Abril 1 del 2006
Querida mamá;
Primero que nada el "querida" es cortesía. Segundo, el "mamá" es simplemente tu título legal, Mónica. El título que los papeles de adopción te dieron, nunca te lo ganaste realmente. Por último, no menos importante, no creas que te he perdonado todo lo que nos hiciste. Nunca te perdonaré por robarle a papá o por serle infiel, ni por abandonarnos, ni de cuando trataste de usar la bisexualidad de papá, como una excusa para fugarte con su primo. Ya han pasado trece años, sí, sé que fue hace mucho y la ira ya no está aquí y sé que yo debería haberlo superado, debería haberte superado. Pero no estoy bien en lo absoluto. Porque creo que comprendo tu punto o al menos un poco de él.
Creo que te comprendo.
Así que aquí estoy, sentada en el suelo, escribiéndote, mientras me acabó la botella del vino favorito de papá, como tantas veces te vi hacerlo. Apuesto, a que estás sorprendida. Yo tampoco me lo esperaba, la verdad. Nunca creí que te comprendería. No sé lo que estoy haciendo o por dónde comenzar. Supongo que debo comenzar con la noche que llevó a mi destino a encontrarse con el de él, con él ese hombre. El dueño de mis pasiones, tormentos, y de mis lágrimas.
Puedo contemplar esa noche con tanta claridad, aún puedo recordarlo después de todos estos meses, pero la magia ya no está. Aún recuerdo, el lugar, la forma, su mirada, mi vestido, la barra, el whisky, aún puedo recordarlo, aún le recuerdo.
Técnicamente, había sido obligada ir a esa fiesta, y era la primera vez que no quería estar en una. Nadie me había visto en casi un año. Fue la primera vez que me veían públicamente durante meses. Incluso había rumores de que me había muerto de una sobredosis o en un suicidio. Pero allí estaba yo, Daisy Brooks, y su famoso vestido satin rojo, acaparando las miradas de hombres como de mujeres con nuestro escote y envidiables piernas.
Esa noche no tenía ganas de socializar con la bola de mentirosos que me rodeaban. Solo estaba allí para salir en las fotos y quedar como una buena hermana ante la sociedad que tanto "amaba" a nuestra familia.
Había sido obligada ir a esa fiesta y era la primera vez que no quería estar en una. Era el cumpleaños de mis hermanos, los gemelos, tus hijos, los que abandonaste, ¿los recuerdas Mónica? Todos ahí eran como tu; unos hipócritas que no hacían nada más que hablar mal de nuestra familia. Aún puedo oírlos murmurar sobre la vida de papá, la de mis hermanos, de la muerte del abuelo. Con lo chismosa que eres, estoy segura de que leíste algo de ello en las revistas de chismes.
La muerte del abuelo fue todo un espectáculo para los medios, pues él vivió y murió a su gusto. Murió como siempre quiso; en pleno acto sexual con un par de prostitutas de algún país exótico. Una muerte digna para creador de la gran revista pornográfica que por años satisfizo los deseos más bajos de hombres y mujeres de todo el mundo.
Todas las mujeres que durmieron con él, se drogaban o se emborrachaban para poder tener sexo con él del asco que el viejo producía. Nadie, ni siquiera su propio hijo, se atrevía a decírselo a la cara cuando estaba vivo. Pero, después de que murió, todo el mundo comenzó a tirarle las pestes que no pudieron decirle cuando estaba vivo. Incluso las muchachas que durmieron con él esa noche, le dieron una tremenda mentada de madre, cuando se dieron cuenta de que estaba muerto.
Ahora solo hablan de la vez que viajó a Cuba, y con el permiso de los padres, se casó con una niña de catorce años. Hablaban del como se la compró a su familia por cincuenta mil dólares, del cómo la trajo a New York, y de que le compró un Penthouse y de todo lo que hizo con ella. De que la dejó el mismo año, después de un aborto que tuvo y de que le dio un edificio de condominios en Miami a donde la mando cuando se divorció. De que le daba dinero de vez en cuando, y que se volvió como una especie de padrino con ella. También hablaron de que tuvo una relación incestuosa con una de sus sobrinas de tan solo dieciséis años, a la que dejó embarazada de una niña que dieron en adopción a unos amigos de la familia; y todo esto fue verdad.
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Daisy
RomanceEsa noche aprendí que para enamorarse solo se necesitan 4 minutos, un par de miradas intensas, junto a una conversación sincera. Esa noche yo, Daisy Brooks, quedé profundamente enamorada del extraño sentado a mi lado en una barra.