicas de sus padres, al menos con la pareja de los Viajeros se tenía la certeza de que regresarían, aún así era raro saber de una pareja homosexual en nuestra Ciudad Libre, por lo general se tenían consortes masculinos, pero no como tal parejas de un mismo generó. Lastimosamente eran contadas las ocasiones en las que los Viajeros regresaban con algún nuevo miembro, en realidad...nunca he visto a un nuevo miembro.

Llevaban consigo folletos donde se veían calles limpias, paisajes bonitos, Esposas sonrientes, hijos e hijas felices y Señores fuertes, con títulos llamativos como: <<¿Has ido por el mal camino? ¡El Hacedor se compadece de tí!>> O <<¿No tienes a donde ir? El Excelso te ha guiado a nosotros, ¡Siempre habrá un hogar para tí en Un Mundo Libre!">> No niego que fueran exagerados pero sí había algo de verdad, no era que fuéramos infelices, pero sin duda alguna no sonreímos tanto como en los folletos. Era tan extraño e inusual que alguien nuevo se mudará por voluntad propia que cuando algo así pasaba se les asignaba una casa gratis y servidumbre a su servicio para cumplir cualquier necesidad, las mudanzas no eran normales, las personas aparecían de un día para otro y de la misma forma desaparecen, simplemente dejaban de existir. Él rechazó todo. Según escuche llegó directamente a la casa de la familia Vodja, los miembros de esa familia un día desaparecieron, nadie sabía cómo o porqué, Liana decía que escaparon debido a que su hija, Wanda, no cumplió con la ceremonia de purificación, la verdad es posible. Me gusta pensar que aquel chico llegó gracias a los Viajeros, que se topó con ellos y se impresionó tanto que empacó sus cosas, y corrió directamente hacia su nuevo hogar, dejando atrás una vida mundanal y llena de pecado.

A pesar de los rumores las Maestras se negaban a hablar de ello, simplemente seguíamos con las clases usuales, la lección de este día era: el matrimonio.

— Nosotras, sus padres y madres, elegiremos con sensatez a sus esposos cuando llegue el momento — decía Lía, nuestra otra maestra —. Así que no tengan miedo. Aprendan sus lecciones y confíen en el buen criterio de sus mayores, y todo saldrá como es debido. Rezaré por que así sea.

Pero a pesar de la sonrisa cariñosa y sus promesas yo no estaba muy segura. Todas estábamos sentadas sobre nuestras rodillas y con las manos sobre el vientre, mirando directamente hacia el reproductor. Una vez por semana teníamos cine, después del almuerzo y antes de la siesta, nos sentábamos en el suelo de la sala de Economía Doméstica, nuestras maestras luchan con el equipo de proyección. Si teníamos suerte, no cargaban la película del revés. Esto me recordaba las clases de geografía, cuando iba a la escuela, miles de años atrás, y nos pasaban películas del resto del mundo; mujeres vestidas con faldas largas o vestidos baratos de algodón estampado, que llevaban haces de leña, o cestos, o cubos de plástico con agua que cogían de algún río, y bebés que les colgaban de los chales o de cabestrillos de red. Miraban a la cámara de reojo o con expresión asustada, sabiendo que algo les estaban haciendo con una máquina de un solo ojo de cristal, pero sin saber qué. Aquellas películas eran reconfortantes y terriblemente aburridas. Me hacían sentir sueño, incluso cuando en la pantalla aparecían hombres enseñando su masculinidad, picando la dura tierra con azadones y palas rudimentarios y trasladando rocas. No sabía cómo, pero recordaba algo así. Y cada vez que lo pensaba rogaba al Hacedor y al Excelso por perdón debido a mí inconformidad, y avaricia.

¡Corre, Conejo, Corre!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora