|Prólogo|

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Maldita sea, Jack! ¡Devuélveme los pinceles! ¡Los compré ayer, joder!

La chica de 1'64 corrió por los pasillos, buscando con la mirada el cabello azul eléctrico de su mellizo. Los pasos se aceleraban al igual que su respiración, aumentando la velocidad e intentando no chocarse o tropezarse con los muebles.

-¡Jack, te juro por mi vida que te golpearé hasta hacerte sangrar!

A respuesta a eso, el otro dio una risotada que se silenció al golpearse contra la puerta de la habitación en la que planeaba esconderse. El chico, pegándose a la misma puerta y tirado en el suelo, miró los ojos verdes de ella, mordiéndose el labio inferior nervioso por lo que le haría, sujetando los pinceles con fuerzas en la mano izquierda.
Ya al llegar al lugar donde le esperaba su hermano, la peli-blanca puso sus brazos en jarras, frunciendo el ceño y avanzando hacia él.

-¿E-Estás... muy enfadada..? -musitó tragando saliva, echando su cuerpo más hacia atrás pegándo su cabeza a la madera de la puerta- V-Vamos, Alice... no he hecho nada malo... los necesitaba...

Ella se agachó para estar a su misma altura, cambiando la expresión de su rostro por una sonrisa, acercándose a él poniendo una mano en su hombro y con la otra en su pelo, acariciándolo levemente mirándole con cierta ternura.

-¿Me perdonas...? -avergonzado susurró mirándola con una pequeña sonrisa.

-Por supuesto... -dijo, para después hacer una mueca, apretando su hombro con la mano y alejando la otra de su pelo- que no...

Antes de que su hermano pudiese reaccionar de alguna manera, se abalanzó sobre él dando golpes en su cabeza o dónde apuntase con los ojos cerrados, escuchando las quejas y los gritos de él.

-¡No me vuelvas a coger nada! ¡Son míos! ¡Yo pagué por eso! -seguía gritando sin querer ceder los golpes- ¡Dámelos!

-¡Toma, joder! -exclamó lanzando los pinceles a un lado mientras intentaba cubrirse la cara con sus brazos.

La pequeña salió corriendo tras de ellos, tirándose al suelo de barriga, intentando cogerlos todos y reuniéndolos en su mano. Una vez ya todos, los contó en su mente, dos veces como mínimo. Uno, dos, tres, cuatro... y así hasta llegar a doce.

-Has tenido suerte... si llega a faltar uno... te mataré...

Lentamente, ambos se levantaron vigilando sus movimientos. Ella se dio la vuelta, dispuesta a volver al estudio mientras lo miraba de reojo, cuando ya perdiendo las ideas y esperanzas de que su hermano continuase con la guerra, dejó de prestarte atención, cuando a punto de llegar a su centro de inspiración, fue elevada por los aires.
El hiperactivo peli-azul corrió por las escaleras sujetando a su hermana, llevándola a espaldas, haciendo que su cuerpo botase entre los brincos y saltos que él .

-¡Jack, joder! ¡Sabes que me mareo rápido, déjame! -gritaba en intentos de liberarse- ¡Se lo pienso decir a madre cuando venga y te quedará sin lienzos tamaño grande!

Se podría decir que esta escena era de las más comunes que podría suceder en esa casa de artistas. Cada día, por varios motivos, Jack siempre era perseguido y amenazado por su pequeña pero violenta hermana.

Sacudiendo más el cuerpo de la albina, se detuvo al escuchar un golpe de un portazo que venía de la puerta de abajo. Nervioso y tragando saliva, miro a su hermana que ya estaba con los ojos cerrados por las náuseas.

-Hey... Padre está en casa...

Con cuidado, incorporó el cuerpo de Alice, dejándola en el suelo y haciendo que se apoyase en él. Ambos rostros, completamente transformados al escuchar el sonido que produjo la llegada de su progenitor, hicieron una mueca de desagrado.
El cuerpo de la oji-verde se aferró al de su hermano, agarrándose a su ropa y tragando saliva por la inconsciente pérdida de seguridad en ella misma. Se escuchó el crujir de la madera que sonaba al subir por las escaleras, dirigiéndose a la posición donde estaban ellos.
Cada vez más nerviosos, investigaron el cuerpo de su aún joven padre.
Era un hombre alto, muy alto de tez pálida, con solo unas ligeras arrugas en el rostro que solo marcaban su expresividad. Tenía ojos verdes, y un cabello castaño claro, engominado hacia atrás y una ligera perilla que se dejó crecer tres días antes, queriendo probar como le quedaría una barba. En sus manos, dos sobres amarillentos se movían entre los dedos, dejando ver el sello con la imagen de un ruiseñor.

-Buenas tardes, Padre... -murmuraron al unísono, desviando la mirada al suelo.

-Buenas tardes, Alice, Jack. Tengo dos cositas que podrían ser buenas para vosotros, por una vez -dijo, entregándoles ambos sombres a los dos, remarcando sus palabras con un tono agrio.

Sorprendidos cogieron los sobres y a la vez inspeccionaron el exterior, mirando quién lo enviaba. "Universidad de Bellas Artes", se dejaba ver en la parte posterior.
Una expresión de euforia se asomó en ellos, abriendo rápidamente los sobres para ver la carta del interior.

"Habéis sido aceptados en nuestra Universidad, enhorabuena, jóvenes. A continuación, se les dará toda la información necesaria del centro y su lista de útiles, esperamos verles en nuestras clases la semana que viene."

Y así, con solo leer el encabezamiento de la gran notificación, ya sabían lo que supondría este maravilloso hecho.

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⏰ Última actualización: Jan 22, 2015 ⏰

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