— No... — Talló sus ojos una y otra vez de forma brusca, confirmando su peor temor. — No, no, no, no...Volvió a quedarse dormida.
Se levantó de la cama en un impulso, dirigiéndose de inmediato al baño y acelerando a la triple potencia su rutina diaria de aseo personal. WC, lavarse la cara, cepillado de dientes, cepillado de cabello, usar desodorante y finalmente una buena rociada de aquella fragancia con aroma a coco que había comprado en el supermercado hace pocos días; su favorita. Paralelamente a todo esto, su cabeza pensaba ya en la poca ropa limpia que le quedaba y en el atuendo más decente que se pudiese formar con eso.
"Lavadora de cagada" Pensó al regresar a su habitación sabiendo lo que iba a buscar en su armario. Si no se hubiese descompuesto por culpa de sus hermanos menores, definitivamente no tendría que estar exprimiendo su cerebro ni pensando en la ropa que debería llevar a la lavandería después de sus actividades.
Metió algunos libros a su mochila y bajó a despedirse rápidamente de sus padres. No había pista de sus hermanos menores, por lo que dedujo que ya estarían en el instituto. No iba a quejarse de ellos; la habían despertado a la hora que sus alarmas habían sonado, pero se confió en que podría levantarse por sí misma a tiempo si dormía unos minutos más. Un terrible error que no paraba de cometer por mera terquedad y falta de disciplina.
— Ay dios... — Murmuró agitada, intentando recuperar el aliento mientras llegaba exhausta a la parada del autobús.
Su teléfono marcaba las 8:37 a.m. Le faltaban por lo menos veinte minutos de camino sin contar el tiempo que tardaría aún esperando el transporte. Se le ocurrió matar el ataque de estrés con algo que requería aún más concentración; su maquillaje. Sacó de su mochila un pequeño neceser con cosas básicas como rímel, base en polvo, gel de cejas, rubor y algunos humectantes de colores tenues que compraba en las tiendas de conveniencia. Estaba decidida a hacer un poco de magia en su rostro mientras aguardaba por el autobús. Se miró en el espejo del rubor y sonrió victoriosa, a pesar de su prisa y todo, hoy su flequillo había amanecido bastante bien debido al ligero corte que le dio antes de dormir. Así que dejando de lado sus prendas que no daban mucho que desear, se enfocaría en su rostro y en acomodar su cabello de la mejor forma.
Apenas finalizaba su ceja derecha cuando una llamada entrante la sobresaltó. Contestó sin soltar el maquillaje y sin mirar de quien se trataba.
— ¿Hola?
— Ah, mira, sí despertaste para la universidad. — La voz de uno de sus hermanos resonó con burla. — Kou y yo apostamos, así que hoy almuerzo gratis.
La castaña hizo una mueca.
— Claramente estoy apurada, ¿que quieres? — Cortó al menor, calculando la cantidad de tinta que debía aplicar en sus labios.
— Sí, sí, a lo que iba. Mamá dijo esta mañana que tuvieras lista tu maleta, iremos a ver a la abuela en dos semanas. — Voces femeninas del otro lado de la línea dificultaban que pudiese escucharlo claro. — Bueno, era todo, tengo algunos pendientes que hacer y...
— Coquetear no cuenta como "pendientes", Kento. — Lo interrumpió antes de que formulara alguna excusa. — Apenas tienes 17, por dios.
— Metete en tus asuntos y alista la maleta, luego se te olvidan las cosas y mamá termina regañándonos a los demás. Nos vemos en la casa.
Ni siquiera le dio tiempo de responder de vuelta cuando el menor de los tres ya había colgado la llamada.
Komatsu Kyoko soltó otro suspiro; ahora era obligatorio hacer la lavandería completa en el autoservicio de lavado que estaba a algunas calles de su casa. No pasó mucho tiempo antes de que una pequeña sonrisa se formara en sus labios al tan solo imaginarse esperando su ropa frente a las inmensas máquinas.