El furioso viento se escurría entre las copas de los árboles haciendo que las sombras de estos se vieran aún mas tenebrosas, una de esas bravas brisas azotó mi ventana con fuerza, provocando que se abriera. Me acerqué a cerrarla pero algo llamó mi atención en la casa de enfrente, cuya ventana de la habitación principal daba con la mía.
Allí, con la ventana abierta de par en par, había un chico. Un adolescente, más o menos de mi edad, tenía el cabello negro, negro y reluciente, junto con unos hermosos ojos color miel, esos ojos que estaban clavados precisamente en los míos. Tenía una mirada tan penetrante y me miraba tan fijamente que me hizo sentir escalofríos. Llevaba puesta una campera negra de cuero y no llegue a ver sus pantalones. Noté que ninguna sonrisa o alguna mueca parecida se asomó por sus labios, sino todo lo contrario, al parecer me miraba con odio, solo corrí la cortina.
Aquel hogar solía pertenecer a un amable anciano llamado Hugo Thompson, debido a su edad había muerto hacía unos años atrás. La casa había quedado abandonada desde entonces, su mal estado llamaba tanto la atención, que mi madre solía decirle a mi hermana menor, Kate, que si no se acababa toda la comida la dejaría en la casa embrujada, refiriéndose a la de nuestro antiguo vecino.
Las noches de invierno son duras, más cuando la lluvia cae de madrugada. Di mil vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Un escalofriante ruido en la ventana me sobresaltó. Fue como si alguien hubiese rasguñado el vidrio. Me convencí a mi mismo de que la rama de un árbol había causado aquello, pero en cuanto iba a acostarme de nuevo, volví a escuchar el mismo ruido. Algo frustrado, me levante y caminé a la ventana, corriendo la cortina de esta me volví a encontrar con él.
Sin importarle la lluvia en absoluto, estaba sentado en su ventana con la espalda apoyada en el marco de esta. Ahora si distinguía sus rojos pantalones. Y otra vez, sus ojos puestos en los míos. Sonrió de costado, pero no fue una sonrisa agradable, sino más bien terrorífica.
Solté la cortina dejando que volviera a tapar la ventana. ¿Quién era ese extraño?
Por la mañana todo mejoró, si bien aun hacía frío, el sol brillaba en el cielo iluminando la casa. bajé a desayunar y me lleve una sorpresa...
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