—¡Samuel! ¡Willyrex! —gritan Alex y Mangel a la vez, entrando corriendo al bar.
Estamos en ‘La cueva’ desde hace un rato ya que, nada más salir del aeropuerto, vinimos hacia aquí. Luego, llamamos a los chicos para que se unieran y aquí estamos todos, menos Cheeto que al llamarle comunica. La verdad es que este bar me gusta bastante, y desde que el dueño me puso el partido de Sergio, me gusta mucho más. Me fijo en los largos abrazos que se dan los chicos. Luego somos las tías las moñas.
—¿Dejamos las mariconerías para otro momento? —les dice Rubén, leyéndome el pensamiento.
—Y si no os aguantáis las ganas, iros a un hotel al menos. —añado yo, haciendo que las risas en la mesa sean aún mayores.
Mangel le grita al camarero algo que no termino de entender y le marca un seis con los dedos.
—Hablando de mariconerías, ¿Qué es de tu vida, Nora? —me pregunta Guille.
—¿Qué tipo de relación mental has hecho entre la palabra ‘mariconerías’ y yo? —le pregunto riéndome, sin entender nada.
—No lo sé. —se ríe el también. —Supongo que las mariconerías son cosas femeninas, y tú eres la única tía en la mesa.
Los otros cuatro chicos se echan a aplaudir sarcásticamente, debido a la hábil deducción de Guille, de que soy la única chica. Es un genio. Él se enfada, aunque no de verdad, e insiste.
—¿Vas a contestarme?
—Em, sí, bueno. —empiezo dudosa, me siento como en ese desayuno con Rubén, interrogada. —Soy Nora, obvio, y soy de Barcelona. Tengo un hermano un par de años mayor, al que quiero más que a nada en este mundo. Me vine aquí para estudiar y estoy en el segundo curso de una ingeniería. Tengo un gato y… No lo sé, no hay nada más de mí que sea interesante. Qué vida más triste tengo. —explico, para después reír.
—Te has dejado que te gusta Star Wars. Y que eres una salida. —suelta, mirándome fijamente, Rubén.
—¡Yo no soy una salida! —le grito divertida. Quizás un poco sí lo soy… Hormonas.
—Oh dios mío, claro que sí, ¿no te acuerdas de lo que me dijiste cuando nos conocimos? —me pregunta, acercándose a mí apoyado hacia delante en la mesa. Le miro interrogante sin saber a qué se refiere y continúa. —¡Cuando supuse que eras virgen y me equivoqué!
—¡Es verdad! —digo recordándolo, enseguida me echo a reír.
—Vamos, cuéntales lo que me dijiste. —me pide Rubén.
Así que, aguantándome las risas, me aclaro la garganta, miro hacia ellos y pongo una mirada seductora.
—Me gusta mucho el sexo, chicos. Mucho. —digo, intentando poner la voz más sexy que puedo.
—Joder, me he puesto cachondo. —dice Samuel, rompiendo el silencio.
Rápidamente, todos soltamos grandes carcajadas. Hacía mucho que no me reía tanto como en este momento. Entre risas y bromas sobre este tema. Llega el camarero con seis cervezas.
—¡Oh madre santa, una tía que bebe cerveza! —grita Alex poniéndose las manos en la cabeza. —¡Es el fin del mundo!
Coloco dos dedos en la abertura del botellín, tapando el agujero dejando un pequeño hueco y sacudo la cerveza en su dirección, haciendo que varias gotas se escapen y le mojen la cara.
—Eso te pasa por subnormal. —le respondo con una amplia sonrisa.
Está a punto de contestarme cuando un teléfono suena. Rubén lo saca de su bolsillo, lo pone encima de la mesa, activa el altavoz y vemos que es Cheeto el que llama.
—¿Me habéis llamado? —pregunta con la voz algo entrecortada.
—Sí, era para ir a ‘La cueva’ con los chicos. ¿Estás bien? —le pregunta Rubén, poniéndose un dedo en los labios indicando que calláramos.
—Solo estoy muy ocupado.
—¡Te estoy esperando moreno! —dice una voz femenina desde el otro lado de la línea. Cheeto se ríe por lo bajo, nos dice que se va y cuelga.
—Joder con mi primo, le hemos cortado el polvo. —dice Mangel riéndose.
—Chicos… La voz era la de Lucía. —los ojos de Rubén, Mangel y Alex se abren como platos, y los cuatro que la conocemos nos echamos a reír.
No sé cómo lo hago pero con estos chicos siempre acabo a risas.
(…….)
—¿Te ayudo? —le pregunto a Samuel, al que veo muy ocupado sacando sus dos grandes maletas de la parte de atrás de mi coche.
Hace un rato nos hemos despedido, y después de varios comentarios obscenos por parte de todos respecto a que Samuel se venía a mi casa, nos hemos ido.
—Creo que puedo yo sola, guapísima. —dice con una maleta en cada mano, cerrando la puerta del coche con la rodilla.
Entramos al edificio, saludo al portero y subimos en ascensor. Saco las llaves y las meto en la cerradura.
—Bienvenido a mí, temporalmente nuestro, humilde hogar. —digo con voz de narradora, abriendo la puerta y dejándole pasar.
—Joder, menudo piso, ¿no?
—Toma, tírate al sofá. Fuera los zapatos y espérate por favor. Tu habitación es sorpresa. —y después de decir esto salgo corriendo.
Después de abrir la cama, que es casi más grande que la mía, le pongo sabanas, almohadas y un edredón morado. Voy a buscarle y le pongo las manos en los ojos, para guiarle a ciegas hacia la habitación de los videojuegos, ahora de Samuel.
Cuando estamos en el umbral de la puerta destapo sus ojos.
—Vale, no sé qué me gusta más, si los cientos de juegos de la pared o que la cama sea morada.
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Tu tan de Ron y yo tan de Vodka. [Rubius]
FanficNora tenía una vida bastante normal, quizás no del todo habitual por la importancia de su familia y la fama de su hermano, aunque sí con una rutina muy corriente, peró entonces conoció a Rubén y sus amigos y todo cambió. Y es que aquel chico que hab...