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La gotera de la cocina seguía molestándolo por las noches, incluso en las noches que regresaba con la cabeza llena de gritos y ruido. Soobin decía todos los días que lo arreglaría, pero para cuando llegaba de la escuela ya había olvidado el asunto y se ponía a hacer cualquier cosa menos eso. Y no es que fuera de vida o muerte, era simplemente una gotera, pero a Yoongi le irritaba y sabía que un día de estos terminaría arrancando todo el lavaplatos para silenciar el departamento.

—Podemos poner una esponja para que las gotas caigan encima —sugirió Soobin después de unos minutos observando su libro de matemáticas. Soobin estaba sentado en suelo, de piernas cruzadas y con todos sus útiles desparramados en la sala. Sus cejas unidas y la mueca en sus labios indicaban que no le estaba gustando para nada la tarea que le habían enviado, pero aún así hacía el esfuerzo por entenderla. Yoongi, que había estado de pie en la cocina, levantó una ceja preguntándose si acaso podía leer mentes o si de verdad era consciente de lo mucho que le molestaba ese sonido, porque no le había hablado desde que entró al departamento—. O llamar a alguien que sí sepa cómo arreglar esas cosas. Hyung, ¿me puedes traer mi libro de álgebra? Esta en mochila.

Su relación era así: Soobin le pedía cosas y Yoongi las hacía si estaban dentro de sus límites. A veces le llevaba un libro, otras veces iba a comprar pasteles y dulces cuando se le antojaban, de vez en cuando atacaba a los chicos que lo golpeaban en la escuela, y otras veces lo acompañaba al supermercado cuando se quedaban sin comida humana.

Soobin era humano y Yoongi un vampiro. Y él planeaba que así se quedaran las cosas a pesar de la insistencia del muchacho para que lo convirtieran.

En realidad, precisamente por eso se habían conocido. Yoongi lo había encontrado a punto de ser mordido una noche en la que Soobin tenía las mejillas secas por las lágrimas y un moretón en el ojo. Tenía el labio roto también y se notaba que le habían dado una paliza, pero no una que diera un vampiro. El chico estaba de rodillas en la calle, suplicándole a un grupo de vampiros que por favor lo convirtieran, y a pesar de que ellos se habían reído en un principio (Yoongi había estado observando la escena desde que el aroma de Soobin apareció en la cuadra, no era una zona muy frecuentada por humanos, menos a esas horas de la noche), todos se callaron cuando el humano extendió el cuello. Era un aroma casi familiar, a pesar de que no se parecía en nada al que tenía en la memoria, pero por un instante Yoongi recordó a otro humano que tenía el mismo efecto en los demás. Olía bien, pero de una forma más pura que no secaba la garganta, sino que te hacía salivar como un perro tonto, y Yoongi tuvo que interferir antes de que el vampiro más cercano al muchacho se abalanzara contra su cuello y cometiera una estupidez.

Porque convertir humanos era ilegal. Y para los vampiros se pagaba no con la muerte, sino con tortura.

—¿Hyung? —llamó Soobin otra vez y Yoongi despertó de su trance. A veces le ocurría, se quedaba estacando en un recuerdo y lo repetía una y otra vez en su cabeza hasta analizar cada detalle que hubiese pasado por alto antes. Como ahora, que se daba cuenta que la noche que conoció a Soobin, el chico tenía las muñecas enrojecidas como si alguien lo hubiese tenido amarrado.

Nunca le preguntó el motivo de su desesperación esa noche, solo sabía que a veces, cuando regresaba de la escuela, algunos chicos lo agarraban de los brazos y lo llevaban a callejones sin personas para golpearlo o besarlo, a veces ambas. Soobin tampoco le había contado eso, pero fue cuestión de tiempo para que Yoongi lo siguiera una vez y viera lo que ocurría. Vio que Soobin no lloraba cuando lo sujetaban entre dos para que no pudiera escapar, tampoco se quejaba. Estaba acostumbrado. Y Yoongi, en vez de dejar que ocurriera, se entrometió otra vez en la vida de ese humano que le había llamado la atención, y aterrorizó a esos chicos hasta el punto de provocarles pesadillas.

bloodline ー bangtanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora